-Has sido acusado de cometer crímenes contra el reino de Akaria.
-Yo no cometí ningún crimen. Exijo hablar ante mis acusadores.
-¡No tienes ningún derecho! Serás condenado al exilio, te llevaras solo lo que se te dé, y pasaras tu desgracia completamente solo. Si logras sobrevivir.
Dos guardias sacaron a Zon del salón de la corte, y a punta de golpes y empujones lo llevaron hasta las puertas de la ciudad.
-Ábranlas -ordenó uno de los que llevaban a Zon a otros guardias que estaban en la muralla que protegía la ciudad. Abrieron las puertas, un tercer guardia los acompañó a sacar a Zon.
-Para el exiliado -dijo arrojando al suelo una lanza con punta de piedra, un odre con agua y una daga, era lo único, además de su ropa, que podía llevar como exiliado.
Luego de reírse de él, los guardias caminaron rápido hacia adentro de la ciudad y uno de ellos ordenó que cerraran la puerta. Zon miro la muralla, se limpió un hilo de sangre que le salía de la boca, recogió las cosas del suelo, se dio la vuelta y comenzó a caminar.
Las Tierras Salvajes, como llaman a ese lugar, no son sitio para cualquiera, los humanos no son bienvenidos, esas tierras pertenecen a las bestias, sin embargo, hay quienes han logrado sobrevivir.
Luego de caminar por un largo rato se detuvo a descansar y miró el cielo; era tarde, no faltaba mucho para el anochecer.
-Debo construir un refugio.-Recogió ramas y pequeños troncos que estaban en suelo del bosque, buscó algunas plantas que pudieran servir como cuerdas improvisadas y comenzó a construir un pequeño refugio. Aunque lo hizo lo más rápido posible, para cuando terminó ya había anochecido, debía encender un fuego rápido, eso mantendría alejados al menos a los lobos. Con rocas y ramas encendió una pequeña fogata.
Se acomodó para dormir, o por lo menos intentarlo, ya que escucho los aullidos de los lobos, que no estaban cerca, pero tampoco demasiado lejos. Despertó varias veces, tenía la daga a la mano por si la necesitaba.
Así pasó 5 días; cazando animales pequeños, comiendo algunas bayas y frutos del bosque, durmiendo en refugios que construía a base de ramas y hojas. Adentrándose aún más en Las Tierras Salvajes.
A la mañana del sexto día salió a buscar agua, y mientras recorría el bosque escucho un ruido detrás de él y de entre los arbustos salto un lobo; Zon le apuntó con su lanza, el lobo gruño y lo miro fijamente, ese animal estaba más que dispuesto a matar por defender su territorio, y no estaba solo, aparecieron tres lobos más; su sed de sangre era visible, sus movimientos, sus gruñidos, sus miradas…
El primer lobo salto hacia Zon, él ataco con su lanza acertando justo en el cuello del animal cuando este aún estaba en el aire; cuando calló, otro lobo se le abalanzó, Zon no pudo atacar, pero logro interponer el palo de la lanza entre su atacante y él.
-Maldición…
De pronto una flecha se clavó en el cuello del lobo que estaba sobre él y otra más en el ojo de uno de los dos que quedaban; el último corrió con la cola entre las patas. Zon se quitó de encima al lobo muerto y volteo a ver a quien lo había salvado.
-¿Estas herido?
Observó los rasguños que tenía, aunque le sangraban un poco, no eran heridas graves.
-Estaré bien, gracias…
Se quedó viendo a la chica que estaba frente a él…
-¿Que?
-Nada…
-Vámonos.
-¿A dónde?
-Con mi clan.
Caminaron casi dos horas hasta llegar a lo que parecía una aldea; tenía un muro de ladrillos de barro y una empalizada también.
-Hacemos lo que podemos con este lugar -le dijo ella mientras iba caminando hacia la entrada. Frente a la puerta de la improvisada “muralla” ella habló con un guardia y este ordeno que se abriera la puerta.
-Ven -le indicó a Zon, quien esperaba parado a cierta distancia, este fue hacia ella caminando con la lanza en su mano.
Mientras caminaban, Zon observaba el lugar, era parecido a las aldeas de Akaria, aunque había menos niños; pasaron por el mercado, las tiendas eran pequeñas estructuras de madera y cuero o algunas de telas de colores; al ir avanzando, se oyeron los golpes de un martillo sobre metal, Zon volteo a la derecha y pudo ver la herrería; el herrero trabajaba sin descanso forjando espadas, yelmos, puntas de lanzas y flechas, y algunas partes de armaduras.
-Por cierto, mi nombre es Nery.
-Soy Zon, gracias por salvarme en el bosque.
-Es lo que yo hago, la mayoría de las personas aquí fueron traídas por alguien más, juntos tenemos mayores oportunidades de sobrevivir, así que, cuando puedo ayudo a alguien trayéndolo aquí.
-Ya veo. Creí que las en las Tierras Salvajes solo habría clanes de bandidos y asesinos.
-En esta parte de las Tierras Salvajes solo hay uno, el clan Garra Negra, tiene sometidos al resto de clanes.
-¿Cómo puede un solo clan someter a los otros?
-Con magia. Combaten con dragones y otras bestias para que no destruyan a los clanes, a cambio debemos entregar un tributo a su líder; si las bestias no acaban con nosotros ellos lo harán. Llegamos.
Indicó con una mano dónde estaba la casa del líder. Ella se acercó y toco la puerta, abrió un hombre mayor con el cabello casi totalmente blanco, pero que aún estaba en condiciones de ocupar su cargo.
-Espera aquí -dijo Nery mientras entraba en la cabaña del líder. Hablaron durante varios minutos, entre tanto, Zon permaneció afuera.
-Puedes quedarte -dijo Nery al salir. Luego lo guio hasta una cabaña cerca del límite de la aldea. Cuando llegaron le indico que pasara.
-¿Esta es tu casa?
-Sí, y te dejare quedarte hasta que encuentres una.
-Gracias, por todo lo que estás haciendo.
Ella sonrió y luego le mostro a Zon en que habitación dormiría, aunque la casa de Nery tenía solo dos.
-Bien, te dejaré un momento, si me buscas estaré en el muro Este.