Tierra Y Sangre yawar pacha, la guerra vampírica evanescente

Capitulo VIII: Manos a las trampas

 

VIII

Manos a las trampas.

Unos jinetes se acercaban montados en unos Grifos a Camún.

— ¿Quiénes podrían ser? —preguntó Míntor en voz baja.

— Es el rey y Sadquiel—le respondió Miguel mientras se acercaban. Míntor se sorprendió porque lo que se había preguntado lo dijo susurrando. “¿Cómo pudo haberlo escuchado?, ¿qué estoy diciendo?, si él es un

iluminado”, reflexionó Míntor; luego sonrió como burlándose de él mismo.

Los Grifos aterrizaron en la ciudad. Efectivamente era el rey acompañado de Sadquiel. El iluminado reunió a todos y les notificó sobre el plan que habían creído oportuno seguir, les explicó sobre el arma que utilizarían para destruir La Fuente. Habiendo comunicado sobre el plan al Fénix, y este ya motivado, se pusieron a buscar en la ciudad todas las armas que se pudiesen usar para hacerle frente a la amenaza vampírica que no tardaría en llegar.

— Rey Akarian nosotros nos ocuparemos de todos los preparativos — decretó Miguel, serio pero amable—, regrese usted a Esmirna, cuide su ciudad y la gente que la habita, no debe morir aquí, puede partir ahora que todavía hay tiempo.

— Lo siento Miguel, pero no lo haré—respondió el rey.

— ¿Es consciente de lo que acaba de decir?

— Completamente, Miguel.

— Entonces, sabrá el riesgo que existe si una ciudad se queda sin rey.

— ¿Te refieres a un golpe de estado?

—¿Por qué lo dice tan tranquilo entonces?

—Los ancianos de Esmirna, por más antipáticos que sean, son justos, igual que mi gente, mi esposa gobernará hasta que mi hijo tenga la suficiente edad para gobernar; confío en mi gente y ellos en mí, me respetan y me admiran, ellos son mi familia y tengo que protegerlos, no quiero huir, quiero luchar por la libertad de mi familia, y tú mi amigo, no me harás cambiar de opinión.

— Si esa es su decisión, la respetaré rey Akarian—finalizó Miguel y se retiró.

Jofiel tomó a rey por el hombro y le dijo:

— Muy buenos deseos, su majestad; era de esperarse de usted que tiene un corazón noble —y agregó—. Rey de la corona modesta.

“Rey de la corona modesta”, era algo así como un apelativo que le pusieron los Elfos cuando asistieron a su coronación. Lo decían por lo sencilla de su corona, en comparación a otros reyes, y con eso, no quería decir que se sentía menos. Cuando Akarian fue nombrado rey rechazó a usar la corona, no era necesario llevarla, él decía, “la corona no hace al rey”; pero los ancianos lo obligaron a usarla, si no lo hacía, sería como un acto de rebeldía u ofensa hacia los viejos; aunque no lo pareciera, los ancianos tenían más influencia incluso que el rey. Akarian aceptó esa tradición e hizo un trato con ellos, él escogería el diseño, el material y los adornos. Y así fue como Akarian ordenó preparar su corona, carente de rubíes o diamantes, no la hizo de oro, en lugar de eso prefirió en mithril —que es la plata de los Elfos, con el cual fabricaban las armas que no muchos guerreros usaban ya que eran muy preciadas—; curiosamente, los reyes encargaban la fabricación de las coronas a los Elfos, siempre ostentosas y cuando un Elfo lo hacía era mágico. El día de su coronación los ancianos estuvieron, de cierta forma, satisfechos; al obligarle al rey a colocarse la corona, era claro signo de que podían influir fácilmente sobre él. El día de la celebración, los Elfos entregaron la corona y le dijeron al rey delante de los ancianos: “muy buena elección, rey; la corona es modesta”. Los ancianos no entendían del todo bien lo que querían decir, la corona estaba dentro de una caja hecha de pino. Y fue el líder de los ancianos que sacó la corona para ponérsela al rey Akarian. Se sorprendieron ver lo sencillo que era, los ancianos se mordieron los labios de cólera por no salirse con la suya. La corona era casi como una simple sudadera en la frente; la diferencia era que estaba hecha de metal, fue una joya a la cual llamaron “lagrima de dragón”, y lucía unos pequeños colmillos hechos con el mismo material de la corona. Los ancianos entonces, no pudieron hacer nada, le dieron al rey Ubre decisión sobre el diseño y el material de su corona.

Jofiel lo miró con ternura como un hermano mayor ve a su hermano menor; le pidió lo acompañara a buscar las armas, el rey aceptó y lo acompañó. Los

soldados del Fénix reparaban las catapultas y las grandes ballestas para usarlas cuando atacasen los vampiros.

— Ya casi terminamos, mi señor—dijo un soldado del Fénix dirigiéndose al rey.

— Bien hecho, buen soldado; esto nos ayudara mucho —le respondió cortésmente.

Alduri que estaba encima de una catapulta reparándola, saltó al lado del rey y le dijo:

— Claro que está bien su majestad, pero necesitamos más para combatir a esas criaturas voladoras, algo como fuego...

— Pues prenderemos con fuego los proyectiles —respondió el rey

Jofiel esperaba con intriga. Alduri miraba unas grandes vasijas de aceite que habían destruido los vampiros, y le dijo al rey:

— Sería mejor que el fuego se expandiera cuando estallase el proyectil. Para eso necesitamos aceite de lámpara y agregó—, tomaría mucho tiempo traerlo desde Sirimá(ciudad de antahuaylla que fabricaba y exportaba este aceite en grandes cantidades) y tal vez no lleguen a tiempo.

— Si, destruyeron nuestros suministros de aceite de lámpara, pero tenemos reservas escondidas su majestad —dijo Alduri.




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