Tiempos Nuevos

XII. LO QUE RITA AÚN NO SABE QUE PUEDE PERDER

El sol caía con calma sobre las calles empedradas de Bernabé cuando Javier, después de mucho tiempo de esquivar miradas y pasear solo por las afueras, decidió que ya no quería vivir escondido.

Rita pensaba que algunos silencios eran cómodos... hasta que los suyos con Javier empezaron a doler. Por eso, cuando lo vio en la plaza, guitarra al lado y mirada firme, algo dentro de ella se agitó.

—Rita —dijo él—, he estado pensando mucho… y creo que ya es hora de salir del exilio.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos, sorprendida pero también emocionada. Javier nunca usaba palabras grandilocuentes, y cuando lo hacía, era porque hablaba en serio.

—¿Salir del exilio? —repitió Rita, acercándose con una sonrisa traviesa—. Suena como si hubieras estado desterrado de tu propio pueblo.

—Un poco así fue —respondió él, encogiéndose de hombros—. Pasaba más tiempo escondido que viviendo. Pero ya decidí que no quiero seguir así. Además, quiero pedirte perdón por no haberte acompañado a la laguna. Ese tiempo lo usé para pensar, para ordenar la cabeza… y gracias a eso hablé con Benjamín, nos reconciliamos y hasta nos reímos juntos de la serenata fallida. Me di cuenta de que era una tontería, una reacción de niño, esconderme como lo hice. Mejor prefiero reírme también de lo que pasó y dejarlo como una anécdota divertida. Quiero caminar por Bernabé contigo, sin miedo, como si no tuviéramos nada que ocultar.

Rita bajó la mirada un instante, como si pensara en todo lo que implicaba esa decisión, y luego asintió despacio. El corazón le latía con fuerza.

—Entonces vamos —dijo—. Caminemos.

Y así lo hicieron. Salieron de la plaza y comenzaron a recorrer las calles, esas mismas que tantas veces habían transitado por separado, ahora tomadas de la mano como si siempre les hubiera pertenecido. El aire olía a tierra mojada y a café recién colado, y los saludos de la gente eran una mezcla de sorpresa y cordialidad.

—¿Ves? —dijo Rita con una sonrisa tranquila—. No pasa nada, nadie nos está señalando ni cayó un rayo del cielo.

—Tienes razón —respondió Javier, asintiendo—. Lo de la serenata, al final, quedará solo como una anécdota más que contar.

Se detuvieron frente a la tienda de Don Eusebio, que les lanzó una mirada curiosa antes de asentirles con respeto. Más adelante, una vecina les regaló un saludo alegre, como si nada fuera fuera de lo común. Rita sintió un alivio inesperado.

—Sabes —confesó ella—, me gusta pensar que contigo el pueblo se ve distinto. Como si no importara el ruido de afuera.

Javier la observó con una calma que le desarmaba.

—Porque lo que importa es lo de adentro —dijo, tocándose el pecho—. Lo que llevamos aquí.

Caminaron hasta el parque y se sentaron en una banca. Los niños corrían alrededor, las palomas revoloteaban, y el mundo parecía girar más lento para ellos. Javier tomó la mano de Rita con firmeza.

—No sé qué pasará después, Rita. Pero quiero que lo vivamos juntos, sin escondernos. Quiero que Bernabé nos vea, que sepan que estás conmigo.

Ella lo miró fijamente, con los ojos brillantes y un nudo en la garganta. No respondió con palabras; en cambio, apretó su mano y apoyó la cabeza en su hombro. El murmullo del pueblo siguió de fondo, pero en ese instante todo lo demás desapareció.

Entonces Rita respiró hondo y, con voz temblorosa pero firme, le confesó:

—Javier, quiero contarte algo. Ya no voy a seguir trabajando en casa de los Chiriboga. Fue una decisión que tuve que tomar, y por favor no me hagas muchas preguntas. Tengo mis razones… pero lo importante es que ahora me voy a quedar en una pequeña habitación en el pueblo. Ya no seremos vecinos, pero eso no cambia nada, porque te necesito a mi lado. Eres la fuerza que me sostiene, el motivo más grande y el único por el que quiero quedarme en Bernabé.

Javier la escuchó en silencio, apretando su mano con más ternura. Luego sonrió con un gesto cansado pero sincero.

—Ya son varias veces que me pides lo mismo: que confíe en ti y que no pregunte. Y lo hago, porque creo en ti, Rita. Pero prométeme que algún día me contarás todo eso que ahora no quieres hablar. No me importa cuándo, solo quiero saber que llegará el momento.

Rita lo miró con gratitud y apretó su mano con más fuerza, sin añadir nada más. Javier suspiró, inclinando la frente sobre la de ella.

Ambos entendieron que aún quedaban muchas preguntas por aclarar y respuestas que dar, pero que ese momento de sinceridad era el inicio de un camino distinto. Un camino en el que, poco a poco, tendrían que hablar de todo lo que hasta ahora se había quedado en silencio.

La tarde fue cayendo sobre Bernabé y, mientras las campanas de la iglesia marcaban la hora, la narración se deslizó hasta otra casa del pueblo: la de Germán y Elvira. Allí, el aire olía a papel antiguo y a madera envejecida.

Elvira entró a la sala con una bandeja de té humeante y encontró a Germán rodeado de libros viejos, algunos con las páginas amarillentas y márgenes repletos de notas hechas a mano. No se sorprendió al verlo así: desde que Rita le había pedido ayuda, Germán pasaba horas revisando aquellos textos polvorientos. Más que cuestionarlo, Elvira se inclinó un poco hacia él, con tono curioso.

—¿Alguna novedad en esos libros, Germán? —preguntó, dejando la bandeja sobre la mesa—. Porque sé que no los sueltas desde que Rita vino a pedirte ayuda.

—Hay muchas cosas importantes que estoy recordando —respondió él, ajustándose las gafas, y su voz sonaba densa, como si cada palabra se conectara con recuerdos antiguos—. Cada vez que releo, encuentro algo nuevo que antes había pasado desapercibido. Mira esto: aquí señala que las brujas malas no solo persiguen a los inocentes, sino que siempre buscan absorber el poder de las buenas, como si se alimentaran de su esencia. Y lo más inquietante es esta advertencia: si una bruja buena llegara a destruir a la mala, aunque sea en defensa propia, corre el riesgo de que esa energía corrompida se le adhiera y termine convirtiéndose en aquello mismo que combatía. Es una especie de maldición de espejo, donde la victoria puede convertirse en condena.




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