Tierra de Navíos

Capítulo 7: Dulces campanadas

Ambos iban a ser condenados a la pena de muerte por sus supuestos crímenes. No se había podido comprobar en el corto juicio que fueran ellos los responsables del terrible acontecimiento del barco francés. Sin embargo, sus largas trayectorias como malhechores era la única prueba que bastaba para que fueran ejecutados. Faltaba sólo una hora reloj para que los dos piratas dejaran este mundo.

—Tú solo eres una alucinación —dijo Bittergrog exaltado y con sus ojos bien abiertos.

—Soy tan real como tú... A decir verdad mi brazo lentamente recupera su color —dijo Barbanegra apretando su puño y luego de una larga pausa agregó— Estuve vigilándote de cerca mientras dormías.

—¿Vas a matarme? odio decir esto pero prefiero que seas tú y no la horca.

—Tranquilo camarada, luego arreglaremos ese asunto. Ahora prefiero irme de acá antes de que las campanas de la catedral suenen.

—No podemos escapar, todo esta bloqueado. ¡Estamos en una cárcel!

—Quiero que observes hacia el pasillo por si viene alguien —mientras sacaba una lima de entre la manga de su camisa.

—¿Dónde conseguiste eso?

—¡Cállate! esta será la mejor fuga de prisión de la historia. 

Barbanegra empezó a limar los viejos barrotes de la pequeña ventana y el sonido que provocaba el desgaste hacía temblar los dientes. Se apresuraba cada vez más porque en cualquier momento los guardias podrían descubrirlos. El primer barrote se desprendió muy pronto del marco de concreto pero todavía quedaban dos más y eso los ponía a ambos muy impacientes.

—Apúrate, no tenemos mucho tiempo —insistió Bittergrog.

—Lo estoy haciendo lo más rápido que puedo —mientras el segundo barrote se aflojaba— Sólo queda uno más.

—Por favor, ya no resisto más la tensión.

Entonces el último crujido se escuchó y los dos se miraron entre sí. Con la fuerza que ejercieron ambos a la vez, lograron doblarlas hacia arriba y pasar, con mucho cuidado, su cuerpo a través de la abertura. Bittergrog lo hizo primero ya que era más delgado y luego le siguió Barbanegra que antes, tuvo que arrancar enteramente las barras y por un mal error se le cayeron de sus manos hacia el interior de la celda. En ese momento, los guardias que estaban en su recorrida advirtieron el impacto del hierro contra el suelo y corrieron desesperados con sus llaves listas en la mano.

Pero ya cuando llegaron, vieron como el medio cuerpo del último pirata se deslizaba para salir afuera. Inmediatamente se generó todo un revuelo en toda la seguridad del lugar, que más pronto que tarde, salieron armados a buscar y dispararles fuera de la cárcel a los detenidos. Atraparlos era lo más importante, vivos o muertos...

 



#26401 en Otros
#1845 en Novela histórica
#3550 en Aventura

En el texto hay: accion, aventura, historica

Editado: 30.11.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.