Time after Time

Recuerdo 18. Beneplácito del destino

Una niña en una fábrica de dulces.
 

André sonrió al encontrar la definición correcta para su amiga en ese momento. Los ojos marrones de Lucy brillaban, al mismo tiempo, que no dejaba de correr por la tienda en la sección de caballeros. La vendedora a su lado se forzaba a sonreír, mientras sus brazos trataban de aguantar el peso de la montaña de ropa. El muchacho daba gracias a que el piso estuviera alfombrado, ya que así la rubia no patinaría de un lado a otro.

—Lucy, solo es un traje —comentó el muchacho de cabello negro con nerviosismo, parado en medio de la sección.

Sin hacer caso, la chica miraba por los aparadores de ropa y tomaba la que más era de su gusto. En el paquete figuraban varias camisas de vestir de colores lisos junto con suéteres de cuadros, rombos, rayas, entre otros. La pobre trabajadora que apenas le podía seguir el paso, respiraba con dificultad y sudaba, al mismo tiempo.

Apenado por el comportamiento de su amiga, tomó más de la mitad de las prendas de los brazos de la mujer, mientras le correspondía una sonrisa.

Lucy continuaba ensimismada en su mundo, sin poder parar esas manos obsesionadas por las prendas. De pronto, algo llamó su atención, en un maniquí se encontraba una chaqueta de cuero negro la cual adornaba una simple camiseta blanca. Estaba más que segura que ese no era el estilo de André, sin embargo, en su mente centellaba el tipo de persona a la cual le quedaría perfecta.

Su pecho se apretó al recordar las palabras de su última conversación.

—¿De verdad se presentará? —cuestionó para sí.

—En definitiva, eso se le vería perfecto —habló una voz a sus espaldas. Confundida, Lucy volteó hacia la voz. Donde una muchacha de no más de veinticinco años, de cabello corto de un extraño rojizo que casi llegaba a anaranjado; sostenía varios trajes oscuros mientras su clara mirada lila se concentraba en la chaqueta—. ¿Por qué está tan empeñado en conseguir un traje? —continuó con un suspiro de cansancio.

Los ojos marrones de Lucy parpadearon un par de veces, con una pizca de curiosidad por las palabras de la vendedora. La muchacha se percató de Lucy y el como la observaba con un atisbo de insistencia. Con el rostro ruborizado por la vergüenza, fingió no haber hablado y regresó a la misión de encontrar el traje perfecto, para el cliente de cabello chillante.

La chica rubia frunció los labios e hizo una mueca con ellos, ¿hablaba de un novio o algo parecido? Se encogió de hombros con desinterés, al fin y al cabo, no era su asunto.

La voz de André la sacó de su mente. Tranquila, volteó a donde su amigo el cual en silencio le rogaba que escogiera un traje, mientras sostenía un montón de prendas que no tenían nada que ver con el asunto original. Ella cerró los ojos y sonrió, en un intento de inocencia. Por supuesto, una Lucy inocente era algo de verdad aterrador para el muchacho.

—Solo enfócate en el traje —imploró André con un tic en el ojo izquierdo—. Otro día vendremos a cambiarme el guardarropa.

Lucy asintió.

—Entonces comenzaremos con los primeros seis que puso en el probador —respondió la muchacha con derrota.

La empleada castaña soltó un chillido de felicidad y con un inmensurable entusiasmo, tiró las prendas al piso para tomar la muñeca del muchacho y dirigirlo al probador. Lucy rió por lo bajo con un poco de pena, a veces se le olvidaba que podía ser irritante.

Recogió la ropa tirada y la dejó amontonada en un aparador, así no regañarían tanto a la vendedora que la aguantó. Caminó hacia los probadores con tranquilidad, donde aquella chaqueta negra se negaba a salir de su cabeza. Lucy rascó su mentón, navidad sería pronto y sentía esa necesidad de darle algo al muchacho de cabello rojo. Sin embargo, una chaqueta era demasiado para un regalo. Ese tipo de cosas le correspondían a su novia.

El mundo alrededor de Lucy, paró.

Una novia.

—Él no tiene una —musitó al razonar—. Pero, ¿tendrá a alguien que le gusta?

A su cabeza le comenzó a salir humo. Las cosas no eran tan sencillas, aunque se lo diera en son de amistad, no era como si le diera el regalo a André o a uno de los hermanos de Mónica. Quizá al darle el regalo, era factible que lo ofendiera o mostrara una idea equivocada. Y lo peor del caso, ¿si tenía alguien que le gustara y esa persona lo malinterpretaba? Ethan la odiaría hasta el fin de los tiempos y más allá. No quería eso.

Cual ráfaga de viento, la empleada de cabello rojizo anaranjado pasó a su lado.

Lucy ladeó su cabeza con la intención de fisgonear, pudo notar como la vendedora se dirigía al mismo lugar que ella y que llevaba varios trajes en mano. Gracias a eso, Lucy regresó a la realidad y aceleró su paso hacia los probadores, donde André podía estar esperándola con impaciencia.

Al llegar a la sección llena de espejos y con dos puertas, una en cada lado, notó que solo estaba una chica de cabello negro sentada y en su respectiva puerta, las vendedoras. La muchacha rubia se acercó a las sillas, cuando la sorpresa se dedicó a invadirla al ver a la ocupante.

—Lucille —soltó con sorpresa. La aludida volteó y al observar de quien se trataba, cerró sus ojos y sonrió—. ¿Viniste con tu novio? —cuestionó mientras volteaba hacia los lados.

Lucille rió y negó con la cabeza.

—Un amigo quiere comprarse un traje y me invitó para ayudarle —respondió con buen humor—. Tú lo conoces es...

—¿Qué te parece?

Ambas voltearon hacia la voz masculina.

André llevaba un traje azul marino que contrastaba bien con la camisa negra que escogió. Lucy intercambió una mirada con su compañera, la cual con la mano en el mentón, asintió con aprobación. Todas regresaron su mirada hacia el chico de cabello negro, donde el calor se comenzó a concentrar en las mejillas de él y a colorearlas de un ligero rojizo.

—Como es delgado —comentó la vendedora castaña, al pararse a lado del muchacho—, el Slim Fit le queda bastante bien. Como pueden notar, ni siquiera se le ve ajustado.




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