Tierra Oscura

CAPÍTULO 24. ESTANCADOS

Aun con la respiración agitada y con una fuerza de voluntad que Neil no entendió de donde vino, se separó de ella. Puso ambas manos sobre cada una de sus mejillas e hizo qué Vanya lo mirara.

- ¿Deberíamos parar? – preguntó con angustia –. Si no es ahora, dudo que pueda hacerlo luego.

Un solo segundo más y todo pudo haber acabado en otras circunstancias. Ella cerró los ojos y apoyó la cabeza sobre el pecho de Neil.

-Por favor paremos – su voz salió en un tono lastimero por la falta de aire.

En ese corto instante que se apartó del escrutinio de Neil, ella consiguió enchufar las ideas con su mente. Fácilmente se olvidó la verdadera situación que se cernía sobre ellos.

Entonces, lentamente el abrazo que la calentaba se alejó dejando un aire frío a su alrededor. Cuando su tacto no volvió, presintió que algo iba mal. Miró a sus ojos, y vio una tormenta que acompañó a sus labios fruncidos.

Él podría no saber quién era, pero Vanya lo conocía muy bien. Aunque sus recuerdos no estaban en el lugar que correspondían, conocía la expresión que hacía en ese instante y conocía lo que pasaría si no decía algo antes, mas fue Neil quien botó la primera carta.

-Lo siento – balbuceó, para luego girarse y encerrarse en su alcoba.

***

Cuando ya se podía considerar un horario adecuado para iniciar las actividades, Vanya estaba de pie exigiéndole a Marik hablar con Nash.

-No necesito hablar con él en persona – rodó los ojos – Solo contáctalo por el comunicador.

Se mantenían hablando en el pasillo fuera del departamento debido a los micrófonos. Tras varios minutos fue el mismo Nash quién los contactó primero.

-Quiere hablar con usted – con cualquiera que haya sido la respuesta Marik le pasó el dispositivo.

-Gracias – rodó los ojos mientras Marik los atisbó.

Sabía que lo que le pediría a Nash no era un absoluto a qué accediera, pero aún tenía esa ficha temporal con que chantajearlo.

-Tenemos un trato – continuó ella apelando – y puedes verlo como terapia de rehabilitación después de lo que hicieron tus brutos.

Más evasivas, a ella no le quedó más remedio que meterse con su orgullo, como siempre.

-Por favor. No lograste llegar donde está solo porque la suerte te ayudó, si no puedes conseguir mi muy minúscula petición ¿Quién demonios eres?

Silencio. Vanya sonrío y Nash accedió.

-Como siempre un...– empezó a decir, pero Nash cortó la comunicación antes de terminar la frase –... gusto.

***

La noche fue una tortura, apenas si había conseguido dormir algo. Neil aún no estaba listo para salir de la habitación y encontrarse con ella. Por lo menos debía pedirle disculpas, adecuadamente.

En medio de la madrugada volvió a buscarla y se encontró con que la puerta estaba asegurada desde el interior.

“Sabía que vendrías”, se alejó de nuevo a su alcoba “, pero ella no quiere verte.”

Se quedó despierto mirando el techo por un par de segundos. O minutos. O quién sabe incluso horas. No podía decir si ella se había levantado y estuviera rondando por la casa, porque Vanya hacia ruido solo cuando quería ser notara y ese mutismo repentino, solo agitaba más la ansiedad.

El momento en que llegó a sentirse menos cobarde, apartó las cobijas de su cuerpo y marchó a lo inevitable. Con un pie fuera de la alcoba notó dos aspectos principales: el primero, Vanya no dormía, la puerta de su alcoba estaba abierta y el segundo; sus nervios se disparaban con cada paso. En el momento que alcanzó el umbral de la puerta, frenó.

Estaba de espalda a él, su cabello recogido en una coleta. Aquella imagen tan simple lo transportó a la tarde que la vio en su sala. Se sentía como si hubiera pasado un mundo desde aquel día.

- Hola – saludó.

Los músculos de sus hombros se tensaron y comenzó a girarse hacia él, quién estúpidamente esperó encontrarse con una de sus sonrisas. Con evidencia de sobra, no fue el caso.

Aún era temprano y la poca claridad de días anteriores, no había hecho acto de presencia. Las luces apagadas y las cortinas corridas. Y entonces su mirada. No mostraba enojo o tristeza o decepción. Nada, no había nada en ella. El peso de la fría y oscura escena hizo que las palabras murieran en sus labios.

-¿Podemos hablar? – intentó una vez más.

-Ahora no tengo tiempo – recogió un abrigo para nieve y pasó junto a él sin detenerse.

Cuando entendió la implicación de ella llevándose el gran abrigo, corrió a su encuentro.

-¿A dónde vas? – sin respuesta – Espera – una vez más sin respuesta.

La ansiedad aumentó, sujetó su muñeca para detenerla.

-Lo lamento – casi gritó.

Vanya tomó su mano de regresó y esa segunda vez que lo miró, la furia estaba en cada parte de ella.

-¿Qué lamentas?




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