Time after Time

Recuerdo 24. En busca de una respuesta

19 de diciembre. 6 días para navidad.
 

En suposición, diciembre era un mes feliz. Las calles cubiertas por una manta blanca de nieve, en las noches, luces brillantes y coloridas daban un maravilloso espectáculo, y cómo no hablar de la alegría de los pequeños junto con sus inocentes deseos. Familias reunidas, comida deliciosa, una chimenea y cantar a todo pulmón. Un mes que recordaba la alegría de vivir.

Que vil mentira.

Desde la llamada de Jeremy hasta el día actual, no podía conciliar el sueño. A pesar que su mejor amigo y cuñado la mandaron a descansar, podía escuchar las conversaciones junto con los asquerosos que eran algunos doctores y enfermeros. Entendía el odio a nochebuena y navidad, algunas personas se pasaban de alcohol y algunos recuerdos no eran agradables; pero, decir con cinismo que merecían su sufrimiento y el desearle la muerte, ¡era otro nivel!

Ella no se encontraba aquí por gusto, Ethan mucho menos y Jeremy como deseaba escapar de esta fábrica de calamidades, sin embargo, Jared los necesitaba y no podían dejarlo a su suerte.

—Si continúas escuchando conversaciones ajenas, serás tú la que se enfermará. —Lucille despegó la cabeza de la mesa y una ráfaga de aire frío golpeó su rostro, alzó la mirada y se encontró con la mujer que les acompañaba en su acongojo. Esa dependiente de cabello castaño, era lo único bueno dentro de todo lo malo—. Toma —continuó con una sonrisa al acercarle un líquido con un ligero tono verde—, te hará bien con este frío.

Lucille esbozó una débil sonrisa y observó el humo que salía del vaso de unicel. Con mucho cuidado dio un sorbo, aunque fue muy pequeño, sintió como poco a poco su interior retomaba la calidez.

—¿No te meterás en problemas por regalarnos las cosas? —preguntó la muchacha de cabello, al dar otro sorbo. Su interlocutora parpadeó un par de veces a muestra de su confusión, a lo cual, Lucille no pudo evitar soltar una ligera carcajada—. Perdón —musitó con una sonrisa—, solo que siento que eres demasiado buena para ser humana.

—Entonces pídeme un deseo y es muy posible que lo cumpla. Quizá soy un hada — comentó la trabajadora con buen humor.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Lucille. Sin embargo, esa mueca reflejaba lo roto que se encontraba su corazón y lo poco que estuvo en caer en la maraña de esas palabras. Sus ojos grises observaron a la dependiente con un atisbo de buen humor, como si esta pudiera leer su mente, le correspondió la sonrisa con inocencia.

—¿Puedo guardarlo para otra ocasión? —respondió Lucille con tono burlón—. Quiero pensar mejor que es lo que quiero.

—Tiene fecha de caducidad —advirtió la chica de cabello castaño—. Tal vez cuando lo quieras pedir, ya no puedas hacerlo.

—Me arriesgo —musitó la muchacha con una sonrisa.

La dependiente, acomodó un rebelde mechón castaño que trató escapar de su cofia y regresó a su trabajo. Lucille, por su parte, sentía como su buen humor regresó un poco. Al menos, ahora podía enfrentar la situación con un poco más de optimismo.

Decidió terminar su bebida. Al gusto era un poco amarga, aunque lo que de verdad le sorprendía, era como al tragar su garganta no raspaba sino que sentía una frescura relajante, y al llegar a su estómago, su cuerpo entraba en calor. Era una agradable y extraña sensación.

Se levantó con la intención de regresar a la sala de espera. Jeremy necesitaba un baño y un descanso de verdad, no hablar de Rosalina, que se mostraba reacia a dejar a su novio sin importar el momento. Así que necesitaba convencer a ambos de que dejaran el hospital un minuto.

En su camino, recibió el impacto de una pequeña persona. Con una mano se sostuvo de la pared para mantener el equilibrio, mientras la otra tomaba a la personita que chocó contra ella. La niñita alzó la mirada donde el temor era legible en sus profundos ojos azules, sorprendida por el color de cabello de la pequeña, Lucille pasó su mano por esos enrevesados rizos púrpuras.

La niña se alejó de un salto y se abrazó a sí misma. Cosa que confundió a la muchacha.

—Stella —llamó una voz masculina.

La pequeña corrió a refugiarse detrás del dueño de esa voz. Lucille se encaró a esos vibrantes ojos verdes que la acribillaban sin compasión, sonrió con la intención de distender el ambiente y pudo notar que había otro pequeño acompañante, igual de asustado que su hermanita.

—El color de cabello de su hija es muy bonito —comentó la muchacha con una sonrisa—. El de su hijo también —señaló al pequeño resguardado detrás de él—, el de él se parece al suyo. Tan rubio y brillante.

El hombre murmuró unas palabras ilegibles y procedió a retirarse con sus niños.

Lucille frunció el ceño con desagrado. Sin embargo, tenía cosas más importantes en que pensar para ponerse a discutir con ese hombre. Siguió su camino hacia la sala de espera donde notó solo a Ethan y Rosalina. Esta última, observaba con mucha atención unos niños que jugaban y hablaban entre sí, donde un atisbo de melancolía brillaba en sus ojos. Su amigo al notarlo, le regaló una sonrisa, con la intención de relajarla un poco.

Lucille se acercó hasta quedar frente a ellos, donde el muchacho pelirrojo le regaló una dulce y cansada sonrisa.

—Fue a llamar a sus padres —comentó él con un bostezo—. Debido a la distancia, los mantiene al tanto de cada palabra del médico. Aunque mencionó que si no hay mejora, es muy seguro que vengan aquí.

Lucille cruzó los brazos y suspiró. En estos momentos, ya no tenía cabeza para nada y el buen humor de hace un rato, fue tan efímera cual neblina que desaparece con el viento.

—¿Irás mañana? —cuestionó la chica a su amigo.

Ethan negó con la cabeza.

—Tengo cosas más importantes en que pensar —respondió el chico con un falso buen humor—. Además, mis padres piensan que estoy en el hospital con ustedes, y prefiero que se mantenga así. Lucy sabe mi situación, así que estoy seguro que lo entenderá.




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