Tierra de Dragones: Exilio y Rebelión

Capitulo 3: Seguidores de Ardal

Karus, Zon y Nery llevaban ya 3 días caminando en el bosque. Desde que se fueron no dejaban de hablar de la aldea y de los Garra Negra; les preocupaba mucho lo que esos salvajes pudieran hacer.

-Ya no estamos muy lejos, mañana cruzaremos las colinas.-dijo Karus a sus compañeros.

-Solo espero que no encontremos ningún dragón ahí.

-Por ahora el único fuego que me preocupa es el que debemos encender.

Zon llevó algo de leña a donde sus amigos habían construido tres improvisados refugios. Encendió la fogata y lego de cocinar y comer un jabalí, no muy grande, todos se metieron en su refugio para tratar de dormir; aunque no fuera muy tarde.

A media noche, Nery hacía guardia junto al fuego, Karus dormía profundamente, pero Zon, estaba recordando en sus sueños La Guerra de los Orcos.

Se vio a sí mismo como un muchacho de 14 años, sin padre, obligado a combatir. Estaba en la última batalla contra los orcos. El rey Karót ya había muerto y su hijo mayor, Izan, era el nuevo regente de Akaria.

-¡Ejercito de Akaria! sé que muchos fueron forzados a venir a la guerra por órdenes de mi padre, pero, hoy les prometo que venceremos a los orcos y les devolveré su libertad; solo les pido que me sigan en esta última batalla, que enfrentemos a los invasores y los expulsemos del reino, que defendamos nuestra libertad, nuestro territorio, nuestras vidas. Yo estoy dispuesto a morir en el campo de batalla por mi reino, por mi gente, por ustedes. Ahora, les pregunto -Izan desenfundó su espada, la levantó y miró a sus soldados fijamente -¡¿Quiénes me ofrecen sus espadas?!

De inmediato, todos alzaron sus espadas, gritando y moviéndolas de arriba abajo.

El rey se dio la vuelta y alzando nuevamente su espada, a punto de correr al combate gritó con fuerza.

-¡Por Akaria!

Su grito fue acompañado por el de sus legiones que corrían detrás de él.

Los orcos también corrieron hacia ellos. Cuando los dos ejércitos se encontraron, se desató el caos total, el sonido del choque de espadas resonó por todo el lugar.

Durante horas, el río de sangre corrió libre por el suelo; hasta que Izan estuvo frente a frente con el rey orco.

-Hoy tú sangre regara esta tierra, rey de Akaria.

El orco atacó con fuerza, Izan bloqueó el golpe, luego devolvió el ataque, que también fue bloqueado. Luego de diez choques de espada más, Izan acertó a cortarle tres dedos al rey orco, este gruño y se apretó la muñeca. Izan aprovechó; tomo su espada con ambas manos y, de un fuerte golpe, le corto la cabeza, la levanto del suelo y la alzo del cabello mostrándola al ejercito enemigo. Al ver muerto a su rey, los orcos huyeron desesperados por salir del campo de batalla.

Izan arrojó la cabeza del rey orco a un lado, levanto su espada y proclamó.

-¡Victoria!

-¡Victoria!

Los soldados celebraron la derrota de los orcos gritando y sacudiendo sus armas en el aire.

Cuando el ejército regresó a la capital, la gente los vitoreaba, ellos pasaron saludando como si fueran en un desfile.

Zon despertó. Salió de su refugio y vio a Nery sentada en un tronco caído cerca de la fogata. Se sentó junto a ella.

-Hola.

-Hola.

-Mañana es tu turno de hacer guardia, deberías dormir.

-No puedo dormir.

-¿Pesadillas?

-No. Recuerdos.

-¿Qué recuerdos?

-La Guerra de los Orcos. Fue como si volviera a pasar, las espadas, la sangre, los gritos…

Ella lo miro y le puso una mano en el hombro. Zon volteo a verla y le dijo.

-Si no llegamos a Camelot antes de que Yarlok pueda devolverle la vida a Ardal… temo que haya una guerra peor que esa.

-Pero llegaremos. Ya no falta mucho.

Dijo Nery para darle algo de ánimo. Zon suspiró.

-Eso espero.

 

En el palacio de Akaria, Yarlok estaba en la mesa de la biblioteca estudiando el mapa que Alan, quien ahora era su consejero, le había dado.

El rey salió a una de las torres. Se quedó un momento observando las estrellas; y entonces vio que un fénix se acercaba volando.

Tidus… de verdad crees que tu orden salvara a todos de mi poder… viejo idiota.

Pensó mientras seguía al fénix con la mirada.

El segundo fénix llegó a Enerlon justo al amanecer. Recorrió la hermosa ciudad, que estaba construida a las orillas del río Haven. Voló sobre la gran fortaleza blanca que resguardaba al Palacio Real en su centro. Paso muy cerca. Finalmente llego al Castillo Druida; se paró en la almena de una torre y esperó a que alguien fuera a recogerlo.

En el Palacio de Enerlon, la princesa Luna estaba en el balcón de su habitación con la vista perdida en el bosque que separaba a la Gran Muralla y a la ciudad.

Luna estaba perdida en sus pensamientos cuando pudo ver un gran destello de luz que provenía de la prisión de la ciudad.

Ese destello fue un ataque mágico usado para liberar a un prisionero, pero no cualquiera, a un elfo de 570 años que fue seguidor del mismísimo Ardal. Cuando los que atacaron la prisión llegaron a la celda de Gakur, este estaba mirando la pared.



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En el texto hay: guerra, magia y dragones, aventura y leyendas

Editado: 25.08.2020

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