Mis ojos se abrieron perezosos. Pero la pereza se fue al recordar donde estaba, bajé con muchos ánimos del avión. Sentí el cambio de temperatura. Hacía calor, mucho calor. Perfecto.
Todavía tenía algunas horas para ir por un traje de baño y todo lo que necesitara durante mi estadía.
Entré a un establecimiento en el mismo aeropuerto. Eché un ojo a los vestidos de baño. Uno llamó mi atención. Rosa pálido, algo en mi interior decía que era muy pequeño. Tal vez revelador. Pero estaba saliendo de mi zona de confort. Me lo probé. Me vi en el espejo, era perfecto para mi cuerpo. Mis caderas anchas salían a relucir y mi cintura le daba gracia al traje de baño. Definitivamente, era revelador, pero me gustaba y por qué no.
Mientras me observaba en el espejo de la tienda. Me di cuenta de que alguien más lo estaba haciendo. A través del espejo lo observé. Estaba en la sección de al frente, para hombres. Sonreí mientras inconscientemente modelaba un poco el traje.
Entré de nuevo al vestidor para cambiarme. ¿Por qué no le hablaba? Se suponía que estaba saliendo de mi zona de confort.
Estaba pagando el vestido cuando recordé que me había quedado sin efectivo.
—Disculpe ¿Reciben tarjetas de crédito? —le pregunte a la chica que me atendía.
—No señorita—respondió la cajera.
—¿Sabe si hay un ATM cerca? —dije preocupada.
—Lo siento, estoy remplazando a alguien. No conozco muy bien la zona. Incluso si lo encontrara ya cerramos señorita.
—Gracias de todas maneras.
Solo a mí se me ocurría llegar a un lugar totalmente diferente sin efectivo. Cerré los ojos frustrada y pasé mis manos por mi cara.
—¿Necesita algo de ayuda? —Quite mis manos de la cara pasándolas por detrás de la cabeza hasta dejarlas en el cuello.
Era él. El extraño que me estaba observando. Un chico rubio con una barba un poco tupida pero bien definida.
—No. Mañana vendré a comprarlo—le dije mientras lo miraba de reojo.
—De todas formas, necesitas efectivo.
—Lo conseguiré mañana, gracias.
Salí de la tienda. La noche había caído sin más. Las calles estaban algo solas.
Caminé unas cuantas cuadras. Con cuidado como si tuviera miedo de que alguien me escuchara.
Alguien llego detrás mío y me agarró el cuello de manera amenazante. Solté un grito despavorido. Luego esta persona se apartó riéndose. Me di la vuelta. El extraño de nuevo. Estaba en suelo partiéndose de la risa. No le dije nada y empecé a caminar.
—Espera, espera—me dijo aun riéndose—lo siento.
Rodé los ojos y seguí caminando.
—Eso estuvo mal. Pero tengo algo para compensarte.
Cargaba una bolsa. De ella saco el vestido de baño y me lo dio.
—Lo siento. No me gustan los regalos.
—Déjame acompañarte al ATM. Ya que tu insistes así te podrás quedar con el vestido de baño.
En el camino se hizo un silencio un poco incómodo.
—Al menos puedo saber ¿Cómo te llamas? —su voz era gruesa, no mucho, lo suficiente.
—Sara…. Y ¿tú?
Me dediqué a detallarlo lo más disimulado posible. Alto, rubio de ojos azules con una barba muy bien cuidada del mismo tono de su cabello.
—Ethan—hizo una breve pausa y siguió—Turista ¿cierto? —soltó una pequeña risa.
—Tú ¿Por qué estás aquí? —él podía darse cuenta de que yo era turista, pero yo no estaba segura de que él también lo fuera.
—Negocios.
Respondió sin darme más detalles.
Cuando llegamos al ATM estaba cerrado. Eso sí era mala suerte.
—¿Hay otra cerca? —pregunté.
—Lo hay. Pero te estas arriesgando a que este cerrado.
Empezamos a caminar de nuevo en silencio.
—¿Por qué estás tan callada?
—¿Te parece poco que estoy caminando con un extraño a altas horas de la noche?