Dorian nunca lo dijo y aun así Vanya lo entendía, se sentía cautivado por Larissa.
La coincidencia les dio una abertura directa a Nash, pero estar en cercanía con ella era peligroso de mil maneras distintas.
-Solo conseguirás que nos maten a todos – alzó la mano para acallar sus palabras antes de que él las dijera –. Y antes de que digas nada, “con todos”, me refiero a ella también.
Ahí estaba la mirada de indolencia, el acero filoso que brillaba con la oscuridad. Dorian sintió un escalofrió recorrer su espina dorsal. La Vanya que venía con esa sombra solo tenía como objetivo herir y las peores heridas eran las no físicas.
-Si llega el día en que todo se descubre, yo misma acabaré con su vida, si tú no puedes hacerlo – masculló tan bajo, pero con precisión en cada palabra – y sabes que será lo más benevolente que le pasaría.
Dejó flotar en el aire lo que no dijo, pero él lo entendía muy bien. El general terminaría por matarla, por supuesto, el problema era cuánto tiempo tardaría para hacerlo, cuánto sufrimiento vendría antes.
***
-Eso fue rápido – dijo Neil cuando la vio medio cojear y medio caminar hacia él.
-Es a lo que yo llamo eficiencia – sonrío.
-Regresemos a casa, me preocupa tu pierna.
-Te dije que estoy bien.
-Sí, eso sigues diciendo.
-Si fuera tan malo no podría ni caminar.
-Aún así no deberías de esforzarla mucho.
-Tienes razón.
- ¿Qué?
-“¿Qué?” – ella arrugó la frente.
- Acabas de darme la razón.
Y es que en los últimos días se le habían pasado peleando por ese mismo tema y ella siempre encontraba la manera de rebatir (algunas veces caprichosamente) cada cosa que él decía.
-Me retracto.
-Es tarde, porque viví para escucharlo.
Ella rodó los ojos algo irritada, pero cuando Neil le tomó de la mano ella no lo rechazó. No era necesario hablar para sentirse cómodos en el silencioso camino hasta la salida. Saber que podía regresar a casa era reconfortante, tanto que estuvo a nada de no buscar pelear con la muchacha que pasó empujándola.
-Cuando lo escuché no lo creí – dijo la dueña de cabellera rubia, alta y piel blanca.
Vanya no se detuvo mucho tiempo para adivinar quién era. El azul pálido de sus ojos era el mismo que el de su padre –. "Escuché", pero no me dijeron – dijo a nadie en específico y aún así lo suficientemente alto –. Escuchar conversaciones es asqueroso ¿sabes? – solo entonces clavó la mirada en la alta rubia frente a ella.
-Cuida lo que dices.
-Qué fea costumbre la de ofenderse con la verdad.
-Kara… – Neil estaba dispuesto evitar un desastre.
-Controla mejor a tu gata – reclamó la princesa nórdica, quien ya estaba por girarse y seguir su camino al interior del edificio, claro que Vanya tenía una última cosa más que decirle.
-¿Y quién te controla a ti? Porque apostaría que lo que tienes de bonita, lo tienes de estúpida.
Estaba enojada, esa era la verdad. La conversación con Dorian le había dejado con ganas de golpearlo. Ya que no lo había hecho, solo tiraba su frustración en la hija de Nash. Y ella colaboraba al ser fácilmente irritable, tal vez por el hecho de que nadie la desafiaría.
La vio elevar su brazo en el ángulo que predecía una bofetada, para Vanya no sería ningún reto esquivarla, solo se preparaba para el momento adecuado en el que lo haría. Antes, el movimiento de su mano se frenó y la sorpresa en los ojos de Kara le dijo que, en definitiva, no se debía ella.
Cuando ambas notaron lo qué sucedía, instintivamente miraron a Neil. Él la sujetaba del delgado antebrazo. Kara arrugó la frente con mucho más desagrado.
-¿Qué crees que haces? – gritó mientras tiraba su brazo de vuelta.
-Es lo que yo te preguntó – él habló manteniendo la calma, pero en su cauta postura se sentía un peligro palpable qué inclusive la hija de Nash lo notaba en la piel.
Un pinchazo de nostalgia atenazó el corazón de Vanya. Esa fría mirada se mezclaba con un mismo él de antaño.
-Estás cruzando la línea – le dijo Kara con cautela.
-A mí no me lo parece – respondió él sin retroceder –. Asumo que tienes prisa, igual nosotros.
La ferocidad de su antiguo yo pisaba con firmeza cada paso y aun así no olvidaba la gentileza con la que siempre trataba a Vanya. Tiró de ella, pero avanzó a su ritmo. No la miró, pero le dio un apretón en su mano en señal de apoyo. No le dio aquella sonrisa con la que una vez le dijo que la protegería, pero sentía la esencia del pasado en sus acciones. Era suficiente, ese momento, era suficiente.
***
Después de aquel día todo pasó con suma normalidad que en cierto punto le perturbaba a Vanya.
Su pierna había mejorado, su nuevo lote de ropa había llegado y aunque Neil nunca lo admitiría, ella juraba que era él quien infiltraba un par de sus enormes camisetas en los cajones de su ropa. Todo se esclareció aún más cuando en aquellos días que las usaba para dormir, él disimulaba una sonrisa.