Time after Time

Recuerdo 9. Por favor, camina más lento

¿Has pasado por esos momentos en los que recibes demasiada información, y no sabes qué hacer con ella?

El sentimiento de Jared era bastante similar. Su brazo colgaba de la cama y lo movía de un lado a otro, su mirada se encontraba en el techo que, para él, se convirtió en la novena maravilla del mundo. Todo se encontraba tan vacío, sin sentido y diferente a lo que había imaginado. Recordaba el tacto de Lucille y la felicidad de volver a verla sonreír. Sin embargo, algo le faltaba y cuando ese sentimiento le inquietaba; Mónica aparecía.

Diez días, solo diez días y todo en su cabeza se encontraba revuelta. Aquello era culpa de ella, ¿cierto? Esta indecisión, la muerte de su sobrino, Lucille, Mónica y su mejor amigo, todo era el resultado de las acciones de esa rara. Quería gritar, desahogarse, llorar, que lo abrazaran. Solo que no podía. Su cuerpo se encontraba reacio a levantarse y su espíritu lo aplastaba con ímpetu.

—Y no mejora —sentenció una voz femenina en la habitación—, las elecciones son lo peor del proceso.

Conocía esa voz, sabía de quien era. Con sudor frío que bajaba por su frente, volteó y en definitiva era Lily, quien se encontraba sentada a la orilla de la cama.

Se levantó de un salto y quedó arrinconado en un hueco de la pared, en su cama. ¿Cómo entró sin hacer ruido alguno? Si pudiera leer su mente, ella sonrió y con el dedo índice sobre sus labios le indicó silencio. No quería que se hiciera alusión de su presencia, cosa de la cual Jared se encontraba de acuerdo.

—¿Qué haces aquí? —susurró el muchacho alterado.

Lily se encogió de hombros con desinterés.

—Quizá solo quiero molestarte —contestó. Alzó su mirada bicolor hacia el rincón donde se encontraba Jared, y lanzó una sonrisa llena de falsa inocencia—. O sentenciarte una cruel verdad de la cual no puedes escapar. No sé, tú elige —continuó con socarronería. Su humor ácido le incomodaba. Como si ella conociera sus acciones y sus palabras solo eran para atormentarlo para burlarse en su cara. Un ignorante pisoteado por una supuesta erudita—. Pero hablando en serio, quiero hacerte una pregunta hipotética —expresó con seriedad.

—Pregunta —respondió él con monotonía.

Lily pasó la mano por su cabello multicolor e inspiró con profundidad.

—Si te dijera —pausó un momento—, si te dijera que de Mónica y Lucille, una tiene que morir y la decisión está en tus manos. ¿A quién matarías?

El tono de Lily había dejado de ser irónico y socarrón para volverse serio, tan serio que la pregunta no parecía hipotética. Jared bajó la cabeza, a quien matar sonaba de la peor forma posible. Ya que refería a que valoraba más la vida de Lucille sobre la de Mónica, o viceversa, la vida de Mónica sobre la de Lucille.

—No hagas ese tipo de preguntas, por favor —musitó con molestia—. Seas lo que seas, no trates a las personas como juguetes. No eres la autora de una historia donde nosotros somos personajes, y puedas matarnos cada vez que se te dé la gana.

Lily ladeó la cabeza curiosa.

—Tienes razón —contestó ella con tranquilidad—. Esta no es mi historia y ustedes no son mis personajes. Pero tú sabes la importancia de esa pregunta.

Lily era increíble a su manera. Era capaz de molestarlo, incomodarlo, perturbarlo, sin embargo, Jared no la alejaba de su lado. Algo lo mantenía atado a ella.

No lo admitiría en voz alta, pero la pregunta caló en lo más hondo de su alma. Un precio. Sentía como esa palabra se leía entre las oraciones de Lily. Tal vez aquello era la visualización de un futuro inmediato, sin embargo, solo pensarlo le provocaba una revoltura a su estómago. Si escogía a Lucille, mucha gente lloraría a Mónica. Ella era el tipo de persona que en el primer encuentro se daba a querer.

Pero si escogía a Mónica, entonces el pedir su deseo era estúpido. Lucille volvería a morir y el mundo volvería a ser gris e insípido.

—¿No lo es ya? —preguntó Lily con una sonrisa. Jared le observó contrariado, casi seguro de que había leído su mente, de nuevo—. Sientes que te falta algo y ¡bum! Mónica aparece. Cuando la comienzas a olvidar, con solo ver su sonrisa recuerdas todos los momentos felices con ella –explicó la chica con la mano sobre la barbilla.

Jared trataba de leerla. Le decía las cosas directas y con un mensaje oculto, uno que quería que él razonara para no ser culpada. Los ojos bicolores de ella brillaron a la luz de la luna y una epifanía apareció en la mente del muchacho. No podía ser cierto.

—Estás jugando —reclamó él con enojo—, ¡nunca haría algo así!

Ella cerró sus ojos y comenzó a reír en voz baja. Se levantó y comenzó a gatear en la cama, hasta dejar al muchacho entre ella y la pared.

—Cariño, ya lo hiciste —contestó Lily con sus labios rojos remarcados en una sonrisa—. No sabes nada de Lucille; no recuerdas a su familia, su entorno, ni siquiera recuerdas sus citas anteriores al dos de diciembre. Yo tomé los recuerdos de tu querida Mónica, pero tu mente lucha a capa y espada para recuperarlos. Y déjame decirte que lo logra.

Escoger a Lucille y perderla.

Ese era el precio. Cada día que pasaba solo recordaba que amaba a Lucille y listo; sus experiencias juntos, sus regalos, sus frases, sus tactos, todo eso le fue arrebatado. Su mente luchaba por recordar a aquella persona, pero en vez de ser su amada, Mónica era quien robaba el protagonismo.

Lucille se convertía en un ser impersonal para él.

—¡Es tu culpa! —exclamó fúrico—. ¡Me robaste a Lucille!

Lily chistó con amargura y negó con la cabeza.

—Yo solo tomé los recuerdos de Mónica —defendió ella irritada e indignada—. Todo fue para que el reemplazo se completara sin problemas. Si no la hubieras salvado ese día, esto no hubiera pasado. Pero no, tienes que ser el héroe de tu novia que nunca será tu novia. ¿Sabes cuántos problemas me están provocando tus acciones?

—Ninguno —contestó el chico cansado—. Solo mueves el dedo y todo se hace a tu antojo, maldito ente mágico.




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