Tiempos Nuevos

VIII. CRÓNICA DE UNA SERENATA INMORTAL

La serenata no solo sacudió la ventana de María: sacudió todo Bernabé. Al amanecer, el pueblo entero ya sabía que Benjamín había recitado versos que terminaron con metáforas sudadas, almohadas jadeantes y cumbias en calzoncillo. Lo que debía ser una escena romántica se convirtió en leyenda local.

Los vecinos que escucharon el espectáculo se lo contaron a otros, que lo repitieron con aderezos, que lo exageraron con efectos especiales. Pronto, cualquier cruce en la plaza venía acompañado de risitas cuando pasaban Benjamín o Javier.

Benjamín se negó a salir de su casa. Javier tampoco. Ambos coincidían en una sola cosa: su vida pública había terminado. Al menos hasta que pasara el temporal de carcajadas.

Mientras tanto, Clara se encargaba de repartir el chisme con la eficiencia de una paloma entrenada. En menos de una hora ya lo había contado tres veces y con distinta entonación a cada grupo. Finalmente, decidió que Rita debía saberlo directamente.

—¿¡Qué hizo Javier!? —exclamó Rita al oírlo.

—¡Eso! ¡Cantó versos ajenos como si los rimara un brujo borracho en luna llena! —respondió Clara—. Y María lo mojó. ¡Con todo! ¡Baldazo incluido!

Rita no esperó más. Cruzó la calle y fue directo a buscar a Javier.

—¡Abre esa puerta ahora mismo! —le gritó al portón—. ¡Necesito saber si fue posesión demoníaca, encantamiento brujil o simple estupidez emocional!

Desde dentro, Javier respondió:

—¿Puedo decir “todas las anteriores”?

—¡Solo abre!

Cuando Javier finalmente abrió la puerta, tenía la guitarra al hombro y una cara de derrota que hablaba por sí sola. Rita lo miró con compasión y una ceja levantada.

—¿Y ahora qué pasa contigo? —preguntó, entrando sin esperar invitación.

—¿Tú crees que puedo volver a cantar en este pueblo? —suspiró Javier, dejándose caer en una silla—. Me van a pedir que cante los versos de la almohada jadeante en cada cumpleaños. Mi carrera musical se acabó. Estoy en huelga de acordes y versos. ¡Oficial!

—Por favor, Javier...

—¡No, en serio! ¿Tú sabes lo difícil que es componer algo después de que todo el pueblo te asocia con calzoncillos rimados? ¡Mi dignidad duerme bajo la cama y no quiere salir!

Rita soltó una risa, a pesar de todo.

En eso sonó su teléfono. Era un mensaje de Sandra:

“Este fin de semana vamos todos a la laguna. Paseo para despejar el alma. ¿Te apuntas?”

—Vamos a ir a la laguna —dijo Rita—. Todos. Sandra ya está organizando todo. Va María, Violeta, y seguro también Clara.

—Yo no voy —dijo Javier rotundamente.

—¿Cómo qué no?

—No pienso salir. ¿Y si alguien me pide que cante? ¿O peor? ¿Y si hay guitarras? No... yo me quedo aquí. Tal vez me meta en otra carrera. ¿Panadero, tal vez? Aunque no sé si la harina me respete después de esto.

A unas cuadras de allí, en casa de Violeta, María se sentaba con una taza de té entre las manos, más tranquila pero claramente abrumada. Había intentado hablar con Benjamín desde la noche anterior: llamadas, mensajes, hasta señales de humo si hubiera funcionado. Pero él no respondía.

—Está enojado —le dijo a Violeta—. Y con razón. Cree que me burlé de sus versos... y lo cierto es que sí, pero sin querer.

—¿Cómo sin querer?

—Estaba nerviosa. Me dio risa la situación, la gente mirando, los gatos maullando... y lo del cambio de letra me remató. Tiré el balde como un impulso. Como una broma. Pero me pasé. Mucho.

—¿Y los versos?

María bajó la mirada y sonrió.

—Fueron hermosos. De verdad. Me llegaron al alma. Sabía que Benjamín era romántico, pero no a ese nivel. Escribe con el alma, Violeta, y eso fue lo que más me gustó.

—¿Entonces lo has perdonado? —preguntó Violeta.

—Claro. Si con eso quería que lo perdone por todo lo anterior, por las discusiones, por los enojos... eso ya está perdonado. El problema es que ahora soy yo quien tiene que pedir perdón... y él ni siquiera me contesta. Y eso, por ahora, parece más difícil.

Violeta le apretó la mano con comprensión.

—Entonces vamos al paseo a la laguna. Ahí, entre senderos y agua tranquila, van a tener tiempo de hablar y arreglarlo todo. Entre amigos, todo se puede.

Justo en ese momento, María se levantó decidida y tomó el teléfono.

—Voy a llamar a Sandra para decirle que este fin de semana todos iremos de paseo a la laguna.

Marcó rápidamente y, cuando Sandra contestó, dijo:

—¡Sandra! ¡Hola! ¿Puedes hablar?

Sandra estaba en casa de Clotilde, quien escuchó el altavoz con media oreja.

—¡Hola! —saludó Sandra—. ¿Qué pasa?

—Este fin de semana vamos a organizar el paseo a la laguna. Todos. Sin excepciones. Ya es hora de despejar el ambiente.

Clotilde, que estaba tomando té, se giró con una sonrisa torcida. Aunque no conocía a María ni a Violeta, había escuchado suficiente para interesarse.

Sandra aún tenía el teléfono en la mano cuando escuchó a Clotilde decir:

—Claro que sí, me encanta la idea —respondió Sandra por el teléfono—. Paseo a la laguna, confirmado.

Apenas colgó, Clotilde dejó la taza sobre la mesa con gesto travieso.

—Escuché la palabra "paseo" —dijo con una sonrisa felina—. Y si eso incluye a María y compañía, no me lo voy a perder por nada del mundo. Necesito ver la reacción de esa chica... y escuchar los comentarios sobre la serenata desde su propio punto de vista.

Sandra suspiró. Sabía lo que venía.

—¿Quieres venir?

—Quiero ir, necesito ir. Vas a presentarme a tus amigas, y con suerte a alguien más. Además, quiero saber si lo de los versos fue tan vergonzoso como se dice... o peor.

Sandra no pudo decir que no. Se sintió atrapada, como siempre.

—Está bien, te llevaré —dijo con resignación. Pensó para sí: "No tengo opción... solo espero que no haya encuentros incómodos ni hechizos en la mochila."

En su mente, Clotilde tenía un objetivo más claro que nunca: conocer el entorno de Sandra, moverse con discreción y, sobre todo, empezar a buscar la manera de acercarse a Rita. No podía depender solo de la torpe y voluntariosa Sandra. Necesitaba encontrar nuevas rutas, nuevas personas... sin levantar sospechas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.