17 de octubre. Jared Sellers. 25 años.
El viento rozó su rostro por lo que alzó su bufanda de franela hasta la altura de la nariz. Caminaba en la acera con cierto desgano, el viento otoñal le molestaba y metió las manos en sus bolsillos para encontrar un atisbo de calor. En su interior, rogaba que el motivo de aquella llamada solo fuera una falsa alarma o un susto de muchos que le había dado. Sin embargo, aquellos últimos días ella se comportaba extraño y evadía muchas de sus llamadas.
Sin mencionar, el tenemos que hablar que escuchó en la mañana a través del móvil.
Paró sus pasos y alzó su mirada. El enorme letrero de neón con la lectura Cuchara de plata se imponía frente a él, al punto de dejarlo casi ciego. Por las ventanas, podía ver como ella se encontraba recargada en una y comía con un sentido de tristeza. Tragó saliva mientras reacomodaba su bufanda y comenzó a subir las escaleras de afuera, antes de llegar a la entrada del local.
Abrió la puerta y lo que de pronto notó fue la calefacción encendida, a pesar de estar atiborrado de prendas, afuera no le eran suficientes y ahí adentro le sobraban. Por lo que se sacó lo más molesto, la bufanda, y comenzó a caminar entre las mesas.
No entendía porque le gustaba a ella ese local de comida; el mostrador que dividía al cajero de los clientes era una barra con unos banquillos, detrás del cajero se encontraba la cocina donde por una ventana sin cristal se pasaban los pedidos de comida, en las orillas donde las ventanas había sofás que eran separados por mesas ovaladas y en medio del local, estaban mesas redondas con cuatro sillas cada una. Todo decorado con colores alegres y vibrantes.
Caminó por la parte del pasillo que dividía las mesas con sillas de las mesas con sofás, donde en medio del establecimiento recargada en la ventana, ella se encontraba. Al verlo llegar, de inmediato se concentró en sus papas fritas junto con su refresco. Lo cual le dio la oportunidad a Jared de quedar sentado frente a ella.
Jared lanzó un suspiro de cansancio. De verdad deseaba que aquello fuera una falsa alarma.
—¿De qué querías hablar? —preguntó con serenidad, mientras por dentro trataba de no desmoronarse.
Ella se valió de su derecho de guardar silencio. Llevó sus manos entre sus piernas y solo miró hacia la mesa. Con su mirada esmeralda, Jared solo la observaba con el corazón que le latía con una enorme fuerza, no quería forzarla pero tampoco quería vivir aquel martirio.
—Podrías...—musitó ella con voz trémula. Jared mantuvo su silencio y por fin pudo notar como le confrontaba. Fue cuando notó la cruel realidad; la chica tenía los ojos rojos y muy hinchados. Antes de verlo, lloró mucho y al parecer, aquel llanto no había calmado hasta que él llegó—. Cuando te conocí, supe que tenías una gran herida en tu interior. Cuando me enamoré de ti, de los dos, yo comprendí que el camino no sería fácil para mí y que no sería la número uno en tu corazón —explicó ella con voz quebrada—. Pero cinco años, ¡cinco años Jared! He estado a tu lado cinco años como tu novia y aun así, nunca seré buena ¿verdad? ¿Nunca superaré a Lucille?
Jared lo comprendió. Aquello no era una falsa alarma. Su cuerpo comenzó a temblar y su subconsciente le indicaba el final de aquella conversación. Y no lo quería.
—¿De qué hablas?—respondió él, mientras su labio inferior temblaba—. Eres perfecta tal como eres, siempre me has sido un soporte cuando...
—¡No quiero ser un soporte! —interrumpió ella ahogada en lágrimas—. Entiéndelo Jared, yo te amo y por tanto eres mi mayor prioridad. ¿Por qué no puedes amarme? Sí, estoy consciente de que fue mi decisión de ser la número dos. ¿Pero algún día podré alcanzar tu corazón sin ser comparada? Primero será Lucille, después Lucille y al último Lucille. —Sorbió su nariz y pasó las manos por su rostro, con el deseo de tranquilizarse—. ¿Dónde quedo yo? ¿Hay algún lugar para mí? —lanzó una sonrisa triste y tomó una servilleta para limpiarse—. Competir con una muerta, me creí muy lista. Ella se fue en el momento que más la amabas, ¿en qué demonios pensé?
Ella se levantó de la mesa y Jared la tomó por los hombros. Le obligó a mirarle, donde se podía ver a ambas miradas ahogadas en lágrimas y tristeza. Ella se liberó de su agarre y salió de aquella mesa que era la barrera que los separaba. Él quedó inmóvil y solo esperó a que pasara por su lado.
—Mónica —llamó con un nudo en la garganta. Mónica paró y le observó, donde Jared le regalaba una sonrisa llena de súplica y lágrimas—. Por favor, no me hagas esto.
Mónica bajó la mirada y contempló el piso de losa rosada.
—Yo de verdad fui muy feliz —susurró ella con las lágrimas que escurrían en sus mejillas—. Cada vez que me besabas, cada vez que me abrazabas y cada vez que me decías que me amabas. Esos momentos son felicidad para mí. Pero, ¿por qué no me viste como yo era? ¿Por qué no me conociste un poquito? ¿Por qué búscate un contenedor para tu novia muerta?
Por fin alzó su mirada y trató de sonreírle con la mayor sinceridad posible.
—Mónica —suplicó Jared.
—Adiós Jared —contestó ella con su voz todavía quebrada—, gracias por este tiempo y la felicidad que me diste. Espero que encuentres a alguien que de verdad logre alcanzarte.
Esas palabras resonaban en su cabeza y la mirada de Mónica se clavó en su alma. Se tiró al asiento y con sus codos sobre la mesa, escondió su rostro. El mundo se le fue de las manos y no solo eso, lo aplastaba de tal manera que ahora no sabía qué hacer con su miserable vida. De esta historia no podía ser el final.
—Si no quieres que sea el final, ve tras ella antes de que se vaya para siempre.
Una voz femenina contestó como si esta pudiera leer su mente. Alzó su deplorable rostro y notó que una persona ocupaba el puesto de Mónica.
Frente a él se encontraba una mujer de tez blanquísima —casi estaba seguro que a ella le faltaba un poco de sol—, que le sonreía de oreja a oreja con sus ojos cerrados, su cabello caía por debajo de sus mejillas en su cuello, el color de este era más de uno; rojo, verde, amarillo, rosa, lavanda, púrpura y azul. Un arcoíris mezclado en su cabeza. Sus labios tenía un tono de labial rojo carmesí demasiado intenso. Cuando abrió sus ojos toda la atención de Jared fue captada, ella poseía heterocromía, donde un ojo era de un mórbido color gris mientras que el otro era de un vívido azul claro. Una ironía en su mirada. Mientras que su vestimenta era más sobria, con tonos grises, negros y blancos que la adornaban.