Tierra de Sueños

Pánico

Cuando vivíamos en el oeste de la ciudad, nos quedaba cerca la estación de trenes. En las tardes solíamos ir al parque que estaba atrás. Era impresionante ver todos los trenes que llegaban o pasaban por ahí. Decenas de vías formaban un entramado donde se cruzaban unas con otras en distintas direcciones. Algunos tenían un solo vagón de pasajeros, como si fuera un autobús, pero la mayoría eran largos con varios vagones. Como mi hija Isa era pequeña, la llevé hasta la plataforma para que viera pasar los trenes. La alcé en brazos para que saludara con su mano a los trenes que pasaban y los choferes le respondieron con el mismo gesto.

Después de ver pasar varios trenes, hubo un momento en el que no pasaron más, pero vimos un pequeño transporte que venía por la vía principal tocando bocina. Era uno de esos vehículos que usan los obreros cuando hay que reparar las vías o llevar herramientas entre las estaciones. Isa hizo el mismo gesto de antes para saludar con su pequeña mano, pero esta vez el conductor decidió parar para saludar. Ella quedó encantada de ver aquel transporte de cerca y el chofer que iba solo, nos invitó a dar una vuelta. Me pareció buena idea, ya que sería interesante recorrer el lugar en aquel pequeño transporte sobre vías. La cara de Isa cuando arrancó fue de una alegría tremenda. Era toda una aventura para una pequeña niña de 3 años.

Dimos una vuelta a la estación y siguió rumbo a la ciudad. Le pregunté al conductor a dónde íbamos y me dijo que tenía que comprar unas cosas en el centro de la ciudad, si no me molestaba, que volveríamos enseguida. Traté de no ponerme nerviosa por la niña y continuamos el viaje.  Al llegar a la zona comercial, me pidió que le comprara un medicamento en la farmacia que estaba cerca, y me dio dinero. No muy convencida con lo que me pedía, bajé de la zorra con Isa en brazos y fui a la primer farmacia que encontré. No me alcanzaba el dinero así que volví y se lo dije un poco molesta ya con la situación. Me pidió que buscara otra farmacia porque estaba seguro que costaba menos. Volví a la avenida principal y busqué otra farmacia. Había mucha gente en la calle, parecía que todo el mundo andaba de compras y se hacía difícil caminar en algunas zonas. Entré en otra farmacia y esperé un rato que me atendieran. No había lo que el chofer quería. Ya un poco fastidiada, volví y le devolví el dinero, me disculpé porque me tenía que ir y regresé a la avenida para tomar un autobús para volver a casa. Isa ya estaba cansada y no quería caminar más. Ya se había hecho tarde y un paseo que pensé que duraría unos minutos, terminó demorando horas.

Fui hasta la parada abarrotada de personas, y traté de subir al autobús como pude. Cuando cerró la puerta y arrancó, vi que Isa no había subido, no podía creer, se me había perdido entre la gente. Desesperada, traté de llegar hasta la conductora para pedirle que me abriera la puerta que tenía que bajar. Me dijo que no podía, tenía que bajar por la puerta trasera así que fui empujando gente hasta que pude llegar y le grité para que se detuviera ya que el timbre no funcionaba. Bajé del ómnibus como pude y volví corriendo a la parada que había quedado unas cuadras atrás. Comencé a gritar el nombre de mi hija para ver si me veía entre la gente. Al no verla, decidí recorrer los comercios cercanos para ver si la veía, no podía haber ido muy lejos una pequeña niña sola. De pronto lo vi, el conductor que nos había traído estaba comprando en una farmacia. Entré enseguida para preguntarle si había visto a Isa pero me dijo que no vio nada. Con mucha rabia le dije que si no encontraba a mi hija lo denunciaría ya que todo lo que pasaba era su culpa. Sentí que lo fulminaba con la mirada y no dijo nada. Preferí salir de ahí.

Seguí gritando “Isa” entre la gente hasta que una muchacha que salía de uno de los comercios me llama. “Tengo a tu hija, seguime” me dijo y sentí que el corazón se me aceleraba, “por fin” pensé y salí detrás de ella.  Fuimos hasta un lugar donde se veían niños jugando por la ventana, como si fuera una guardería. La muchacha miró por la ventana, “ahora no la veo, acá no está” me dijo. Sentí como todo el cuerpo se me paralizaba por el pánico y me desperté llorando angustiada…



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En el texto hay: miedo, realidad, ilusión

Editado: 02.01.2022

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