Capítulo 2º Miradas

Llegó la hora de volver a vernos; él se presentó con una camisa blanca desabrochada hasta medio pecho y unos pantalones vaqueros muy ajustados, realmente ajustados. No cabe duda de que le gusta exponerse; ciertamente no es para menos, tiene un cuerpo impresionante.

Yo llegué con mi vestido blanco y unas sandalias; me dejé el cabello suelto, mi cabello libre al viento.

—¡Buenas noches, preciosa! ¿Qué te apetece tomar?

—¡Un Bloody Mary! —le contestó.

Esteban le pidió dos Bloody Mary al camarero, nos sentamos en una mesa en la esquina del chiringuito; el ambiente es muy bueno, está repleto de turistas y gente joven, tienen música y se ven algunas parejas bailando sobre la arena.

La verdad es que me encanta su compañía. Le pregunto de dónde es; no lo he visto nunca por la playa. Me dice que es de Madrid y vive junto a la Puerta del Sol, famosa por dar las campanadas de Nochevieja, en España.

—¿A qué te dedicas? ¿Entonces disfrutando de tus vacaciones?

—Soy mecánico en la BMW, es la primera vez que vengo a Torremolinos, tengo una semana, no me dan más.

—¿Una semana solo? ¿Qué poquito, no?

—Me cogí las otras dos semanas en marzo y visité Suiza.

—Suiza ¡debe ser preciosa! Yo no viajo mucho; es una cosa que me gustaría hacer.

Entre nosotros hay una atracción que no puedo expresar, pero mi cuerpo tiene esas hormiguillas por el estómago que me recorren todo el cuerpo.

Estuvimos un buen rato en el chiringuito, la velada fue increíble y su compañía es especial.

Comenzamos a caminar sobre la orilla; ya era por lo menos la una de la madrugada. Apenas quedaba nadie en la playa, el sonido del mar fluía sobre mis oídos, el cielo estaba estrellado, la temperatura era ideal, el tenerlo junto a mí era un sueño.

Donde sus caricias dadas con sus manos, sobre todo en mi cuerpo,

donde me vuelco en el tiempo de este amor alocado.

Lo siento en una brisa, en un amanecer, en el respiro tierno de una pequeñez, en el aire que respiro. En cada momento le siento.

inmenso como un sol, de rayos que bañan mis alas con amor.

En toda su piel me saciaré como mariposa en flor preferida.

dejando a un lado todo el pudor, mientras los dos hacemos el amor.

La noche ha sido mágica, la luna ha sido testigo de nuestro apasionado amor, donde nuestros cuerpos se han fundido en uno, donde nuestras manos han sido exploradoras, recorriendo cada parte de nuestros cuerpos, donde hemos disfrutado de unos ardientes besos.

Llegó el momento de despedirnos; se me había hecho corto, como si todo hubiera pasado en un santiamén. Él me miró a los ojos fijamente.

—He pasado una noche realmente increíble; me gustaría volver a verte y quedar contigo, ¡ciertamente me gustas! No me gustaría perderte, Eva, quiero conocerte.

—Yo también lo he pasado bien, tú ¡también me gustas!

—Ya sabes que soy de Madrid, pero bajaré los fines de semana a Torremolinos, ¡por ti, lo que sea, amor!

—Entonces aquí estaré esperándote.

Nos despedimos con un fuerte beso apasionado, de esos que te arden todo el cuerpo. Él deslizó sus manos rodeándome por la cintura y juntándome nuevamente sobre él. Yo toqué su dulce pecho, llenándolo de caricias; ambos nos mirábamos fijamente a los ojos, ambos nos deseábamos...

Al final él se subió a su coche para dirigirse al hotel donde se aloja con sus amigos; yo crucé la calle. No vivo lejos de la playa; en cinco minutos estaba en mi casa.

Me quité el vestido y lo coloqué sobre una silla; debajo puse las sandalias.

Hace calor, una noche de verano más como siempre; me puse una camiseta de tirantes y un pantalón corto, y me acosté sobre la cama.

No puedo dormir, pensando en él, en ese chico maravilloso que he conocido, y nunca imaginé conocer un chico así. Tal vez nunca me interesó el amor, sumergida en mi trabajo y en mi caballo, o tal vez no era el momento.

Pero ahora todo es distinto para mí; tengo al chico de mis sueños. Sí, parezco un poco tonta, tal vez, pero estoy enamorada y no me imagino sin sus caricias, sin sus besos, sin esos abrazos, sin la mirada de esos ojos...