Por su mente jamás pasó ir al hospital y mucho menos, encontrarse con ella. Sin embargo ahí estaba, su pecho se encontraba mojado y con claridad escuchaba los silenciosos sollozos ocultos, de Mónica. En una situación normal indagaría por lo sucedió, solo que no conocía a esta Mónica y aquello se vería grosero de su parte. Por lo que se dedicó a guardar todo el silencio posible y esperarla.
—¿Mejor? —preguntó Jared al escuchar solo el silencio. Mónica, aún oculta, asintió con delicadeza—. ¿Quieres hablar sobre eso? —La muchacha negó con la cabeza sin despegarse de su torso—. ¿Quieres un café?
—Odio el café —contestó ella con voz ronca—. Es amargo y aunque le pongas azúcar, su sabor horrible se mantiene.
Jared no pudo evitar soltar una ligera risa.
—Entonces un chocolate caliente —solucionó con simpatía—. El chocolate te gusta, ¿cierto? —Mónica asintió con lentitud. Por lo que Jared estratégicamente, caminó hacia la cabina telefónica y procedió a marcar—. Ethan, ¿con quién estás? —preguntó mientras escuchaba la voz al otro lado de la línea. Ethan comenzó a decir nombres de desconocidos, hasta el nombre de Emanuel se dio entre los presentes. El muchacho figuró de quien se trataba—. ¿Puedes decirle al hermano de Mónica que estará conmigo? Iremos a beber algo en una tienda de conveniencia, dile que no se preocupe. De todos modos, ya me conocen.
Mónica alzó su mirada y le observó con un destello de confusión. Jared le sonrió al mismo tiempo que le proporcionaba un beso en la frente, lo cual hizo que las mejillas de la muchacha se tiñeran de un color rojizo.
—Mis hermanos no te conocen —evidenció Mónica con su voz todavía ronca—. Si me voy contigo, Dylan se volverá loco y es posible que te asesine... o solo te rompa las extremidades.
Cierto. En esta realidad, él y Mónica no compartían ningún tipo de relación. Era extraño, por unos momentos esa verdad fue olvidada hasta que ella se lo hizo ver. ¿Por qué?
—Emanuel sí me conoce —agregó él con diversión—. Nadie podrá olvidar lamentable rostro que se mostró en el hospital.
La muchacha lanzó una media sonrisa mientras un mechón rebelde de su flequillo, danzaba sobre su mejilla. Jared la separó un poco y la rodeó con su brazo derecho, para poder resguardarla del frío al mismo tiempo que caminaba con ella. Hubo un silencio, el cual solo Jared encontró incómodo, en todos sus recuerdos; el que Mónica llorara significaba una desgracia para él. Cada vez que Mónica soltaba una lágrima, le dejaba hablar por semanas y la última vez que lloró ella lo dejó tirado en una cafetería.
¿Sería lo mismo esta vez?
Llegaron a la tienda y tuvo que separarla de él. Mónica tomó su rumbo a la máquina de café mientras Jared se dirigió con la cajera a pagar, quien se mostraba curiosa al ver a la muchacha con ojos llorosos y que se alejó del chico. Por accidente, estaba a punto de preguntar un tema que no le convenía, sin embargo, la mirada esmeralda amenazante de Jared la paró a tiempo.
Mónica observó con curiosidad la escena. Solo que ya no hubo más participación de los personajes. Por lo que Jared de dedicó a llenar los vasos, darle el suyo a Mónica y a salir del lugar para que ella pudiera estar tranquilla.
La muchacha se dedicaba a beber su chocolate en silencio, al mismo tiempo que soportaba el frío en esa helada banca de madera. El viento golpeó sus rostros, por lo que Jared tomó su bufanda y la acomodó en el cuello de la muchacha, quien vestía muy ligero para el clima. Más silencio se involucró entre ellos y aquello oprimió la paciencia del chico, ¿habría algún momento de la noche en el que le contara la razón de su pena?
—Odio el cabello largo —musitó Mónica con frustración. Jared volteó sus ojos con confusión y curiosidad; donde ella se encontraba, con la vista perdida sobre su bebida—. Es muy difícil de peinar, se enreda con todo, pica mucho y es muy pesado.
—¿Disculpa? —salió de la boca del muchacho, que ni siquiera comprendió el tema.
—A mi padre le encantaba verme con el cabello largo —continuó ella sin dejar de ponerle atención a su bebida—. En ese tiempo, yo era la única mujer entre los hijos y en base a eso era una mimada total —recordó mientras esbozaba una sonrisa triste—. Cuando él murió me afecté tanto que el mundo dejó tener colores. De forma mágica, todo era blanco y negro.
—¿T-tú padre murió? —La sorpresa de Jared estaba mejor que reflejaba. Se debería decir que este era un viaje al pasado, y en el futuro él se encontró y conoció al padre de Mónica. ¿Lily había metido sus manos?
—Cuando tenía cinco —respondió Mónica de forma concreta, al acomodar la bufanda—. Las cosas carecían de sentido y solo deseaba despertar de la pesadilla. Imagínate lo que sucedió cuando mi madre se volvió a casar, todo se despedazó frente a mis ojos. Cuando ves el presente con esa perspectiva piensas que el futuro es un asco.
Los engranajes en la memoria de Jared comenzaron a trabajar. Esta conversación la había tenido con Mónica hace un tiempo; la primera vez que ella le vio desmoronarse, trató de animarlo con una anécdota de su pasado. A decir verdad, jamás le prestó atención a ese monólogo que le dio pero en su mente, dos oraciones quedaron grabadas. La primera fue la que mencionó hace unos momentos y la segunda:
—Ve el presente con ojos diferentes —citó conmocionado.
Un nudo se posó en su garganta; una de las conversaciones más importantes que tuvo con Mónica y la escuchó una segunda vez, para darle su verdadera importancia.
La muchacha alzó la mirada y sus oscuros ojos emitieron un brillo. La nariz se le había coloreado de rojo por el frío y sus mejillas, tenían un tenue color rosado que poco a poco se tornaba en rojizo. En su rostro la tristeza ya no se encontraba y fue reemplazado por un sentimiento de tranquilidad. Asintió a la cita del muchacho y acomodó la bufanda para poder continuar.
—Ser el doble de mejor —expresó al dejar su vaso de chocolate a un lado—. Gabriel me propuso eso antes de que Jocelyn naciera. Me dijo que si pensaba ser una buena hija con mi padre; ¿por qué no ser el doble de mejor siendo su hija?