Nash vacilaba con la libertad con la que Vanya gozaba. Y ella se daba cuenta en la cantidad de tiempo que despertaba en un departamento vacío. Aunque no tan vacío si se contaba con la presencia de Marik, su vigilancia se trasladó al interior.
La mirada usual de seriedad en Marik fue reemplazada por otra que Vanya no entendía, pero que le respiraba en la espalda.
La sentencia de silencio que Nash le impuso llevaba una doble dosis si metía a Marik en la mezcla: siempre percatándose de lo que ella hacía, siempre esquivando la interrogación tácita que Vanya preguntaba en una mirada.
No había diferencia si Marik estaba fuera o dentro del departamento, él nunca se movía de su puesto cerca de la puerta. Cuando ella entraba a la cocina él estaría mirándola, o cuando mirara por el gran ventanal de la sala, la presencia de su ser frívolo también estaría ahí. Los pensamientos de Vanya se veían contaminados con el asecho de lo que parecía ser un animal herido.
—Esto no está funcionando, grandulón —le dijo ella un día—. La piel de acosador que estas vistiendo, es perturbadora —no obtuvo ni un gruñido de respuesta—. Vamos a cambiar el enfoque ya que estamos atrapados en este lío de tu amo. Hoy comeremos juntos —esta vez sí recibió un ceño fruncido—. El único daño que podrías recibir es que te ahogaras con un hueso de pollo, y eso ni siquiera correría por mi cuenta.
Sin aviso, Vanya le tomó de la mano y la sorpresa en Marik hizo posible que ella consiguiera moverlo directo al comedor. Pensar que el hombre grande le temía al tacto de una chica, Vanya disimuló una sonrisa.
—Siéntate —Vanya fue y regresó con dos platos de comida, se la sirvió a Marik y ella se sentó frente a él.
Marik se quedó mirando la sopa y luego a ella que también estaba concentrada en comerla. Sin mirarlo ella le deslizó una hoja de papel en la que decía:
«Tienes algo que decirme ¿Qué es?»
Marik alzó la vista y se topó con un lápiz cerca de su cara.
—Por favor grandulón —ella insistió con el lápiz—. La última vez que comiste mi comida no te pasó nada, y al parecer hasta te gustó —un gruñido, pero tomó el lápiz y luego se sentó para escribir de vuelta.
Dos palabras era la única respuesta escrita.
«Connor Sullivan».
Bastó y Vanya formuló una pregunta evidente con una mirada.
«Hay que hablar», fue lo siguiente que escribió él.
—Ni siquiera entiendo porque me molesto en invitarte — Vanya continuó con la charla, evitando que el silencio prolongado ponga en alerta a quienes los escuchaban —. Tu presencia no aporta sentido de cercanía.
«¿Dónde?», escribió de vuelta ella.
Rodó los ojos ante la respuesta de Marik.
«Lo sabrás pronto».
Vanya consiguió que él se tomara toda la sopa. Sin embargo, seguía dándole vueltas a lo que Marik conocía. Nash no lo sabía, o eso es lo que apuntaba esa rara conversación, pero le inquietaba lo que esa información en manos de Marik, significaba.
***
El viento gélido soplaba y dejaba insensible esas zonas de piel descubierta, mientras las hebras de cabellos se movían en desorden con la impredecible brisa. Solo resistiría un poco más antes de que sus extremidades se entumecieran lo necesario para sentir un picor de dolor, pero no el suficiente que le impidiera volver a bajar.
Una tela gruesa cayó sobre su cabeza y Vanya emitió un gemido apagado. Al quitarse lo que era un abrigo para nieve, se encontró con la postura de Marik que miraba hacia el exterior desde el hueco en la pared que algún día se convertiría en una ventana.
Los últimos pisos del edificio en el que Nash la tenía vigilada estaban a medio terminar, les faltaba el cristal de las ventanas.
Vanya había estado escapándose hace algunos días a ese lugar, en medio de las noches. Con tantas cosas pasando, sin esperarlo, consiguió cierta fuerza para crear hendijas profundas y escalar desde la ventana, ubicada en su supuesta alcoba.
El silencio que le acompañaba después de enfrentarse al frío exterior era embriagante, a la vez que solitario; pero necesario. Estaba a la delantera contra Nash, mas no siempre podía resultar de ese modo. Nash no llegó a su puesto solo con suerte, y aunque ella ha intentado hacerle creer que así lo piensa; la verdad era que conocía lo peligroso que podía ser.
Con Marik cerca su hilo de ideas se esfumó, aun así se colocó la chompa y esperó a que él hablara. Pasó un minuto y luego dos, el aire soplaba, pero Marik no se inmutaba.
—El General intentó lastimar a mi hermana —seguía mirando a la ciudad cuando lo dijo.
Vanya se mantuvo callada.
Un gruñido y volvió su mirada a Vanya, quien la enfrentó—. Ya lo sabías.
—Lo sospechaba —reflexionó—. Conseguí que lo traicionaras con una mentira que implicaba a Larissa. Solo me adelanté a lo que él quería evitar.
—¿Por qué la siguen vigilando?
—¿Me creerías si te lo dijera?
Marik clavó su oscura y tétrica mirada, Vanya no se apartó, miró lo suficiente para encontrarse con dolor y confusión. Algo que nuevamente ella volvía a ver en su propio reflejo.
Decirle que eso era responsabilidad exclusiva de Dorian, sería pisar una mina. Y había razones de sobra de cómo debía manejar con Marik.
Muchas verdades ocultas entre el pasado, y solo unas cuantas que podrían ser dichas esa noche.
—Larissa, ella… no es tu familia de sangre.
Desconcierto y finalmente fastidio se desdibujó en él.