La alerta era máxima entre los guardias de toda la colonia y los malhechores eran buscados minuciosamente en cada rincón dónde pudiesen estar ocultos. Barbanegra y Bittergrog se encontraban colgados de la delgada cornisa que sobresalía por fuera de la ventana de la prisión, sosteniéndose como podían con sus manos. La altura era alrededor de unos pocos metros entre la cárcel y el techo de la casa más cercana a la prisión, dónde podrían resguardarse. Los brazos de ambos piratas comenzaron a temblar y la fuerza a disminuir de lo tensionados que estaban de sostener todo el peso del cuerpo, pero a pesar de todo, continuaron esforzándose y moviéndose hasta llegar al lugar más apropiado para arrojarse.
—Sostente con las piernas y haz fuerza hacia arriba —dijo Bittergrog que veía como su compañero empezaba a ceder.
—¡No puedo! mis pies resbalan por los ladrillos, parecen que estuvieran pulidos —respondió Barbanegra antes de dar un profundo suspiro de cansancio.
—Esta muy alto para caer, no creo que lo logremos... —dijo desconfiado Bittergrog al mirar hacia abajo y ver lo peligroso que era.
—Puedes ser un poco más motivador, no puedo pensar en otra cosa.
—En verdad, si seguimos estando aquí arriba nos verán e igual moriremos. ¡Es hora!
—Tratemos de caer con los pies juntos, eso amortiguará el impacto —aconsejó Barbanegra mientras sus dedos mojados empezaban a resbalarse— A la cuenta de 3, 2 ,1...
Se lanzaron e inmediatamente cayeron sobre las tejas de la casa, rompiendo muchas de estas. Casi todo su cuerpo les dolía pero no le dieron importancia, lo valorable era haber caído de costado sin golpear la cabeza ni la espalda. Su corazón no paraba de latir del miedo y el sudor se deslizaba por su cuerpo. Estaban vivos por un milagro y sorprendentemente se repusieron enseguida. Una escalera de piedra en aquella casa conectaba la azotea con una puerta de madera que daba a la calle y sobre ella había un tendedero con unas ropas colgadas.
—Encontré ropa para cambiarnos y parece que es de mujer —dijo Bittergrog mientras revisaba su hallazgo.
—Perfecto, sácala para poder camuflarnos entre la gente —dijo Barbanegra y agregó— no olvides traer todo lo necesario para así poder cubrir mi barba.
Los dos piratas se pusieron los elegantes vestidos de color amarillo que recién habían sido lavados y caminaron por la calle sin ser reconocidos ni por los guardias que rondaban la zona ni por los lugareños. Esas prendas olían tan bien que no levantaban sospecha en la colonia.
—Si alguien pregunta le diré que eres mi madre.
—Déjate de bromas, ese sombrero y abanico que llevas son horribles.
—Allá hay varios barcos amarrados —señaló Bittergrog en dirección al puerto, mientras miraba a lo lejos tratando de encontrar el suyo— Debemos ir a buscarlo y zarpar de inmediato.
—No hables y apura el paso y no se te ocurra mirar hacia atrás —comentó Barbanegra— Creo que un guardia nos viene siguiendo.
Editado: 30.11.2019