Tierra Y Sangre yawar pacha, la guerra vampírica evanescente

Capitulo IV: ¡A Camún!

IV

¡A Camún!

Habían pasado tres semanas del entrenamiento del Fénix. Sin embargo, era insuficiente para derrotar a los vampiros. Mintor entonces permanecía desilusionado y el tiempo apremiaba.

Cuando llegó la hora de comer, armaron numerosas mesas y bancas largas para que pudieran comer cómodamente. El sol llegaba a medio cielo, después de todo, era agradable comer a la intemperie con el sol del verano. Todos los que estarían, comían y compartían con el rey. Pero faltaba Sadquiel, aún no llegaba. Gabriel no salió de su habitación para comer, lo había hecho desde que su amigo se había marchado, todos empezaron a preocuparse. El rey fue a verlo, pero Miguel le comunicó que no debería entrar pues Gabriel debía reflexionar y en realidad lo hacía por el bien de todos.

— No trates de impedirlo, Miguel —masculló el rey.

— Disculpe su majestad, no fue mi intención usted es el rey y esta es su ciudad...

El rey entró, y cuando vio a Gabriel no supo qué hacer, él estaba allí frente a la ventana de rodillas con los brazos caídos, parecía estar inconsciente y el rey al acercarse notó que su piel estaba de un color plomizo, como sin vida.

— ¿Acaso no ves su color? Está muerto —afirmó el rey—. Tenemos que encontrar al asesino.

— Tranquilícese rey Akarian, Gabriel no está muerto.

— Llevémoslo al sanatorio rápido —ordenó. —El rey se impresionó, necesitaba ver si respiraba. Cuando lo quiso tocar, Miguel le cogió la mano muy fuerte.

.— No lo toque, por favor; podría complicarse su regreso.

.— ¿De qué estás hablando? —Preguntó el rey—. Explícame, qué está pasando.

.— Gabriel no está acá, su majestad—. Me refiero a que su alma salió de su cuerpo. Está en un mundo espiritual —le aclaró.

— No entiendo, ¿a dónde se fue y por qué?, ¿cómo pueden hacer ustedes eso?

—El necesitaba asesoría, para eso que ustedes pretenden hacer dentro de un mes, no se preocupe por nada, nosotros no vinimos a hacerles daño, nuestra naturaleza es proteger por eso estamos aquí, confié en nosotros.

— ¿El Padre creador los envió? —preguntó.

— El Padre Creador se preocupa por todos; no lo divulgue, por favor, acuérdese que las noticias vuelan rápido y no sabemos si tiene ellos un espía que pudiera delatarnos.

— No se preocupe —contestó el rey—. No saldrá de esta boca hasta que la guerra se haya terminado.

— Me parece perfecto su majestad; elegimos bien con quien queríamos luchar para conseguir la paz.

— Gracias por el cumplido... —murmuró el rey.

— Se merecen más de lo que creen, además le seré sincero, majestad; el hecho de que los ayudemos, no significa que tienen la victoria asegurada, el mal es fuerte y cada vez crece por cada acto impuro que cometa cualquier raza. Le seré franco —le confío—, podríamos perder, pero prométame algo...

— Cualquier cosa...

— Nunca pierda la fe.

— No lo haré.

— Guie usted a su gente por el camino del bien

— Lo he hecho hasta ahora y nunca dejare de hacerlo

— La maldad no acabará con la caída de los vampiros, vendrán muchos más y hasta más fuertes, pero está en ustedes combatir eso y conservar la paz.

— Gracias por todo, y benditos sean.

— Vayamos pues a fortalecer al Fénix.

Salieron del palacio y continuaron con el entrenamiento. El rey recordó cuando miró la ventana de la habitación donde estaba Gabriel; esas semanas que habían pasado frieron demasiadas, pero necesarias; el rey no volvió a entrar en la habitación y ordenó que nadie lo hiciera.

Todos los del Fénix estaban terminando de comer, que por cierto, fue una comida abundante y deliciosa. El rey Akarian vio a los iluminados y se dio cuenta de que miraban en dirección al castillo. En eso, el rey sintió una presencia, efectivamente era Gabriel que se dirigía hacia la mesa, el rey se levantó. Gabriel y los demás lo hicieron también. Todos se mantuvieron de pie hasta que Gabriel se sentó, era una muestra de respeto hacia él.

— Disculpen la demora —dijo Gabriel apenado y preguntó ansiosamente — ¿habrá alimento para el que se retrasó?

— Hay comida para todos —dijo el rey—, y será un gusto compartirla.

El probó los alimentos poco a poco y luego ansiosamente, no había comido en varias semanas. Sin embargo, Gabriel no era un hombre era un ser divino. Al observar la escena el rey se preguntó si ellos también como los humanos tendrían hambre.

Y Gabriel susurró:

— No creí que, estando en este cuerpo iba a necesitar tanta comida.

— Se necesita alimentarse a diario y proporcionalmente al esfuerzo que se haga —dijo el rey.

— Gracias su majestad, lo tendré en cuenta.

Mintor que se encontraba a unos seis lugares lejos de Gabriel y preguntó con voz la fuerte:




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