—¡Mónica!
Aquel grito desesperado fue lo que devolvió a Jared a la realidad. El muchacho notó como era rodeado de varios alumnos curiosos y preocupados, todos a la expectativa de que la chica resguardada mostrara alguna señal de vida. Mónica por fin sacó su rostro a la luz y con una sonrisa inocente tranquilizó a todos. La encargada rubia se acercó a ellos con acongojo y al ver el estado de su amiga suspiró con alivio, para después proporcionarle una colleja.
—¡Eso dolió Lucy! —lloriqueó Mónica al posar sus manos en su cabeza castaña.
—Recuerdo que te mandé a limpiar los baños —regañó la muchacha rubia con fuerza—. ¿Por qué demonios limpiabas el techo del gimnasio? ¡Ese es el trabajo del cobarde de André!
—Los baños son sucios y apestan —argumentó Mónica con un puchero infantil—. André le teme a las alturas y yo odio tocar cosas donde el trasero de otra persona estuvo, por lo que me pareció excelente idea cambiar de trabajos.
Los nervios de Lucy aumentaron. Tomó su carpeta y con esta dio otro golpe en la cabeza de Mónica, intolerante a cualquier tipo de desorden, la regresó a su puesto de limpieza y por ende también llamó a André. El cual tampoco se salvaba de una buena reprimenda.
Apretó sus puños mientras toda la ira y estrés se dirigía ahí. Con más tranquilidad lanzó un suspiro y se dirigió a Jared, quien aún se encontraba sentado en el piso de madera del gimnasio. Lucy le tendió la mano a lo cual el muchacho se negó con gentileza, sin embargo, ella insistió con el excelente argumento de que este era el siglo XXI y tomar su mano para impulsarse no lo mataría.
Los ojos de Jared se clavaron en Mónica. Quien reía con diversión y hablaba sin tapujo alguno, al mismo que irradiaba algún tipo de aura refrescante.
—Mónica —susurró Jared con curiosidad—, ¿siempre has sido así?
Lucy rió con simpatía.
—En el instituto es más calmada —agregó ella con buen humor—, cuando está con sus hermanos es el desastre personificado. Por su culpa me saldrán canas verdes.
Cierto, Mónica tenía cuatro hermanos. Tres guardianes junto con una adorable y ocurrente princesa.
Sintió a una aguja invisible atravesar su cabeza. En los cinco años que salió con Mónica, conoció a esas cuatro personas y entabló una relación con cada una de ellas. Sin embargo, no recordaba nada de ellos. Ni sus nombres ni rostros, mucho menos sus personalidades.
No solo eso.
No recordaba compartir con Mónica su tiempo de estudiante. El hecho de enterarse que estudiaban en el mismo instituto, lo dejó perplejo. Es más, el hecho de que su personalidad fuera más infantil e irritante era algo que no le cabía en la cabeza. La Mónica que recordaba era seria, serena y siempre le cuidaba. Ella era el soporte perfecto que necesitaba su corazón.
La Mónica frente a sus ojos era una completa desconocida.
—¿A dónde crees que vas? —La voz de Lucy lo sacó de su trance. Jared alzó la mirada y pudo notar como Ethan trataba de escapar, cosa que le fue inútil porque la encargada demonio no solo le alcanzó a ver sino lo atrapó en el acto—. Esta cosa tiene que estar en nueve días —explicó la muchacha rubia con voz amenazadora—, por lo que si tratas de escabullirte, tal vez termines en una cama de hospital. No lo sé, solo es un presentimiento. —Había que admitir algo, cuando Lucy sonreía de esa manera, parecía como si lanzara algún tipo de maldición—. Por cierto —reaccionó la muchacha—, ¡Lily de último año! ¡Al frente y al centro!
Aquel grito resonó en el gimnasio y como si todos fueran encantados, pararon en seco de sus actividades a la espera de que la persona llamada respondiera.
—¡Presente!
Una voz femenina se presentó detrás de Jared. Con un mínimo de curiosidad volteó donde se originó esa voz y fue cuando se encontró con lo inverosímil. Con una sonrisa de oreja a oreja su rostro irradiaba un destello infantil, esa mirada dispar centellaba travesura y su cabello, ¡ese cabello multicolor! De todos sus rasgos, ese era el que la hacía inolvidable en la memoria de Jared.
Lucy se acercó a esa chica al mismo tiempo que arrastraba a Ethan por las solapas de su chaqueta.
—Ella es Lily de último año —comentó ella a modo de presentarlos—. Lily él es Jared de último año. No sé si sean compañeros de clases o no, y la verdad no me interesa saberlo. Pero serán compañeros de limpieza por el día de hoy.
La carcasa de Jared se mostraba impasible. Su interior, sin embargo, era otra historia: donde todo se derrumbaba y se reconstruía para repetir el proceso. Un sabor amargo se posó en su boca y las piernas le comenzaron a temblar. En frente de él se encontraba la persona que le puso en esta situación.
Lucy movía sus labios, lo más seguro es que le daba instrucciones sobre la limpieza. Su atención estaba enfocada en la supuesta Lily y como su expresión reflejaba travesura. No podía entender como las personas no notaban la peculiaridad de esta, o quizá, al ser él el único peculiar y raro también era el único que se percataba de esos detalles invisibles.
—Nos volvemos a ver —expresó Lily con una sonrisa al estirar su brazo.
Reticente a saludarla, volteó su mirada y buscó a Lucy, quien ya se encontraba muy ocupada al acosar a su mejor amigo.
—¿Qué haces aquí? —interrogó Jared con falsa tranquilidad.
—¿No es obvio? —contestó ella con diversión—. Soy la responsable de todo. Tengo que presenciar la diversión en primera fila.
Quería contestarle y hacerle más de un millón de pregunta. Solo que aquello lo haría ver como desesperado y no obtendría nada si perdía los estribos. Se limitó a observar a Lily para ver si podía instigarla un poco, por supuesto, no funcionó.
Un pensamiento se confirmó en su mente: estos sucesos eran la realidad misma. Pudo salvar a Lucille y regresar en el tiempo.
Por alguna razón, eso le desagradó. La loca del cabello multicolor le producía mala espina, a pesar de que Lucille se encontraba viva, el tener a Lily en su entorno le hacía temer por la vida de su actual amada. Nada en esta vida era gratis y esa chica tarde o temprano cobraría ese precio.