Frente en medio de una supuesta nada, los ojos heterocromáticos de Lily observaban hacia arriba, donde diversos tronos la rodeaban y miradas de su misma condición la juzgaban. Con seriedad, mantenía la vista en alto y encaraba a su juzgado sin temor. Cosa opuesta a su acompañante, Yua, quien mantenía la cabeza hacia abajo y negaba en observarlos.
—Usar magia prohibida, poner en riesgo millones de vidas, incluidas las de tu raza. Casi romper el lazo de la madre y el padre de la futura princesa de la luz…
—Un momento —interrumpió Lily ofendida—, yo estaba metida con el llorón de Jared, la amargada de Mónica y la muerta de Lucille, no tuve nada que ver con eso. En ese caso, el tema le corresponde a Yua, ella es la Guardiana del De…
—¡Tonta! —gritó aquella voz masculina en reclamo—. El hechizo que usaste afecta a todo el mundo aunque este no se dé cuenta, ¡estuviste a nada de matar a la abuela de la princesa de la luz antes de que esta pudiera dar a luz a su hija; la madre de la princesa! —Lily mantuvo el silencio, con enojo, mordió el labio inferior—. ¡Todo solo porque estabas aburrida! ¿Y tú misma te haces llamar Guardiana?... ¿o el poder por fin te enloqueció?
Yua alzó la mirada con preocupación. Lily apretó sus puños sin dejar de temblar, ambas comprendían la realidad de esas palabras; la vida de la Guardiana del Tiempo y los Recuerdos pendía de un hilo tan delgado, que el viento más suave era capaz de romperlo en mil pedazos.
—Su majestad, le recordamos que quien tiene la última palabras somos nosotros: La Guardiana del Mundo Espiritual —llamó Farisha con una gélida serenidad.
—Y el Guardián del Mana —secundó Layland con los ojo brillantes—. Respetamos su autoridad como Rey de los Shikatsella, pero los asuntos de si un guardián vive o muere, no es un asunto de su conveniencia. Es una decisión que Farisha y yo tomamos en conjunto.
—Insolentes, ¿cómo se atreven a faltar el respeto…?
—Ellos tienen razón, padre —llamó la pequeña a su lado. Las miradas se dirigieron a la niña de doce años, la cual, ocupaba el lugar de su difunta madre—. No importa la edad, ni el más anciano del pueblo puede superar la edad del más joven de ellos. Incluso las Guardianas juzgadas, a pesar de su apariencia, son mucho mayores que tú. Ellos son quienes mejor conocen a su gente.
La mirada bicolor de la chica —lila y un claro cian—, se posaron en los demás presentes. Sin mencionar palabra alguna, hicieron una leve reverencia en aceptación. Con aquello dio consentimiento para el veredicto.
—Lilian, Guardiana del Tiempo y los Recuerdos, tu poder será retenido por el Guardián del Mana, Layland. Este castigo será hasta que nuestra futura reina lo vea conveniente, quien es la única con el derecho a revocarlo —sentenció Farisha mientras sus ojos brillaban—. Mientras estés sin poderes, ayudarás en el palacio de los Guardianes con labores mecánicas, en el pueblo si lo requieren y en el mismo palacio, ¿quedó claro?
—Yua, Guardiana del Destino, tu poder se limitará a ver el destino y futuro de los demás. No podrás interferir en estos, ni por más insignificante que sea la acción. Una simple espectadora, ese es tu papel. Ambas tienen prohibido acercarse al mundo humano, interactuar con él o siquiera verlo. Habrá cero tolerancias en el incumplimiento de esta regla, ¿entendido? —declaró Layland con ligera fiereza.
Ambas asintieron con tranquilidad, al bajar la mirada. Era oficial: todo había terminado.
[…]
André se encontraba a lado de Lucy, quien con todo lo que tenía, trataba de consolar al muchacho de cabello rojizo a su lado. Sus ojos azules se encontraban inexpresivos, a su alrededor, frente a ese hoyo, solo había llanto y llanto que no cesaba.
Mónica era sostenida por Lucille, ambas parecían desmoronarse de un momento a otro. Sin embargo, la muchacha de cabello negro era quien trataba de mantener la compostura, en lo que su compañera castaña sollozaba en completo desconsuelo. Ambos fuera de aquel lugar.
—Moni, debemos entrar —suplicó Lucille.
Debido al dolor de sus heridas, no pudo sostener a la castaña por más tiempo. Gracias a eso, Mónica se desplomó ahogada en sus lágrimas. Con tristeza Ethan y Lucy intercambiaron miradas, no comprendían el motivo, de los presentes, ella era la más desconsolada.
Ethan limpió sus lágrimas y junto con Lucy, entraron al lugar.
André comprendía que Lucille con trabajo podía consigo misma, por lo que tomó a Mónica, la alzó y la sacó de ahí. Al menos, no era el momento adecuado para ella. Lucille los observó con contrariedad, sin embargo, con señas André le indicó que entrara al lugar. Mónica llegaría después.
En un intento de calmar esos sentimientos, André la llevó a una cafetería. Con la cabeza pegada al cristal de la ventana, Mónica observaba hacia un horizonte inexistente, sin probar ni un bocado de lo que su amigo le pidió.
No hubo palabras de consuelo o un intento de conversación. Solo ambos sentados en un ambiente que desprendía el olor a café recién hecho, azúcar, grasa y condimentos. Los ojos chocolate de Mónica, por fin, se desviaron hacia él. Esa mirada se clavó en el muchacho era diferente, no reflejaba sentimiento alguno, se encontraba vacía.
—¿Sabes? —comentó ella mientras tomaba la humeante taza de té—. Es increíble que ahora pueda comprender a Jared —explicó en un susurro—, solo puedo recordar los momentos buenos que tuve con él. Trato de evocar aquellos recuerdos donde me comparaba con Lucille o discutíamos, pero, no me vienen a la mente. ¿Qué clase de magia es esta?
—Mónica, no todo es culpa de la magia —contestó André en el mismo tono.
—Ni siquiera puedo ordenar mis propios pensamientos. —El dolor de cabeza era insoportable y la garganta le ardía junto con los ojos.
—Creo que no debes prestarle tanta atención —respondió André con una pequeña sonrisa—. El hecho que ambas estén vivas, ¿no te dice algo? —Mónica negó con la cabeza, al expresar su desentendimiento—. Si Lucille moría, Jared tenía la oportunidad de estar de regreso, sin embargo, decidió dársela a Lucille.