Durante 4.000 millones de años, no existió en la Tierra nada vivo más complejo que una simple célula. Luego y sin que se sepa por qué, hace unos 575 millones de años, comenzaron a multiplicarse las formas de vida multicelular. Aquel evento, bautizado como explosión de Avalon, acaeció cuando el planeta había dejado atrás la fase gélida del Periodo Criogénico para entrar en el Ediacárico, que se prolongó desde hace 635 hasta hace 542 millones de años.
De la llamada biota ediacárica o precámbrica, con más de 140 géneros confirmados, hoy continúa sin conocerse demasiado: los científicos no saben con certeza si muchos de aquellos seres eran animales, hongos, algas, líquenes o simples protozoos, ni si dejaron descendientes en el periodo posterior (el Cámbrico) o se extinguieron sin dejar rastro, como un experimento fallido de vida. Un estudio reciente ha demostrado que al menos una de aquellas criaturas era sin ninguna duda un animal, lo que nos acerca un poco más a la enigmática historia de los primeros organismos complejos que habitaron nuestro planeta, de los cuales seleccionamos aquí algunos representantes.
Dickinsonia’
La
Dickinsonia
es uno de los organismos más icónicos y mejor estudiados de la biota ediacárica. Crédito:
Verisimilus
Durante 70 años, los científicos han debatido si la Dickinsonia –un ser plano, ovalado y estriado de hasta casi un metro y medio de largo– era un animal, un liquen o un protozoo gigante; o si pertenecía a otra categoría diferente de la biología, tal vez hoy extinta. El primer fósil se descubrió en 1947 en Australia, convirtiéndose en uno de los organismos más icónicos y mejor estudiados de la biota ediacárica, hasta el punto de que se han identificado varias especies diferentes.
El pasado septiembre, un estudio en la revista Science lograba caracterizar los lípidos fósiles presentes en varios especímenes de Dickinsonia hallados en Rusia, descubriendo que entre ellos abundaba el colesterol, una grasa típicamente animal. Los resultados convierten a esta criatura que vivió hace 558 millones de años en el representante confirmado más antiguo de la fauna terrícola. Los investigadores concluían además que “la biota ediacárica fue de hecho un preludio a la explosión Cámbrica de la vida animal”.
Aspidella’
Discos de
Aspidella
en la Formación Fermeuse cerca de Ferryland, Terranova. Crédito:
Martin Smith
Cuando en 1868 el geólogo escocés Alexander Murray descubrió en Canadá unos pequeños discos marcados en la roca, poco podía imaginar que estaba abriendo un desconocido capítulo primigenio de la historia de la vida en la Tierra. Sin embargo, la idea propuesta cuatro años después por el paleontólogo Elkanah Billings de que aquellos círculos eran fósiles fue desechada en su día, ya que se encontraban en rocas precámbricas. En su lugar, se propuso que se habían formado por depósitos químicos o burbujas de gas.
El reconocimiento de la existencia de seres macroscópicos antes del Cámbrico aún tendría que esperar casi un siglo. Los discos de Murray, junto con otros en diferentes lugares, se asignaron a la especie Aspidella terranovica, pero este caso ilustra la actual confusión sobre la realidad de la biota ediacárica: fósiles inicialmente identificados como cnidarios (medusas) y clasificados en Aspidella y otros géneros no eran probablemente organismos con forma discoidal, sino huellas de rizoides, pedúnculos por los que se anclan al sustrato diferentes criaturas con aspecto de frondas. En sentido contrario, también se han encontrado con Aspidella huellas fósiles similares a las que dejan las anémonas, lo que apoyaría su clasificación como cnidarios. En resumen, persiste la incógnita.
Charnia’El ejemplo más conocido de un fósil de
Charnia masoni
en la sección de geología del New Walk Museum. Crédito:
Ashley Dace
El lecho marino ediacárico sobre el que se arrastraban las Dickinsonias estaba poblado por una variedad de seres con aspecto de helechos anclados al fondo. Uno de aquellos organismos era Charnia, el primer fósil confirmado que procedía de rocas anteriores al periodo Cámbrico, y por tanto el que inauguró formalmente el estudio de la biota ediacárica.
Tras su descubrimiento en Inglaterra en 1958, su apariencia de hojas con ramificaciones alternas —de hasta dos metros— indujo a pensar que se trataba de un alga. Sin embargo, cuando se constató que vivía en aguas demasiado profundas como para realizar la fotosíntesis, se reclasificó como un pennatuláceo, un grupo de animales actuales relacionados con los corales. También esta hipótesis fue refutada y hoy Charnia es aún un misterio. Se ha propuesto su clasificación en un grupo tentativo llamado Vendobionta, un posible reino biológico separado de los actuales que vivió en el Ediacárico y murió con él.
Kimberella’Los más de 1.000 fósiles encontrados de
Kimberella
han permitido conocer con bastante detalle su anatomía. Crédito:
Masahiro Miyasaka
Como Dickinsonia, Kimberella fue probablemente un animal, que habitó los mares terrestres hace 555 millones de años. La simetría bilateral de su cuerpo ha llevado a los científicos a proponer que las especies actuales hemos heredado este plan básico de organización de nuestros lejanos ancestros en la biota ediacárica.