Time after Time

Recuerdo 15. Detonante

Mónica no creía lo que su mirada reflejaba.

La muchacha que había conocido en La cuchara de plata; irradiaba delicadeza, glamur y desprendía un aura de felicidad. Sin embargo, esta chica estaba ojerosa con los ojos más que hinchados, su piel se encontraba más blanca de lo que recordaba y su cabello se encontraba pegado en el rostro, debido a los mocos y otras cosas transparentes embadurnadas por todas partes.

—Juro que ayer estabas bien —soltó Mónica con sorpresa.

Los ojos grises de Lucille se clavaron en el alma de la muchacha, al punto que un escalofrío recorrió la columna de Mónica. Por lo que trató esbozar una sonrisa para distender el ambiente, claro que no funcionó.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Lucille con voz ronca y apagada.

«Una extraña que salió de la nada en mi habitación, me pidió venir aquí para verte. Por supuesto, no me gusta pensar las cosas de manera lógica y cuando menos me di cuenta, ya estaba sobre un autobús de camino aquí».

—Vine a disculparme por mi comportamiento de ayer —contestó Mónica tranquila—. Jeremy me dio tu dirección y fue bastante sencilla encontrarla —mintió con una sonrisa.

—Disculpa aceptada —dijo la muchacha con rapidez—. Ahora, déjame.

A precio de que le aplastara el pie, lo atravesó por el umbral de la puerta, para que la anfitriona no culminara su acción. De nuevo, esas cuchillas grises trataron de atravesarla. Sin embargo, no se inmutó a tal intimidación y con su silencio pidió pasar. El pie le comenzó a punzar por la negativa de Lucille, la cual no entendía el motivo de su insistencia.

En realidad, ni la misma Mónica la entendía.

Algo la mantenía ahí parada mientras soportaba algo, de lo cual no tenía necesidad aguantar. Escuchó con claridad como las uñas de Lucille rasguñaron la madera de la puerta, y fue cuando su intuición comenzó a trabajar. La anfitriona bajó la mirada y con un sentimiento negativo, el cual no pudo definir, se rindió ante la insistencia de Mónica.

Dejó la puerta libre y comenzó a caminar hacia la sala, donde se tiró en el pequeño sillón a lado del sofá. La muchacha castaña observaba con cuidado el escenario, donde Lucille protagonizaba aquello.

—Yo hablo en serio. De verdad lamento mi comportamiento de ayer —comentó Mónica con incomodidad, al quedar parada en la entrada de la sala—. Admito que me sentí atacada por tus palabras, y por esa razón actúe a la defensiva. Pero por supuesto, tú no tuviste la culpa de nada y...

Un sollozo agudo paró las intenciones de Mónica. Confundida bajó la mirada al pequeño sillón, donde la otra chica refugiaba su rostro entre las rodillas y lanzaba pequeños gritos agudos. Lucille con la intención de tomar un poco de aire, se levantó y dejaba ver su deplorable semblante lleno de lágrimas.

Los ojos chocolates de la muchacha se abrieron por la confusión. ¿Cómo los padres podían dejar a una deprimida tan sola?

Con temor e indecisa por sus acciones, acarició el cabello de Lucille y se hincó a su altura, al mismo tiempo que le sonreía.

—Llora todo lo que necesites —musitó Mónica en tono dulce—. Pero no lo hagas sola.

[...]

El corazón de Lucy no la dejaba en paz, le retumbaba en los oídos; al igual que las palabras de hace unos momentos. Era seguro que esas palabras no llevaran otra intención, sin embargo, una parte de ella deseaba que hubiera un significado oculto. Alzó su mirada marrón donde encaró la oscura mirada de su acompañante.

—¿Por qué querrías saber de mí? —cuestionó ella con palabras trémulas—. No es como si tú y yo fuéramos algo.

—Amistad es una opción —se aventuró él a contestar.

Ethan le sonrió y el corazón de Lucy se aceleró. El frío se contrarrestó con el fuerte calor, que avanzaba desde la punta de sus pies hasta colorear su cara con un carmesí intenso. La mirada oscura de Ethan comenzaba a ahogarla en un mar de sentimientos. El tiempo se detuvo en su entorno, y la cabeza le comenzó a dar vueltas.

—Te encontré. —Un tercer invitado se hizo presente. Ambos alzaron la cabeza, para encontrarse con el sonriente rostro de André cubierto con una bufanda—. Si vas a cambiar el lugar de encuentro, al menos, avisa.

Lucy regresó a la realidad y con la intención de que su cabeza se calmara, se levantó deprisa del asiento. André que aún mantenía su sonrisa, no comprendía la situación y el motivo de aquella aura asesina que salía de Ethan. A una acción que ya acostumbraba, Lucy se refugió en el brazo de André y trató de acallar las voces de aquella extraña sensación.

Los ojos azules del muchacho pararon sobre su amiga, la cual se aferraba con fuerza a la manga del abrigo, al igual que ocultaba su rostro. Después paró su vista sobre Ethan, el cual a pesar de no levantar su mirada, desprendía un instinto que llenaba de escalofríos al muchacho.

—¿Ya lo invitaste? —preguntó el muchacho al dirigirse a la rubia. Lucy alzó su mirada con confusión, a lo cual, André sonrío y se enfocó en Ethan—. Vamos a la tintorería a recoger el vestido de Lucy —explicó él con esa misma sonrisa—. Su hermano cumple años este veinte y nos encantaría que vinieras.

Confundido, la mirada de Ethan por fin se alzó. Donde la refugiada Lucy salió y contrariada vio a André.

—No necesito caridad de nadie —respondió Ethan con un claro mal humor.

—No es caridad de nadie —comentó André con buen humor—. Por ser el salvador de esta chica, la familia te quiere dar las gracias como se debe. Solo que a cierta rubia le encanta evadir el tema, al parecer, le avergüenza.

—¡André! —reclamó Lucy con el calor se le arremolinaba por dentro—. ¡Ya déjalo!

Con un brillo de esperanza, la mirada oscura del chico paró sobre ella. De nuevo aquella sensación, invadió el corazón de Lucy y la comenzaba a oprimir. Ethan, por fin, se levantó y trató de acercarse a Lucy. Donde las mejillas de la chica comenzaban a encandecer por el calor que se guardaba.




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