Tierno corazón

Capítulo 7º Nuevamente

Llegamos a casa agotados, pero realmente disfrutamos mucho. Nos dimos una ducha y nos vestimos para prepararnos e ir a comer a un restaurante cercano a la estación del tren; Esteban no había traído el coche.

—¡Estás guapísima! ¡Te adoro, Eva!

—¡Tú también, estás muy guapo! ¡Amor!

Ambos nos tenemos que volver a despedir, y eso nos duele en el alma, pero ambos nos mostramos el uno al otro con una sonrisa; no queremos romper ese momento de magia entre nosotros.

Fuimos al Serendipia Slow Food & Bar, pedimos los mejillones en curry rojo y el magret de pato, y de postre la tarta de queso con dulce de leche y de beber tomamos la cerveza Victoria de tiro.

Fue una comida muy agradable; estuvimos tranquilos, aunque con el pensamiento de tener que estar lejos el uno del otro.

Caminamos poco a poco hasta la estación del tren; ya era la hora. Él se subió, pero antes nos fundimos en un gran beso y en un abrazo de esos que desgarran el corazón.

—¡Te llamo, preciosa! —¡Te amo, Eva!

—¡Yo también te amo! ¡Que tengas buen viaje, amor! Te quiero.

El tren comenzó su marcha y se fue alejando. Esteban sacaba su mano diciéndome adiós, y yo me quedé en la estación con lágrimas cayéndome sobre mis mejillas. Qué dolor tan grande me causaba esa despedida; a pesar de saber que lo volvería a ver en cinco días, era un dolor grande el no estar con él.

Si no estaba conmigo, mi vida quedaba vacía.

Regresé a casa, puse un poco de música de fondo para sentirme más relajada y me preparé una ensalada para cenar, algo ligero y fresco; hacía una noche bochornosa.

Al cabo de algo más de tres horas, sonó el móvil.

—¡Hola, Eva! Ya estoy en casa. ¿Cómo estás?

—¡Hola, mi amor!, me encanta escuchar tu voz, ¡bien! Te acabas de ir, y ya te echo de menos...

—¡Yo, también a ti! Daría lo que fuera por estar ahí contigo, cada día a tu lado.

—Imagino que querrás descansar. Mañana tienes que trabajar, no quiero que te entretengas conmigo. Ya me quedo tranquila al saber que estás en casa y llegaste bien.

—¡No te preocupes, cariño! Voy a tomarme algo ligero, un sándwich o algo así; todavía no me acuesto.

—Entonces, ten una cena tranquila, yo me preparé una ensalada, ¡bien fresquita!

—¡Te quiero, Eva! ¡Mañana te vuelvo a llamar, amor!

—¡Yo también te quiero! ¡Buenas noches!

Colgué la llamada, me quedé tranquila; ya estaba en casa, preparándose algo para cenar, y me sentí muy bien al escuchar esa voz tan suave, esas palabras que habían bailado en mis oídos.

Me pongo el pijama, me meto en la cama y, como una niña, me acurruco junto a mi gran oso de peluche, cojo un libro y me pongo a leer. El libro me entretiene; yo siempre me meto en los personajes, me meto en su piel y vivo sus aventuras. Entre líneas, los párpados me pesan y al final me quedo dormida, como siempre...

Lunes, principio de semana, primer día de trabajo, después del fin de semana... Cómo echo de menos sus abrazos...

De repente suena el móvil.

—¡Hola, princesa, buenos días! ¿Cómo amaneciste?

—¡Hola, Esteban, buenos días! ¡Pensando en ti, mi amor!

—¡Yo también me levanté pensando en ti! Necesitaba escuchar tu voz, Eva.

—¡Yo te echo mucho de menos! ¡Te quiero tanto...!

—¡Yo también te amo! ¡Más que a mi vida! Luego, en la noche, te vuelvo a llamar. Te dejo, que acaba de llegar mi jefe Eva. ¡Hasta luego, amor!

—¡Hasta luego! ¡Que tengas un buen día, te quiero!

Mi mejor lunes, nada más comenzar el día, escuchar su voz, saber que está en otro lugar, pero que piensa en mí, que, al igual que mi vida, gira en torno a él, la suya es paralela hacia mí.

Me siento la mujer más feliz del mundo. Nunca imaginé poder encontrarme en mi vida con una persona como Esteban, un hombre que, desde el principio, caló en mi corazón, una persona con la cual comparto aficiones, con la cual tengo cosas en común.

Con la cual siento esa magia, esas sensaciones, ese cosquilleo cuando estoy a su lado, tierno, romántico, detallista, atractivo y con ese cuerpazo. ¿Qué más puedo pedir?

Pues solo pido al destino que no truque mi camino, que no se meta en medio y me deje a mí guiarme por mí misma, que si cometo el error, sea mío y aprenda de él. Que me deje seguir con mi vida y no interfiera, pues este amor es solo mío, de nadie más.




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