Ella se agarró del guion que Neil creó, y siguió con él. Saludó a Dorian con toda la normalidad que pudo dado el escrutinio de Marik.
Neil mantuvo una conversación con Dorian. Vanya solo se mantuvo en silencio en ese corto trayecto.
Lo que Vanya imaginaba que encontraría al entrar era todo lo contrario con lo que realmente vio. Esperaba toparse con muchos maniquís de eso de tienen los sastres y una cantidad considerable de mesas llena de hilos, agujas y telas.
Lo primero que llamó su atención fue que el piso de madera no rechinó bajo su peso. Un candelabro de araña en la mitad del blanco techo era la luz más significativa del lugar, aunque en las paredes, de un color beige, se divisaba unas pequeñas lámparas que también le brindaban claridad.
La chimenea al fondo de la habitación estaba encendida, alejando el frío que podía colarse del exterior. Había un solo maniquí de sastre junto a una ventana que vestía un blazer blanco, en el resto de espacio sobrante había un sofá, dos sillones y una pequeña mesa de centro redonda.
En la pared más alejada se ubicaban unas escaleras. De ellas bajaba una mujer alrededor de los cuarenta y tantos años, unos lentes redondos descansaban sobre el puente de su nariz y cabello cano se recogía en un moño estilizado.
-Sr. Neil – hizo un asentimiento solemne.
-Loretta – saludó Neil –, te la encargo – señaló a Vanya.
-Mucho gusto – dijo Vanya y tanteó el terreno como hizo con la muchacha que los recibió. Si estaba molesta por la presencia de ambos no hizo que se tomara el disgusto.
-Igualmente – respondió con naturalidad. Su atención volvió a fijarse en Neil –. Tomaremos las medidas de la señorita y confeccionaremos algo de su agrado.
-¿Cuánto llevara eso? – preguntó Neil.
-Bien sabe que el festival del amanecer escarlata se aproxima. Tenemos muchos pedidos pendientes. La solicitud de la señorita no sería atendida hasta después.
En lo que Neil meditaba las opciones Vanya se le adelantó.
-¿No tiene ropa, ya, confeccionada?
Loretta miró algo confundida a la muchacha, y tras un lapso le respondió con duda.
-Lo hay, pero no estoy segura de encontrar algo que le guste.
Si tanto la hija menor de Nash y su esposa eran atendida exclusivamente en ese lugar, no era de extrañar que pudieran tener almacenada ropa de mujer.
-Solo necesito algo cómodo. La ropa de Neil es abrigada y es una ventaja genial, pero es increíblemente grande que hay veces que molesta.
Y aunque Vanya realmente no estuviera ahí por la ropa, no mentía en lo último. Dormir con esos pantalones extremadamente flojos solo hacía que ella se enredara con las sábanas, sin contar que las grandes aberturas en el cuello de sus camisetas o suéteres rodaban hacía un lado dejando al descubierto sus hombros.
Loretta asintió – Podemos hacer eso, probablemente nos toque reajustarlo a tu talla, pero ya es un trabajo menos arduo.
– Dejo todos esos detalles en sus manos – dijo Neil.
Dándole un beso en la frente a Vanya, se alejó hasta uno de los sillones. De la mesita recogió un libro y lo abrió.
Loretta guió a Vanya hasta el piso de arriba. Dorian por su lado le comentó su problema a la muchacha pelirroja y esta le hizo ir tras una puerta en la misma planta inferior. No lo miró desaparecer porque temía que Marik los viera, pero sabía que debían buscar el momento y planear lo siguiente que harían.
El piso superior, si tenía la primera visión que Vanya imaginó. Estanterías con largos rollos de tela en diferentes texturas y colores. Un par de maniquís con prendas a medio confeccionar. Una gran mesa con retazos de tela, moldes de las prendas en papel, carretes de hilo con variedad de colores.
-Espera aquí. Tara subirá en unos minutos a ayudarte.
-De acuerdo.
Vanya navegó alrededor de la gran mesa para echar un ojo a los bocetos, hubo uno que llamó su atención. Era un vestido largo, ceñido a la cintura. Diseñado para dejar al descubierto los hombros y la espalda. Nada inusual de cualquier otro vestido, pero la caída de la tela y el corte era embriagante para el ojo femenino y evidentemente Vanya no era inmune.
-No te incumbe ver eso – la pelirroja le arrebató el boceto de las manos y lo colocó en la mesa boca abajo.
La muchacha le dio una última mirada de púdrete, para después aventurarse en sacar unas perchas con prendas de vestir. Tras un breve momento cada una de las prendas compartían un aspecto en común que para Vanya resultaba y tanto agobiante.
-¿No hay algo más relajado? – las prendas eran fabulosas claro que sí, el problema era que entre faldas, vestidos y abrigos de piel, ninguna resultaba adecuada solo para mantenerse abrigada y cómoda.
-Si no hay algo que te agrade deberías marcharte – respondió la muchacha olvidándose por completo de la cortesía.
-Tampoco me agradas ¿sabes? – como la muchacha estaba tratándola no le importaba realmente, pero necesitaba enserio deshacerse de ella por un tiempo significativo –. Lamentablemente para ambas, no me marcharé hasta conseguir lo que vine a buscar. ¿Quieres marcharte? Hazlo, realmente no te necesito ¿Quieres quedarte? Pon más empeño en ayudar, que en emitir comentarios.
Vanya vio como las mejillas de la muchacha se tornaba roja de la rabia.
-Estás loca si piensas que te perderé de vista por un minuto – desapareció en el mismo cuarto de donde saco las perchas, luego regreso con una pila de ropa que se la dio – el probador esta allá.
Vanya recogió la ropa y se encerró en el pequeño cubículo, en una esquina había una especie de taburete. Se sentó en él y dejó salir un pequeño gemido. Sabía que la lesión en su rodilla se recuperaba bien, pero en los últimos días no le había dado el descanso que realmente necesitaba.
Descartó cualquier prenda rosa o roja de lo que se le había cedido, al igual que cualquier cosa con una tela ligera, esos días había estado muy fríos. Al ojo escogió los pantalones que sabía le quedarían y separó las camisetas y sudaderas que más llamaron su atención.