Tierra Oscura

CAPÍTULO 2. ESPACIO PARA DOS

Un aburrido y uniforme color marrón lo golpeó directo en la expectación y con la misma velocidad que sus nervios saltaron, su cerebro lo puso en perspectiva, allí donde el castaño destacaba no había rizos sueltos y más que nada allí donde debía encontrarse con miel, o ámbar, o avellana, o los tres juntos, solo había marrón levemente claro. 

Decepción lo atenazó, seguido de algo de rabia. La verdad dicha en pocas palabras era que la gente le incomodaba y una extraña en medio de su sala de estar, mantenía sus alertas activadas. 

Neil frunció el ceño, mientras que aquella niña sonrió con evidente diversión y señaló el gran ventanal a su espalda. 

-La ciudad por supuesto – dejó de lanzarle miradas a todo él para girarse y enserio mirar la ciudad. 

-¿Quién eres?  

-Depende de lo que el grandulón quiera decirte – masculló con sarcasmo. 

-Es una invitada del general – dijo Marik. 

-Invitada ¿eh? –  repitió la muchacha aun dándoles la espalda. 

-El general quiere que la atiendas aquí por unos días.  

Marik era leal al general del ejército nórdico, Nash Vasiliev. Su postura recta y estilizada se sincronizada con su expresión seria y adusta. Era un hombre apenas dos años mayor que Neil, de musculatura pronunciada y alta estatura, muy común de los nórdicos, pero el aire de muerte que emanaba de él era intimidante para quien lo miraba mucho tiempo.

-Que ridículo, pero como sea, su invitada necesitará ropa – el único sonido que escuchó de Marik fue el de un gruñido. Solo entonces la muchacha se giró para caminar hasta quedar frente al hombretón – siempre es un no placer saludarte, grandulón. Pero, sabes una cosa, aún tienes mucho que aprender del amo que al que mueves la cola cuando te tira un hueso – la diversión en esa última frase se disipó por completo, había mucho resentimiento en sus palabras. 

En ese corto intercambio Neil entendió dos cosas: en principio que esa no era la primera vez que se encontraban y la segunda era que esa chica sentía un profundo odio a su padre. 

-No tiene permitido salir de este lugar – Marik ignoró a la muchacha y siguió dando las instrucciones de Nash. 

El rostro de Neil dibujó un gesto de confusión. 

-Ahora lo entiendes – seguía hablando la muchacha –, como tu invitada se transformó en tu prisionera 

-No estás en condiciones de quejarte – esta vez sí contraatacó Marik con cierta irá rugiéndole de los poros –. Es simple de entender, si sales de aquí; mueres. 

-Si Nash me quisiera muerta ya lo estaría, tú – clavó un dedo en su pecho – no puedes ir contra sus órdenes, incluso si aquí y ahora amenazará la vida de Larissa; tú no podrías acabar conmigo. Ni siquiera eres capaz de pensar por ti y por eso mismo no serás capaz de proteger lo último que te queda. 

Neil lo sintió en la piel, ese sentimiento de supervivencia que golpeaba los latidos del corazón cuando el peligro se avecinaba. Sintió erizarse el vello en su piel. No conocía a Marik en absoluto, pero notó por la forma en que apretó sus manos en puños, que era una amenaza a alguien que Marik conocía. Con lo cerca que estaba Marik de ella no era difícil que él la alcanzará, pero sus manos se mantuvieron en su sitio. Al igual que Neil, ella también bajó la vista a las manos de Marik. 

-Lo ves. 

-Detente – exigió Neil – No permitiré que hables de mi padre frente a mí. 

Ella lo miró por segunda vez en ese periodo de tiempo. Sus ojos destellaron en un instante más corto que un suspiro; vio miedo, que fue cubierto con la misma rapidez por extrañeza y por último decepción. 

-Llevas la fuerza de un nórdico en tus palabras, pero es el linaje austral el que te permite llamarlo padre – le respondió ella –. No lo olvides Neil.  

La mirada se prolongó lo que dura un parpadeo y luego volvió a girarse hasta Marik. 

-Supongo que aun tienes algunas cosas que decirle que yo no tengo que escuchar. Así que voy a tomarme el total descaro de buscar mi propia alcoba. 

Con este último comentario, se alejó y subió las escaleras a la segunda planta. Cuando ya no hubo rastro de su presencia, Marik habló nuevamente. 

-El general necesita que averigües porque ella vino hasta aquí. 

-No parece ser alguien que me lo dirá a las buenas. 

-Es el general quien te pide que lo hagas 

-Y lo haré, pero no esperen mucho. 

-Cualquier información, aunque parezca trivial, sirve. Y si consigues algo de utilidad, los líderes están dispuestos a dejarte iniciar tu entrenamiento del aurum. 

A Neil se le fue muy difícil convencer a los líderes de que era digno de cargar con todos los secretos de la utilización del aurum nórdico. Si le estaban ofreciendo tal trato, aquella chiquilla era muy importante.

En otras circunstancias probablemente se habría preguntado: “¿Por qué alguien de semejante influencia, le era dado para cuidarla?”, pero esas circunstancias ya no aplicaban ahí porque confiaba en cualquiera cosa que su padre estuviese ideando. 




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