Tierra Y Sangre yawar pacha, la guerra vampírica evanescente

Capítulo XIV: Culminación: la nueva misión del Fénix.

                          XIV

Culminación: la nueva misión del Fénix.

Los días habían pasado rápido desde que el ejército Fénix partió de Camún, después de la batalla y ahora se encontraban frente a las grandes puertas de Esmirna. Las puertas se abrieron y los sobrevivientes de la batalla entraron. Los rumores corrieron rápido y llegaron a Esmirna mucho antes que el ejército. Los ciudadanos ya habían preparado la bienvenida a los valientes guerreros, había mucha gente, una multitud a la derecha e izquierda de la puerta, que gritaban de alegría. Algunas esposas no vieron a sus esposos, hijos que no vieron a sus padres y padres que no vieron a sus hijos. Y lloraron, la guerra había terminado y fue gracias a ellos. Se secaron las lágrimas y gritaban de alegría “¡Hurra!”. Se sentían orgullosos, pero también tristes, solo llegaron doscientos treinta y dos guerreros, incluyendo a los Iluminados. El rey, Míntor y los sobrevivientes se sentían tristes porque solo ellos volvieron. Pero la gente seguía dando gritos de felicidad, hurras por aquí, hurras por allá; incluso las viudas y los huérfanos reían y cantaban una y otra vez: los valientes guerreros que integraban el Fénix también gritaban entre lágrimas.

Así es, no llegaron muchos hijos, esposos y padres, pero se dieron cuenta que ellos, los héroes, murieron por protegerlos, murieron para que ese sueño de libertad se materializara y lo lograron. Miraron al cielo e hicieron lo que debían hacer, sentirse orgullosos de los guerreros como debía de ser. Todos celebraron y brindaron en honor a sus héroes, que dieron la vida por su pueblo, por su familia y por preservar la paz en su mundo. Entre tanta alegría que opacó a la tristeza, se dieron cuenta que a lo lejos se veía acercarse, por aire, cinco Grifos y uno solo con jinete.

—¡Es Gabriel! —gritó Míntor.

Luego todos gritaron su nombre entre tanta alegría, al aterrizar los Grifos. Todos vieron que los demás Grifos tenían jinetes. Pero estaban muertos, echados de lado sobre las criaturas, y estaban envueltos en mortajas, de manera que no se les veía. Una anciana se acercó para identificar a su hijo y se dispuso a quitarles los trapos, Gabriel le detuvo antes que lo haga.

—Nuestra lucha fue feroz y sangrienta, aquellas bestias infernales son muy desagradables —dijo Gabriel, lamentándose. Por favor no los descubran, todos están aquí, solo entiérrenlos.

Después de decir ello, Gabriel cayó al suelo exhausto.

—No pude salvarlos —dijo Gabriel muy triste.

—Así son las guerras y ellos lo sabían, aun así, fueron muy valientes —dijo el rey.

—Yo también los extrañé —dijo Gabriel, desvariando.

Míntor fue hacia el Iluminado y lo abrazó, luego un guerrero muy grande y musculoso que era del Fénix, lo levantó en sus hombros y todos coreaban su nombre. La noche llegó, todos se reunieron alrededor de una gran fogata y Gabriel les contó toda su historia sobre la misión y cómo es que casi no se cumplió.

Les contó todo desde que partieron y llegó a la parte más emocionante, cuando todo estaba en contra de los guerreros, solo dos sobrevivieron en la torre de La Fuente; cómo es que Gabriel había peleado incansable, mientras Licaón, el guía que nos dio el viejo Legón, estaba inconsciente en un lado de la torre, mientras el Iluminado seguía peleando con el rey de los vampiros y otro más. Ya había amanecido pero los rayos del sol aun no cubrían a Scránican, eso les daba la remota posibilidad de tal vez poder cumplir con lo encomendado. Gabriel ya había sido herido tres veces. Pero aún seguía en pie peleando, su espada en su mano le defendía de las otras dos. De pronto vio que Licaón recobraba el conocimiento y estaba ya en su forma humana.

—¡La misión! Licaón —dijo Gabriel por medio del pensamiento.

Licaón vio la caja que aun sujetaba en su mano. La abrió y sacó la probeta. Se puso en pie y comenzó a correr hacia La Fuente. Crión al verlo debió pensar que se acobardaba, pero notó que corría hada La Fuente con aquel raro frasco. Se notó que un escalofrío invadió el cuerpo del vampiro y sin saber por qué, siguió a Licaón para detenerlo. La criatura estaba por alcanzarlo. Mientras Licaón corría un resplandor cubrió su cuerpo, cuando aquel resplandor desapareció, él se había transformado en lobo. Pero lo hizo muy rápido, no de la forma normal en la que tardan en transformarse Parecian que eran sus últimos esfuerzos, porque se le notaba en el rostro que aún no se había recuperado del ataque que lo había dejado inconsciente. Así transformado llegó a La Fuente: se lanzó hada ella y aplastó la probeta, que traía en su garra. Esta que poseía un color azulado, poco a poco tomó un tono rojo sangre. Mientras caía al suelo vio cómo una energía azul salía del cristal y luego tomaba la forma de un dragón haciendo un gran rugido que los dejo casi sordos, luego desapareció en una hermosa explosión de chispas azules. Licaón ya en d piso, al lado del altar de la fuente, levantó la cabeza y Crión ya estaba frente a d.

—¡Rayos! estoy perdido, ¿cierto? —dijo Licaón muy agotado, dirigiéndose a Crión.

Crión lo sujetó del cuello, pero casi inmediatamente, un pequeño rayo de sol se filtró por d tejado y le cayó en la mano que sujetaba el cuello de Licaón.

—¿Qué sucede? —gritó Crión enojado y sorprendido a la vez, porque ese rayo de sol le quemó la mano y arrojó a un lado a Licaón.

La pelea entre Gabriel y el otro, también se detuvo: el otro corrió hada Crión, Gabriel y Licaón se limitaron a ver. Los rayos del sol empezaban a invadir la torre, ya que la neblina se despejaba y Crión se prendió en llamas, se revolcaba en d piso y todo indicaba que sería d fin para el líder de los vampiros. Pero de pronto, el otro activó un mecanismo que hizo que d altar se moviese a un lado. Debajo había un pasadizo, d otro sujetó bruscamente a Crión y lo arrojó dentro. Mencionó unas palabras y aplaudió una vez y d fuego que cubría a Crión se extinguió, pero el vampiro estaba inconsciente o tal vez muerto, después, d otro tomó la Fuente y se fue por aquel pasadizo, cerrándolo después. Licaón al ver eso, se levantó y corrió al altar. Pero por más que intentó, no pudo moverlo para entrar al pasadizo y darles caza: Gabriel lo cogió del hombro.




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