Tierra Oscura

CAPÍTULO 9. ¿AUN ME ELEGIRÍAS? 

En el momento que Nash abrió los ojos recordó lo que había salido mal. Alzó la mirada y se encontró Marik, quien le dio un asentimiento de cabeza, volvió a recostarse viendo el techo de aquella habitación. Su cabeza descansaba sobre una almohada improvisada hecho de alguna prenda, pero con ello sentía punzadas de dolor. 

-¿Qué ocurrió? 

-El ducto de ventilación colapso y cayó sobre su cabeza, señor. 

Asintió, el temblor que la maldita chiquilla ocasionó hizo que él mismo se asustara de que la Torre llegara a derrumbarse. 

-¿Qué pasó con ella? 

-Aún sigue dentro de la cámara. 

-Estás loco – se puso en pie obviando su dolor de cabeza – como permites aun siga ahí. Si... 

Lo que le detuvo de seguir regañando a Marik fue la escena de ella recostada sobre la pared, durmiendo. 

-¿Qué pasó después de que quedara inconsciente? 

Marik guardó silencio y meditó como hacerlo sonar no tan insultante. 

-Marik - volvió a ladrar el general con voz autoritaria. 

-Ha pasado alrededor de una hora, señor – aclaró su garganta y luego solo soltó el resto –. Dijo que se aburría de esperarlo y se durmió. 

El rostro de Nash se enrojeció de ira. No solo casi acaba con la Torre, sino que ahora se burlaba de él. No se hubiera enfadado tanto si ella hubiera conseguido huir, el que se quedará a esperarlo era un claro mensaje de que ella tiene el control sobre su libertad. 

-Llévala de regresó – recitó con la mayor calma que halló. 

-Sí, señor – Marik que estaba por abrir la puerta de la cabina se detuvo cuando el general le dijo “No”. 

-Que se encarguen los gemelos – Marik regresó su mirada con sorpresa – ¿No me escuchaste? 

Marik volvió a su expresión de obediencia –. Entiendo señor. Los llamaré. 

Salió de la habitación con una leve mirada al cuerpo de la muchacha en el suelo del otro lado del cristal. La empatía era algo que había conseguido limitar, Marik siempre supo que él se encargaba del trabajo sucio por lo que desarrollar empatía solo dificultaba su deber, pero estuvo a un hilo de sentirla por aquella muchacha. Larissa y ella más o menos eran de la misma edad lo que las hacia el blanco perfecto para personas como los gemelos, quienes habían adquirido su fama contabilizando sus victorias con rehenes femeninas. 

*** 

En el momento que Neil pisó la capital a su regreso, instantáneamente algo se sintió diferente, el constante efecto rutinario de la ciudad no estaba ahí. Dorian, quien se mostraba muy firmemente a ser agradable con él, no se calló cuando le preguntó qué había ocurrido. Y con la información de primera mano, inmediatamente entendió que su ansiedad era porque su padre estuvo en la Torre. 

No paró hasta que vio con sus propios ojos la salud de su padre, le tranquilizó diciendo que solo sufrió un golpe que no era grave. Para el momento en que Neil salió del despacho de su padre, la ansiedad no había mermado en absoluto y mientras más se acercaba a casa más opresión sentía en sus pulmones.   

Insoportable silencio le esperaba cuando llegó, el sol ya se había ocultado la luz de la luna era lo único que alumbraba levemente la sala. 

-¿Qué carajos?  

Escapó de los labios de Neil cuando prendió la luz de las bombillas. La mesa del comedor estaba partida por la mitad, las sillas caídas y esparcidas por el suelo en total desorden. Los platos trisados sobre el suelo no era el más sin sentido que había visto, probablemente ese lugar hubiera sido para las gotas de sangre que se camuflaban con el oscuro mármol, pero no fue así. El corazón de Neil se desbordó en el momento que reconoció la prenda de su guardarropa que la noche anterior se la había dado a Vanya. 

Corrió escaleras arriba sin querer imaginar lo que había pasado. Buscó en su alcoba, pero no había rastro de ella más que el desorden de la cama de cuando probablemente se despertó, con la sensación en la piel de pánico siguió buscando en el resto de las habitaciones, pero nada daba señal de que siquiera haya ingresado en ellas. Fue cuando en el silencio de agitaba respiración lo escuchó, el sonido de vidrio resquebrajándose sobre el suelo. 

Corrió a la que era la habitación de él y un suspiro calma le siguió cuando vio la luz bajo la puerta de su cuarto de baño. 

-Mierda. 

Escuchó Neil desde el otro lado de la puerta. 

-Malditos hijos de perra – seguían los insultos –. Si no fuera por Marik, juró que los habría castrado. 

Otra botella cayó al suelo y un gran gritó de frustración le siguió. 

Neil no se paró a pensar cómo proceder, solo intentó abrir la puerta, la cual no cedió. 

-Maldita sea. Me asústate – gritó Vanya desde el otro lado. 

-Abre la puerta. 

-¿Neil? – cierto alivió sintió en el tono de su voz –. Sabias que tardaste mucho imbécil. 

-Ábreme – volvió a forcejear con el picaporte. 

-Te tocará romper la puerta, no estoy muy segura de poder levantarme sin caer de cara. 




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