La cena transcurrió en silencio, Vanya sabía que algo estaba pasando, pero no sabía que. Hace un rato en la cocina Neil había dicho algo ininteligible a lo que ella le pidió que lo repitiera y él solo lo negó, desde ese instante no había dicho algo más.
El único sonido que los acompañaba era el de los cubiertos golpeando el plato, cuando hubieron terminado Neil recogió los platos sucios como siempre hacia y huyó de vuelta a la cocina. Estaba tan inmerso en lo que hacía que no escuchó ingresar a Vanya.
-¿Neil? – él se sobresaltó y un escalofrió le recorrió la columna vertebral.
-¿Qué pasó? – respondió con brusquedad.
-¿Puedes prestarme cualquier cosa de tu guardarropa? No tengo mis cosas a la mano.
Estaba terminando y mientras secaba sus manos, recordó la desnudez en su nueva alcoba, ese recuerdo guió su siguiente pregunta.
-En la tarde en la alcoba, cuando ingrese ¿qué hacías?
Vanya hizo un ligero mohín –. Iba a tomar una ducha, pero recordé que llevaba puesto esto mismo hace dos días, así que me arrepentí.
-Vamos – respondió él para que lo siguiera, mientras subían la escalera preguntó – ¿Dos días?
-Supongo que Marik no te lo dijo. Hace dos días me encontraron y he pasado retenida en el cuartel general hasta decidir que hacer conmigo – Vanya buscó una manera de que él no preguntará sobre como la hallaron, así que concluyó diciendo –. Si lo que te preguntas es si apesto, la respuesta es sí.
Ella escuchó un graznido que lo identificó como una risa disimulada, a lo que ella también sonrió tras de él.
En la alcoba Neil, buscó cualquier cosa que le quedara entre sus cajones. Al final le pasó un pantalón de franela a cuadros, una camiseta y un suéter de cuello alto gris.
-Gracias – le dijo ella y marchó su camino hasta la puerta y antes de salir se giró para decirle algo –. Descansa Neil – y se marchó
***
Neil se habia cambiado y estaba metido entre las cobijas de su cama, solo el sueño podía aplacar su apesadumbrada cabeza. Sin embargo, no funcionó, dio vueltas y vueltas entre las cobijas. Cuando se hartó intentó bajar a la cocina por un vaso de agua, pero sus pies lo llevaron una vez más frente a la puerta de Vanya.
“Cuando vea que esta dormida, me rendiré", se dijo.
La puerta chirrió un poco cuando la abrió.
-Hola – le respondió la voz de ella desde el sillón que había movido para quedar en frente de la ventana. Ese día había luna llena, sentada ahí podía verla y recordar su hogar.
-Solo quería… ver si estabas bien. Hace frío y olvidé decirte donde están las mantas.
Aunque la casa fuera mucho espacio para una persona, su padre siempre mandaba a alguien para que mantuviera la casa limpia y las camas tendidas aunque nadie se acostara en ellas.
-Si las encontré, no te preocupes – señaló una manta sobre la cama y la otra sobre su regazo. En ese momento Neil notó el objeto en su mano, parecía ser un anillo con algún adorno en él.
-Genial – caminó lentamente cerca de ella – ¿Qué hacías?
-Solo pensaba – escondió el objeto en un puño –, pero ya me dio algo de frío – se incorporó sobre sus pies y cerró la cortina, la única luz era la de la lampara. Vanya alzó las cobijas de la cama, pero antes de meterse en ellas lo miró a él.
-¿Neil, puedo pedirte un favor?
-Mmm.
-¿Te quedarías conmigo hasta que me duerma? – Neil no sentía burla en su tono, sino algo así como una leve suplica envuelta en capas de simple interrogación –. Está bien si no quieres yo...
-Lo haré – se sorprendió a si mismo con esa respuesta, pero no sé arrepintió.
-Gracias – dijo ella con una sonrisa y entonces Neil entendió porque había accedido, era su sonrisa. Le gustaba la expresión que tomaba su rostro cuando ella sonreía, cuando no lo hacía parecía que ella cargara con el peso del mundo; su sonrisa hacía que se iluminara todo su rostro como también provocaba que apareciera un hoyuelo cerca del puente de la nariz.
Ambos se recostaron en su lado de la cama, de manera robótica mirando hacia el techo. El silencio se apoderó de la habitación, pero no uno incómodo, para Vanya era como recordar cuando era niña y ella y sus hermanos acampaban en las noches de luna llena y cielo estrellado, en el patio de su casa.
-¿Puedo preguntarte una cosa, probablemente muy intrusiva? – articuló Neil aun mirando el techo.
-Puedes, pero decidiré si la respondo.
-¿De dónde conoces a Marik? – silencio y esta vez del incomodo se instaló entre ellos –¿Mala pregunta?
-No es eso, solo que probablemente no te guste lo que te diré.
-Igualmente me gustaría saberlo.
-De acuerdo – tomó una bocanada de aire y continuó –. Hace diez años Marik mató a mis padres – dijo Vanya sin adornar las palabras, pero Neil notó que le costó decir esa cruda verdad – Vivimos una guerra constante y lo que te enseñan desde el primer momento en que controlas el aurum, es a matar. La muerte solo se cobra con más muerte y mi perdida la cobré con la vida de su mejor amigo, lo que creó más roce entre los dos. Hace un par de años Marik intento matar a mi hermano, y hace un par de meses supe que también tiene una hermana, Larissa.