Para Neil el aroma de la piel de ella era embriagante. El pensamiento de acercarse más y no solo olerla sino también poder sentirla embargo cada fibra de su cuerpo. Sin embargo, la idea de hacer eso le llevó por otros pensamientos nada puros.
Sintió su garganta resecarse, por lo que se aclaró y se alejó de ella con mucha dificultad.
-No es muy grande – dijo en una respuesta rápida.
Ella se rió de su torpe comentario –. No es representativa por el tamaño que tiene, más bien es por el motivo por el que está ahí – ella mismo tocó el borde de la marca –. Es un recordatorio de lo frágil que pueden llegar a ser muchas cosas – esta vez sonrió con tristeza.
Hay heridas superficiales como esas que sanan con el tiempo y el tratamiento adecuado, hay otras que en lugar de ser físicas son emocionales. Y hay heridas como aquella que Vanya tenía tras su cuello que era una combinación de ambas. Una marca superficial en la piel pero que fue grabado con fuego en el corazón.
Cuanto Neil quiso preguntar más sobre el tema. Marik entró por la puerta sin avisó y le informó que debía partir para cumplir con el mandato de su padre. Neil arrugó la frente por esa intromisión, que se estaba haciendo tan usual esos días. Despidió a Marik y marchó a su alcoba a cambiarse, para el instante en que regresó con ella, la encontró dormida en el sillón que mantenía cerca de la ventana.
La imagen se combinaba la luz del atardecer de invierno entrando por la ventana y la figura de ella acurrucada en el sillón, con una simple manta sobre sus piernas. La paz que irradiaba para Neil no le permitía marcharse aún. La admiró un corto tiempo, grabando tanto la imagen como la sensación, después fue hasta ella y se acuclilló a sus pies.
-¡Hey! – movió levemente sus piernas.
-Mmm.
-Deberías usar la cama – levemente ella abrió un solo ojo para mirarlo desde arriba.
-Llévame hasta ella – le dijo con somnolencia mientras volvía a acomodarse.
Vanya no esperó que realmente lo hiciera, así que cuando él la tomó en sus brazos abrió muchos los ojos en sorpresa. Y debido al movimiento abrupto ella soltó un gritillo molesto, por lo que tapó su boca con ambas manos, mientras que a todo esto Neil se reía.
-Listo dormilona – dijo él cuando la colocó sobre el colchón.
-Eres un excelente anfitrión – le recalcó ella.
Intercambiaron una larga mirada significativa entre ellos –. Deberías irte – declaró Vanya
-¿Quieres que me vaya? – él arrugó el ceño, la respuesta de ella se vio apagada cuando la madera de puerta siendo golpeada los distrajo – ¿Qué pasa con este sujeto estos días? – preguntó Neil en voz baja hacia ella ante esa horrible manera de interrumpir de Marik. Vanya solo se encogió de hombros y negó con la cabeza, la puerta volvió a ser golpeada –. Santo cielo, ya salgo – gritó a Marik y solo entonces pareció que se detuvo. En un último acto él le dio un casto beso sobre la frente y se marchó.
Ella lo vio desaparecer de su campo visual –. No – musitó en voz baja para que los oídos ajenos en su alcoba no la escucharan, llevó su mano a aquella cicatriz detrás de su cuello –, nunca buscaría que te fueras otra vez.
***
Su padre le había notificado que en esa tarea no estaría solo. Sin embargo le fue extraño que Marik lo escoltara, se sobreentendía que su cometido fuera del departamento era cuidar de Vanya. Sus alertas se encendieron en el momento que se que toparon con algunos soldados en la planta baja.
Hicieron un asentamiento de cabeza a Marik, entonces Neil se detuvo.
Neil entendía que Marik era tan delicado como la lengua de un gato envuelta en liga, y es bien sabido que él cuidaba que Vanya no escapara. La cosa estaba en que Neil se sentía más cómodo con él vigilándola, en lugar de otros extraños. Marik no desobedecería una orden de su padre, lo que le daba cierta seguridad a Vanya.
-No – sentenció. Hizo una señal a Marik –. Tú te quedaras.
-El general dijo…
-Yo responderé ante mi padre – interrumpió Neil a que un soldado empezaba a alegar.
Cada uno de los soldados regresaron la mirada a Marik, quien no tenía tiempo de discutirlo. Por lo que soltó un gruñido y terminó asintiendo hacia los soldados. Debían haberse marchado hace mucho.
Marik regresó a su habitual puesto de escolta.
Su comunicador dio una alerta y contestó.
-¿Se ha ido? – le decía el general desde el otro lado.
-Sí señor.
-¿Qué ocurrió?
-Ordenó que me quedara. No parecía querer ceder, así que accedí.
Silencio se escuchó durante un rato –. Hiciste bien, lo importante ahora es la reinstalación de los transductores.
El general mantenía a raya cualquier tipo de información a Marik, pero lo años de servicio le habían enseñado un par de cosas sobre él. No entendía el problema principal, mas si sabía que solo quería apaciguar a los lideres. Tampoco sabía el trato que había entre la chica y el general, pero si la existencia de uno.
Nunca había preguntado las decisiones que motivan a su jefe y no empezaría en ese momento.
-El departamento de la tercera planta está libre. Mantén a la chica ahí durante un par de horas.
-Entendido.
Tan pronto como la transmisión se cortó Marik ingresó en busca de la chica. Fue directo al último lugar que la vio. Abrió la puerta y en la habitación la encontró recostada boca arriba sobre la cama, sus brazos extendidos hasta la altura de sus hombros y sus piernas totalmente estiradas.
Marik se frenó de decirle cualquier cosa, pues lo que esa chica siempre hacía era mostrarse a la defensiva cada vez que él estaba cerca y ahora la veía tan sosegada que era inusual.
Ella giró su cabeza para encontrarse con Marik y en una infinitésima de segundo ya estaba arrugando el ceño.
-¿Ahora qué? – se quejó ella.
***