Time after Time

Recuerdo 17. Una historia de dos

La primera vez que vio a Mónica, fue después de su graduación de la escuela, en las vacaciones de verano. Hacía mucho calor y ella estaba frente a un puesto de helados en Camelias, nunca entendió el motivo de sus acciones de aquel momento y sin embargo, se encontraba a lado de ella mientras escuchaba su pedido. Sin darse cuenta, ambos hablaban del clima y de los helados en venta.

Fue cuando una rutina comenzó, donde cada fin de semana iban a Camelias con la esperanza de encontrarse, y siempre lo lograban. En silencio, acordaban su lugar de reunión. Poco a poco él se abrió, donde le contó la historia desde el principio y lo mucho que significó Lucille para él. En silencio, Mónica siempre le escuchaba.

¿Cuándo comenzó a saber sobre ella?

En el siguiente verano, Mónica fue quien decidió también hablar. Ella fue quien le mencionó de Lucy y su extraña relación con André; después de eso, comenzó a hablar de sus planes de la universidad, mencionaba a su familia de vez en cuando, o solo se dedicaba a quejarse de algo que le molestaba.

Cada semana que la veía, más bonita se volvía.

¿Cómo un buen comienzo, se convirtió en lo que todos llamaban una relación tóxica?

—¿Oíste de las nevadas? —La voz de Mónica lo atrajo a la realidad. Donde se dio cuenta que salían de La cuchara de plata, Mónica tenía las bolsas en mano mientras la pequeña Jocelyn se tomaba del abrigo de su hermana—. ¿Te gusta la nieve? A mí me encanta, siempre que nieva salgo descalza de la casa.

Jared sonrió.

—Lo sé —comentó él con buen humor—, como la vez que te enfermaste y tus hermanos te prohibieron volver hacerlo, y aun así, lo hiciste al día siguiente. Aunque ese día, solo saliste con la ropa de dormir. Era normal que te enfermaras.

Los ojos de Mónica junto con los de Jocelyn, se pararon sobre Jared. Donde confundidas y a la vez sorprendidas, observaban al muchacho. Sin comprender, Jared las observó con una sonrisa donde aquellos rostros anonadados le prestaban atención.

—Eso pasó el año pasado —comentó Mónica en voz baja—. ¿Quién te lo contó?

—Tú, por su...

El muchacho paró sus palabras. La mirada chocolate de Mónica le observaban con cierto temor, a lo cual Jared, ya no supo que hacer. Era cierto, en este corto período de tiempo ella no le contó nada. Lo único que había salido de la boca de Mónica; era la muerte de su padre y que Gabriel era su padrastro. Fuera de eso, todo lo que conocía de la muchacha se basaban en memorias. Muchas de ellas, todavía ni existían.

La asustada mirada de la chica, le insistió. El muchacho tragó saliva y pasó su mano por el cabello castaño, al mismo tiempo, que trataba de pensar en algo ingenioso.

¿Dónde estaba Lily cuando más se le necesitaba? Ella dijo que aparte del tiempo, podía controlar los recuerdos. Este era su momento de brillar, ¡que borrara de la memoria de Mónica esa extraña conversación!

Un claxon llegó a sus oídos.

Con un mínimo de curiosidad, los tres voltearon a un auto negro. El cual, Jared pudo deducir que era un Audi último modelo; eso sí era tener dinero.

—¡Papá! —exclamó la pequeña Jocelyn, al reconocer el auto.

Los ojos verdes del chico pararon en la pequeña pelirroja, quien hacía señas exageradas al conductor. Mónica esperó a que el auto llegara y al parar frente a la acera, la muchacha se acercó con toda confianza a la ventanilla del conductor. Jared trató de alejarla con el fin de protegerla, cuando la ventanilla bajó.

Cabello rizado rojizo, ojos azules, tez blanca llena de unas cuantas pecas, lo cual le daba un aire de menor edad a la que tenía. Todo empaquetado en un traje Burberry oscuro. No había que dar más explicaciones para saber quién era, Jared no tenía que escuchar las escalofriantes historias de él, porque el muchacho las vivió en carne y hueso.

Ese azul oscuro paró sobre el muchacho y ese conocido sentimiento lo invadió. Ese miedo y opresión por parte de él, mientras en silencio lo juzgaba y menospreciaba.

—¿Se dirigían hacia la casa? —preguntó el hombre, mientras Jared sentía esos cuchillos azules clavarse en su alma.

—Exacto —contestó Mónica con tranquilidad—. Fuimos a Camelias para comprar un vestido para Jocelyn. ¿Vas a casa o estás en un mandando del negocio?

El hombre apretó los labios. Sacó la cabeza de la ventanilla y observó de un lado a otro, después regresó su atención a Mónica, quien sonreía con dulzura.

—¿Y los guardaespaldas? —cuestionó con suspicacia.

—Tal vez...huimos de ellos...y no...nos encontraron...tal vez...solo, tal vez —respondió la muchacha, mientras observaba de un lado a otro.

No le gritó, sin embargo, pasó su dedo índice por el puente de la nariz, a seña de frustración. Se agachó y la chica escuchó como el maletero del auto se abrió. Mónica no necesitó palabras para tal acción; le indicó a su hermanita que entrara al auto y ella se dedicó a guardar las bolsas dentro del maletero.

Al verla, Jared se dedicó a ayudarla con las bolsas.

Jocelyn observaba confundida la escena, desde el asiento trasero del auto. Después miró a su papá, donde pudo notar como el carmesí se acentuaba en su rostro. La pequeña se puso el cinturón de seguridad y abrazó sus rodillas sobre el asiento; su papá estaba molesto y era posible que discutiera con Mónica.

Odiaba cuando los veía gritarse.

La voz de la muchacha se escuchó, lo más seguro es que le daba el adiós al chico que las acompañó. Después entró en el auto, donde tomó el asiento del copiloto. El auto arranco y cuando este avanzó una cuadra, la niña pudo notar como la sonrisa de Mónica se desvaneció.

—¿Quién era él? —preguntó su padre con voz seca.

—Un compañero de clases —respondió ella, al quitarse los guantes.

—¿Es tu novio? —cuestionó él con un mínimo de interés.

—Cuando tenga novio, te lo diré —comentó la muchacha, mientras encendía la calefacción del auto.

—Entonces, ¿por qué saliste sin guardaespaldas?




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