El toque de queda saco a Ángela bruscamente de sus pensamientos.
<<Maldición, ¿no podrían esperar 5 minutos más?, este es el único momento del día que puedo estar sola y tranquila. Desearía no tener que volver, pero seguro mis padres se preocuparán, si no me ven.>> pensó al escuchar el toque de queda; dio un suspiro, y se levantó del suelo.
Se sacudió el pasto de sus pantalones verde obscuro, y de su playera blanca; la ropa usada por todos en ese lugar, junto con unas botas militares, aunque a ella no le disgustaba ese estilo, pues pensaba que esa era una buena forma de ser discretos, y pasar desapercibidos.
Ella media 1.60m, de tez apiñonada, ojos color verde claro, y cabello castaño lacio, el cual llevaba suelto; había heredado los labios delicados, los grandes pechos y las amplias caderas de su madre, así que siempre usaba esa ropa para ocultar su figura; las piernas anchas, cejas finas y el rostro ovalado la había heredado de su padre.
Comenzó a caminar con dirección al comedor comunitario, donde se vería con su familia.
<<Llevamos más de 6 meses aquí, y aun no logro adaptarme a las costumbres militares, todos los días son iguales, me levanto temprano para tomar una ducha, desayunar, e ir a la “escuela”, donde algún voluntario nos enseña lo que puede sobre las materias básicas; no entiendo para que lo hacen, nada de eso importa ya, siguen aferrándose a un mundo que ya no existe. Pero al menos después de almorzar, tengo entrenamiento, que es lo único interesante de este lugar, ya que nos enseñan lo necesario para poder sobrevivir a la intemperie, incluso con las peores condiciones posibles, además el entrenamiento es tan pesado que los novatos no logran soportarlo y terminan vomitando o incluso inconscientes, y es muy divertido, ya que un promedio les toma 1 mes el poder adaptarse y seguirle el paso a los demás, aunque para mí no fue muy complicado y desde el comienzo logre colocarme entre los mejores, algo que no me extraña considerando todo el tiempo que tuvimos que sobrevivir en el bosque sin la ayuda de nadie; deberían deshacerse de las clases, y concentrarse únicamente en entrenarnos, eso sí es útil>> mientras caminaba por los campos de cultivo, observo una pila de madera recién cortada, y la choza donde guardan los utensilios de jardinería
<<Además, después de la comida nos dedicábamos a “ayudar” en distintas actividades dentro del campamento, algo así como un trabajo, pero realmente no me molesta, ya que ellos nos están brindando apoyo, educación, alimento, y refugio, creo que es lo menos que podemos hacer para pagarles, y siempre que termino mis labores antes, me las ingenio para poder escapar y ver las estrellas, eso es lo mejor del día>>.
Paso cerca de una cabaña, y llego a la calle principal, como suelen conocerla todos ahí, ya que era la única pavimentada, y mejor alumbrada, que atravesaba todo el campamento.
El campamento tiene un área aproximada de 1 hectárea, rodeada con un muro, una cerca eléctrica, y varias trampas, así como torres de vigilancia con soldados armados.
Después de caminar un par de metros llego al comedor, este era uno de los edificios más grandes que había.
<< ¿Dónde podrán estar?>> comenzó a buscar con la mirada
<< ¡Ahí están! >> camino hasta donde se encontraban
Su padre era un hombre alto, de 1.85m, fornido, de tez blanca, ojos color café claro, hombros anchos, labios gruesos, y algunas cicatrices, cabello negro, con el corte y la ropa militar que todos los hombres usaban en ese lugar, y sin barba, también algo obligatorio ahí.
A un lado estaba su madre, ella media 1.53m, de piel morena, ojos color verde y rostro redondo, llevaba su pelo castaño recogido.
Su hermano estaba sentado, él media casi lo mismo que su madre, de tez apiñonada, ojos cafés, y cabello negro. Él había heredado los hombros y los labios de su padre, y las piernas y el rostro de su madre.
-Hola cariño, ¿Cómo te fue hoy? - le dijo amablemente su madre, mientras le daba su charola con comida, y tomaban asiento.
- Bien ma, en el entrenamiento aprendimos a hacer un refugio, y conseguir alimento, también nos enseñaron las plantas y frutos que son comestibles, aunque me hubiera gustado que nos enseñaran a hacer trampas o a cómo aplicar veneno en los cuchillos, pero dijeron que era peligroso, y que solo necesitábamos saber cómo curar diferentes tipos de venenos - tomo la manzana de su charola y comenzó a comerla, mientras su madre la observaba con preocupación.
Su madre sabía que no podría disuadirla de dejar de lado ese tipo de cosas, así que decidió cambiar de tema - ¿E hiciste nuevos amigos? –
- No la presiones Mildred, ella hará amigos cuando quiera hacerlos, deja que se concentre en sus deberes – la voz de su padre era gruesa, pero transmitía una cierta tranquilidad.
<<Gracias papá, no quería volver a discutir sobre eso>>. Su padre tenía un semblante tranquilo.
- Nada de eso Robert, no es algo normal para una niña de su edad el pasar todo el tiempo sola, <<Y allá vamos de nuevo…>> debería de tener amigos y pasar menos tiempo pensando en cosas tan peligrosas, como trampas y venenos - Ángela seguía comiendo tranquila mientras su madre hablaba.
- Ya no es una niña, en pocos días cumplirá 15 años, además nada de lo que ha tenido que vivir es normal, << ¡Exacto!, mi padre sí lo comprende>> a su edad nosotros no pasamos por algo como esto - su padre hablaba con tranquilidad y con un semblante serio - yo creo que lo está haciendo bastante bien - la mirada de su madre mostraba su disgusto, pero no dijo nada más al respecto, y se limitó a dar un suspiro y seguir comiendo.
- ¿Cómo te fue a ti Carlos? – Robert le pregunto al pequeño niño, el cual no había dicho una sola palabra << Mi padre nunca ha sido muy expresivo ni muy sentimental, pero siempre está al tanto de nosotros, eso me agrada de él>>.