Recordaba muy bien su último año escolar de preparatoria. Cuando Lucille murió, el instituto se declaró en período de luto por dos días, al tercer día se hizo un homenaje a su novia en los que participaron varios docentes y alumnos. De toda su vida, esos tres días fueron los peores que pudieron existir. Con insistencia le recordaban que Lucille jamás volvería.
Sin embargo, ahora terminaba de anudar su corbata del uniforme mientras afuera de la puerta, su hermano le gritaba con insistencia que bajara rápido si quería llegar a tiempo. Tomó la chaqueta del uniforme y salió de la habitación, donde en la salida de sala su hermano se preparaba para salir al trabajo.
—Rosalina irá a la tienda después de clases —comentó mientras él se ponía los zapatos—, prometí llevarla a cenar después de cerrar. Como intuyes llegaré tarde y sí, puedes traer a Lucille solo no hagas nada irresponsable. Ahora que te has convertido en su héroe, pueden suceder muchas cosas. Y no quiero ser estricto ni imponerte nada, pero conociéndote olvidarás la protección más importante y no queremos sorpresas. No, hasta que termines tus estudios y tengas un trabajo estable.
Jared tragó saliva al escuchar las palabras de su hermano y solo se limitó a asentir. De nuevo tenía dieciocho años, cursaba su último año, volvía a vivir con su hermano, pasó el cumpleaños de Lucille y ella continuaba viva.
Tenía miedo.
Cuando Mónica lo dejó, ¿bebió tanto que ahora estaba en el hospital por intoxicación por alcohol? ¿Acaso ocurrió algún accidente y se encontraba en coma? Una punzada imaginaria atravesó sus pulmones y le provocó una leve falta de aire, experimentaba algún tipo de felicidad pero la preocupación sobre el estado de Mónica le embargaba.
Trató de mantener la compostura al mismo tiempo que tomaba su mochila. Salió después de que su hermano lo hizo y se despidió de este mientras se dirigía a los escalones del edificio. Al salir de este, muchas caras conocidas con su mismo uniforme inundaron la calle. Se sorprendió, muchos de esos rostros los conoció en la universidad y en su empleo después de terminar sus estudios, ¿cómo era posible que todos asistieran al mismo instituto?
Cada vez se convencía que se encontraba en una especie de coma. O quizá, murió y esto era el limbo. Eso explicaría porque esa chica rara se plantó frente a él, tal vez, era un ángel de la muerte o algo parecido. Claro, también existía la enorme posibilidad de que aquello solo fuera un sueño y despertaría en cualquier momento.
«Si te dijera que tengo la capacidad de cumplir un deseo, ¿qué me pedirías?»
Esas palabras golpearon cual ráfaga de viento en su mente. Tal vez, solo tal vez, ¿esas palabras eran ciertas y ella cumplió su palabra? Esa extraña de cabello multicolor vio a través de sus palabras y le dio lo que anhelaba, esa era la razón por la que Lucille se encontraba viva y él de nuevo cursaba su último año.
—Dime —expresó Jared para sí—, ¿qué tan ciertas son tus palabras y que tan real es esto?
[...]
Mónica apenas podía oír las palabras que se expresaban en la reunión. Jugaba con su flequillo a enrollarlo para no caer dormida, la voz de Nathaniel era un excelente somnífero cuando se lo proponía, movió sus oscuros ojos hacia la derecha donde se encontraba Lucy. Su pobre amiga rubia, se esforzaba más que ella para mantenerse despierta. Mónica levantó su mano con la intención de silenciarlo un rato. Aunque si lo hacía para siempre sería excelente.
—Dime, Mónica —habló el presidente del comité de fiestas al ver la mano de la muchacha levantada.
—¿Puedes callarte por favor? —pidió Mónica con voz de súplica—. Llevas quince minutos hablando y si escuchamos tu voz un minuto más, nos matarás de aburrimiento...aunque creo que ya mataste a André. —La muchacha castaña se levantó de su asiento y se dirigió al lugar donde se encontraba la única persona con la cabeza sobre la mesa—. ¿André estás vivo? Si no los estás, ¿debo traer una médium para comunicarme contigo? Por cierto, ¿cómo es el más allá? —cuestionó mientras con su dedo índice llamaba al muchacho.
Con sus cabellos negros rizados hechos un desastre, el chico se levantó de golpe y abrió sus ojos donde se podía apreciar un color azul en estos. Lanzó un enorme bostezo y con la manga de la chaqueta de su uniforme, limpió la saliva que escurría por la comisura de sus labios.
—¿Ya terminó Nathaniel? —preguntó André al tallarse los ojos para quitarse las lagañas—. ¿Cuál es mi trabajo?
Con media sonrisa Mónica lanzó una mirada al muchacho del frente, donde su punto quedaba más que claro. Nathaniel lanzó un suspiro lleno de pesadez mientras pasaba la mano derecha entre sus cabellos dorados, con su mirada ámbar recorría la pequeña sala con la intención de encontrar la solución al problema en el que la habladora de Mónica le había metido.
—Lucy —llamó el chico al verla—. ¿Quieres tú terminar la reunión?
La muchacha de cabello rubio asintió somnolienta. Se levantó y se posó al centro de la sala de delegados, en su mano tenía unas cuantas hojas y las comenzó a repartir a todos los presentes.
—La fiesta de navidad será el doce de diciembre —explicó Lucy al tomar el control de toda la sala—, lo que significa que a partir de hoy tenemos nueve días para terminar los preparativos. Y chicos vamos muy atrasados con el arreglo del gimnasio; no hemos hecho el aseo de este, el club de manualidades no ha terminado los adornos y alguien derribó nuestro árbol de navidad. Y para que los que se pregunten, sí, ese alguien fue Mónica.
—Me disculpé y compré uno nuevo —se defendió la muchacha al encogerse de hombros—. Me costó un ojo de la cara pero solucioné el problema.
—El verdadero asunto aquí —continuó Lucy mientras ignoraba el argumento de Mónica—, es que nos haremos cargo de los castigados. Ellos nos ayudaran a recuperar el tiempo perdido y como todos lo esperan, son malhumorados y groseros. A diferencia de nosotros, ellos ven esto como una penitencia. Por lo que quiero madurez por parte de ustedes; sean estrictos pero no rígidos y sean amables pero no tontos. Sobre todo recuerden: ustedes tranquilos y relajados, yo seré la estresada y la que se comportará como la loca del orden. Ninguno de los chicos castigados nos ganará ni mandará.