—¡Eso arde, idiota! —lloriqueó Lucy al sentir la humedad del algodón presionar su cara.
—¡Por supuesto que arde, tonta! ¡Se supone que eso hace para curar! —respondió Ethan mientras presionaba con suavidad—. Solo que habla en serio, ¿sí eres una maldita guardaespaldas? —agregó con una pizca de humor.
—Uno de mis hermanos practica Krav Magá mientras que el otro practica boxeo —explicó mientras sus ojos lagrimeaban por el dolor—. Me enseñaron varios...muchos movimientos para defenderme y atacar. Por lo que si quieren tirarme a un callejón y hacerme algo, la tienen difícil.
—¿Y tú que practicas?
—¿Debo practicar algo? —dijo al desprender aires de misterio. En venganza, Ethan presionó el algodón en la cortada de ella. Lo que la hizo aullar de dolor—.¡Practico karate! —lloriqueó.
La historia se convirtió en algo simple y con un final feliz. Ethan fue apuñalado en el brazo al momento que entró en la tienda de conveniencia, solo que el secuestrador pensó que había apuñalado su estómago. Y aunque eso le hizo perder la conciencia por unos momentos, al momento que la recuperó se encontró con que Lucy —la chica que lo había acosado durante su castigo para llevar a cabo la fiesta de navidad (que por cierto, nunca se hizo)—, hacía volar a los maleantes de una sola patada. Con la ayuda silenciosa de unos trabajadores, llamó a la policía en silencio y les indicó la dirección del altercado, sabía que la muchacha no aguantaría mucho.
Cosa que se confirmó cuando el armado le disparó. A pesar de solo herirle el hombro, tenían toda la intención de matarla. Y aunque el solo ponerse en el frente de ellos fue para ganar tiempo, Lucy jamás admitiría que esa ridícula acción le salvó la vida. En ese momento, la policía junto ambulancias llegaron y la tormenta paró.
Ahora se encontraban en el hospital, Lucy con su hombro suturado y libre de bala. Ethan vendado con unos pocos puntos en su brazo. Y como las heridas de Lucy por la navaja eran superficiales, el muchacho se ofreció a curarla por el doctor, quien era muy solicitado esa noche.
Mientras la pequeña Jocelyn, se encontraba en otra habitación a cargo de una mujer de servicios sociales. Ambas a la espera de la familia de la pequeña.
—No te muevas —musitó Ethan concentrado.
Lucy alzó su mirada marrón para observarle. Solo lo conocía de unos cuantos días, gracias a que ella era la encargada de vigilarlo por el castigo, y él le salvó la vida y curaba sus heridas. Algo se encontraba revuelto en su mente, no quería sentirse como la damisela en apuros con su héroe personal. Pero se sentía en deuda con él y sentía que debía pagar de esa deuda de un modo que no fuera superficial.
Abrió la boca para decir algo, cuando la puerta hizo lo mismo y trajo a un invitado.
Ambos voltearon y notaron a esta persona. Cabello rizado de color negro, tez blanca y ojos azules oscuros parecidos al color del mar. Lucy reconocía estas facciones mejor que nadie y más por ese lunar debajo del ojo.
—André —dijo casi en susurro.
El muchacho no expresó sonido alguno y se limitó a abalanzarse hacia ella. La muchacha se quejó por el dolor y eso suavizó el abrazo de él.
—Dios —expresó con alivio—, no nos asustes así. Cuando escuché a tu madre llorando por el teléfono temí lo peor.
Lucy acarició el cabello del muchacho y le regaló una sonrisa en son de tranquilizarlo.
—Olvidas con quien tratas —agregó ella con buen humor—. Lucy Evans, la mujer que no secuestrarían aunque se lo propusieran.
André rió y se separó de Lucy para darle un poco de espacio.
—Jamás lo olvidaré —comentó con una sonrisa—. Te conozco desde que nacimos y pusieron nuestras camas juntas en el hospital. Pero no dejas de ser humana y el que tú y Mónica compartan ese poco sentido común, me hace preocuparme por ambas. Porque si no las secuestran, de seguro las asesinan.
Ethan hizo una mueca con sus labios. Se sentía tan ajeno a esos dos y por alguna razón, le molestaba. No conocía al tal André, sin embargo, sí pudo reconocer que él y Lucy compartían un tipo de relación íntima. Regresó la vista a la puerta y pudo notar que en los pasillos había más gente, todos rodeaban a la niña pequeña.
—¿Vino mamá o alguno de mis hermanos? —inquirió Lucy con ligera curiosidad.
—Los tres —afirmó André al ayudarla a levantarse de la cama—. Al parecer, los secuestradores dieron primero con Emanuel y lo sedaron para que no llegara a la tienda conveniencia. Y tu hermano Carlos lo encontró tirado en unos arbustos, por lo que le avisó a Moni y la demás familia. Ahí fue cuando nos enteramos de todo, porque la llamada de la asistente social llegó después.
La muchacha asintió y comenzó a caminar hacia la puerta. Con suavidad tomó el brazo de Ethan y le sonrió con aires de ternura, lo que hizo el corazón del muchacho dar un pequeño brinco. El silencio le indicaba que debían salir y acercarse a aquella aglomeración de gente. El muchacho pelirrojo asintió y comenzó a caminar mientras André iba por detrás.
—¡Lucy! —gritó Mónica al verla y acercarse a ella con acongojo—. Gracias al cielo estás bien —musitó al abrazarla—. Tenía tanto miedo de perder a mi mejor amiga.
—Soy tu única amiga —expresó Lucy en son de burla.
—¡Es lo mismo! —expresó la muchacha castaña con ligera frustración.
Lucy hizo acto de presencia con los demás y su familia fue la primera en rodearla. Mientras que la pequeña Jocelyn lloraba y pedía perdón hacia la rubia. Lucy con su buen humor le demostró que lo peor había pasado y que no había nada de qué preocuparse. Gracias a eso, hubo un buen humor en el pasillo al punto de que todos fueron movidos a una habitación para seguir con su charla.
El buen ambiente fue parado, cuando Gabriel Prescott atravesó la puerta. Todo se silenció.
Fue cuando las dudas del porqué querían secuestrar a Jocelyn, surgieron.
Gabriel Prescott era un exitoso empresario y no solo eso, al parecer estaba a un centímetro de convertirse en vicepresidente de la compañía en la que trabajaba. Un enorme logro para él. Al parecer eso llegó a los oídos del vicepresidente actual y el "futuro sucesor", el cual ya no sería sucesor. Por lo que el plan solo fue cuestión de tiempo.