Time after Time

Recuerdo 31. Tenemos que hablar

Sentada en el sofá frente a la chimenea, veía el álbum de fotografías con interés. Jared se acercó con una sonrisa, le proporcionó una taza caliente, observó el contenido donde se observaba el tinte rojizo que daba el té de canela. Agradecida dio un sorbo y se acomodó de modo que su novio también pudiera sentarse.

—No sabía que estudiabas en Pegaso Blanco —comentó con curiosidad, al pasar las páginas del álbum.

—Tuve la inscripción gratuita por la inauguración —respondió con buen humor—. Estás frente a la primera generación —señaló con presunción.

Con sorpresa, Mónica quería decirle que ella era tercera generación. La enorme posibilidad que en algún momento, pudieron cruzarse en el pasillo sin darse cuenta. Sin embargo, en el álbum se coló una fotografía, en ese instante, debió pasarla por alto y no desencadenar un terrible futuro.

Sus ojos chocolate brillaron con el reflejo de esa fotografía; la chica de larga cabellera negra que sonreía abiertamente a lado de Jared, quien le correspondía con una ternura desmedida. Una extraña sensación se posicionó en su estómago y la garganta comenzó a arderle.

—Lucille —masculló con palabras trémulas.

—La reconociste. —La voz sorprendida de Jared pasó desapercibida para Mónica. Nunca se la había descrito, al menos, en apariencia física. Debido al dolor la mencionó algunas veces, no obstante, para dejarla ir en paz no la mencionaba mucho—. Eres impresionante. Siempre logras sorprenderme de varias maneras, Moni.

—Ella era perfecta, me imagino —susurró con ese ardor en la garganta.

—Era una gran chica, lo admito —reconoció el muchacho con un tinte melancólico en su voz—. Amaba trabajar con sus manos, por lo que siempre estaba haciendo alguna manualidad o algo que tuviera ver con costura. No sabía estar sentada, siempre ayudaba en los comités que podía. Casi todos en la escuela la conocían y era muy apreciada. —Acomodó la mano sobre su barbilla, para recordar—. Cuando murió, muchos profesores se sintieron bastante mal. Algunos tomaron vacaciones antes de tiempo, por lo mismo. La querían mucho. Recuerdo que la señorita Camille una vez no pudo darnos clases, porque en cuanto vio el asiento de Lucille comenzó...

Mónica se levantó de golpe, lo que paró las palabras de Jared. La taza aún se encontraba llena, caliente y quemaba las palmas de sus manos. Sin mencionar palabra alguna, la muchacha se dirigió a la cocina, tiró el líquido por el fregadero mientras las lágrimas escurrían por sus mejillas. ¿Cómo podría decirle que estudió en la misma escuela que él, cuando esas memorias ya tenían otra dueña?

«Aquel día todo comenzó a ir mal. Ninguno de los dos quiso aclarar el tema, solo comenzaron a atacarse sin razón...»

23 de diciembre. 2 días para navidad.

Con pesadez y dificultad, abrió los ojos. Aún se encontraba demasiado agotada, con mucho trabajo trató de incorporarse, hasta que sus ojos se cruzaron con la pequeña pelirroja. Los ojos zafiros de la pequeña se apreciaban con claridad, gracias a lo abiertos que estos se encontraban.

—¡Mami! —Jocelyn gritó con desespero—. ¡Ya se despertó! ¡Mami! —Salió con velocidad de la habitación.

Una franela cayó de su frente. Esta estaba húmeda y un poco fría.

La puerta de la habitación se abrió con brusquedad. Jocelyn sostenía el pomo mientras que su madre cargaba una bandeja con varias cosas. La acercó a la mesita de noche y tomó asiento a la orilla de la cama, tocó la frente de Mónica donde un suspiro lleno de alivio salió de la mujer.

—Ya bajó la fiebre —musitó con tranquilidad. Los ojos chocolate se posaron sobre su hija, acomodó un mechón de cabello rebelde y le regaló una dulce sonrisa—. Jamás me vuelvas a asustar así —suplicó con voz quebrada—, nunca tuve día más largo en mi vida.

Mónica frunció el ceño con confusión. Desde la conversación con Jack, no recordaba nada. Solo esos recuerdos abrumadores de su pasado con Jared. Apretó los ojos con la esperanza de disipar esa punzada en su cabeza. El dolor se lo indicaba: no tenía mucho tiempo.

—¿Ya está bien? —preguntó la niña, sin soltar el pomo de la puerta.

—Sí, Jossie. Ya está bien. —Sonrió su madre—. Puedes avisarles a los demás. Yo me quedaré con Moni.

Jocelyn asintió y salió de la habitación.

Mónica comprendió aquellas palabras, se desmayó en la tienda de comestibles. Lanzó un leve suspiro, sus días se desperdiciaban cada vez más.

Su madre pasó una taza, la muchacha sintió como al instante quemó las palmas de sus manos, el tono amarillento indicaba que era té de manzanilla. Sopló un poco, para poder dar un sorbo.

—¡Caliente! —exclamó, al sacar su lengua.

—Claro que está caliente —respondió su madre con humor—. Se siente en cuanto tocas la taza. —Mónica asintió sin expresar palabra alguna. Marisol apretó los labios sin quitarle la mirada de encima, la paciencia que había mostrado era más que suficiente—. ¿Te preocupa algo?

Mónica soltó media sonrisa, con una gran muestra de burla.

—Me preocupan muchas cosas —musitó mientras observaba su reflejo en el líquido de la taza—. No lo comprendería.

—Puedo intentarlo —respondió ella con suavidad.

—No, no puede —continuó la muchacha, al apretar la taza con fuerza—. Nadie puede —repitió con impotencia—. Aunque se lo contara y me creyera, hasta ahí llegaría su poder. En cambio, la pondré al corriente de todo y su ansiedad crecerá, junto con su sentido de culpa porque no puede ayudar.

Las lágrimas comenzaron a escurrir. Días llenos de llanto, miedos y confusión, una mente embotada de tanta información. Se suponía que toda esa información era para ayudarla, sin embargo, el caos en sus recuerdos era desatado cada vez más.

La vida perdía sentido y la lógica era extraña, cada segundo que pasaba las cosas se volvían incomprensibles.

—Te quiero mucho —soltó Marisol de repente. Los ojos brillantes por el llanto, se posaron en ella; el contrariado rostro de Mónica se apreciaba. La mujer sonrió con ternura—. No te comprenderé, es posible. Claro que me preocuparé, el cariño que te tengo me hace querer que estés bien. ¿Me pondré ansiosa? No lo sé, ¿me das razones para creer en ti? Nadie está solo en esta vida, así que no actúes como la protagonista trágica incomprendida. Habla, ¿qué sucede?




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