Tierra Y Sangre yawar pacha, la guerra vampírica evanescente

Capítulo XII: Aparece el traidor, el objetivo se ve distante

                       XII

Aparece el traidor, el objetivo se ve distante

—¿La Fuente? —preguntó uno de los de Esmirna, al ver un cristal que irradiaba una potente luz azul, la cual estaba en el centro de la cima de la torre, colocada sobre un altar.

La cima de la torre era amplia, estaba techada y lo sostenían unas seis columnas. No se veía afuera y no era solo por la noche, había una espesa neblina que cubría toda la torre. A simple vista, nadie notaría que hay algo construido sobre la montaña. Licaón se dio cuenta que la neblina sobre ese lugar era permanente, así que pensó que podría ser un lugar mágico. Pensó quitar la neblina destruyendo la fuente de energía que la mantenía, pero en ese momento y en esa situación, aquella neblina artificial era muy conveniente, además, desaparecer la neblina hubiera quitado tiempo valioso, el cual no tenían: no hubiera sido nada provechoso para los de la misión. ¿Pero tendría sentido deshacer la neblina? Licaón pensaba que en caso de no hacer la misión en el tiempo establecido, se llevaría La Fuente, o en todo caso, de fallar, tendría que deshacer la neblina porque ellos no eran los únicos que conocían de La Fuente, y estaba seguro que otros también la buscaban. Si cortaba la neblina, ayudaría a los otros que la buscaban.

—Por sus características —Licaón dijo en voz baja y agregó entusiasmado —¡Sí, esa es! No hay duda.

Era La Fuente, y todos estaban sorprendidos y a la vez asustados. La Fuente era un cristal tan grande como una cabeza, de un color azulado y emanaba una luz intensa que se veía desde afuera, pero en la cima de la torre, su luz, no era más molesta que una antorcha. En el centro del cristal había algo como un líquido que cambiaba su color de rojo a blanco y viceversa. Parecía que se movía. Su altar en el centro, adornado con alto relieve en él, se podía escenificar la caída de las demás razas y el triunfo de los vampiros. Sobre el altar, cuatro brazos cadavéricos haciendo una especie de canasta, que formaban las palmas y dedos, sostenían La Fuente.

—Terminemos el trabajo —dijo Gabriel mientras caminaba hacia La Fuente.

Después de que Gabriel diera tres pasos, se escuchó un sonido fuerte en el techo, seguido de otros cuatro: todos se inclinaron asustados.

—¡Son ellos! —les dijo Licaón en voz baja.

—¿Cómo supieron que estábamos aquí? —preguntó asustado uno de Esmirna.

—Tal vez no lo sepan —respondió Gabriel, más tranquilo.

—Escóndanse —dijo Licaón, cuando fue interrumpido.

—Ahora ya lo sabemos muchachos —dijo una voz siniestra y burlona, que interrumpió a Licaón.

Todos buscaban con la mirada la ubicación de la criatura que habló. Cuando por fin la encontraron, se llenaron de miedo, excepto Gabriel. Era un vampiro en su forma original, estaba mirando desde afuera, colgado de cabeza del techo, mirándolos con una sonrisa escalofriante.

—Demasiado tarde —dijo Licaón entre dientes.

—Tranquilízate, saldremos de esta —dijo Gabriel muy frío y calculador como siempre —¡En guardia! —gritó.

Los vampiros entraron a la torre.

—¡Oh, qué sorpresa! —dijo un vampiro, sin el ojo derecho, con tatuajes de color azul en el rostro. —Bienvenidos a nuestro hogar, yo soy Crión y soy, si se podría decir, el dueño de este acogedor lugar, o para su entendimiento, soy el rey y estos otros cuatro son mis súbditos. Y ustedes mis atrevidos visitantes, ¿quiénes son?

Los cuatro guerreros de Esmirna se pusieron delante de Gabriel y Licaón: estaban fistos para pelear.

Sin que nadie se diera cuenta, Licaón deslizó secretamente el cofre a Gabriel. Eso quería decir que Licaón quería luchar con Crión mientras Gabriel hada el trabajo de desactivar La Fuente. Licaón se abalanzó contra Crión y Gabriel estaba por correr cuando una voz vino de las escaleras.

—Crión, qué descortés eres, te olvidaste presentarme—decía la voz, con tono elegante y burlón.

Licaón se detuvo y dio un salto hada atrás. Nadie comenzó a pelear, los guerreros miraban de reojo, sorprendidos por aquella voz. Gabriel se quedó petrificado, era como si reconociese aquella voz, pero esperaba equivocarse.

—Hola Gabriel, tanto tiempo ¿cierto? Acaso no me recuerdas soy luz...

Se paró detrás de Gabriel, el cual todavía estaba de espaldas.

—¡Luzbel! —dijo Gabriel, sorprendido y volteó a verle rápidamente.

Gabriel sacó su espada y se puso en guardia, el otro no se movió y siguió hablando.

—Vamos Gabriel ¿así recibes a un amigo?

Seguía siendo elegante al hablar.

—¡Traidor! Tú nunca fuiste ni serás mi amigo —dijo Gabriel, que se sentía muy incómodo por la presencia de aquel sujeto. — Lucif…

—¡Silencio! No hables más Gabriel —le interrumpió Luzbel, antes que Gabriel terminase de hablar. —Quise ser razonable pero no me das opción.

—¡Ya basta! —gritó Licaón y se abalanzó contra Crión.

Todos siguieron a Licaón y comenzaron a pelear con sus adversarios, incluso Gabriel y Luzbel. Mientras Gabriel luchaba contra Luzbel, recordó la relación que tuvieron hace mucho tiempo, cuando pertenecían al mismo grupo, y estaba Luzbel, en el lado de la luz. Luego, los había traicionado, generando una guerra, la cual perdió y fue desterrado de los cielos y enviado a los infiernos. Después de mucho tiempo, hubo otra guerra, la cual también perdió y las puertas del Averno fueron selladas y, supuestamente, con él dentro.




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