14 de abril. Mónica Ferreiro. Veinticuatro años.
Los vientos primaverales disminuían en cuanto el mes más avanzaba. El clima se comportaba de forma más agradable, los fríos extremos desaparecieron y el calor no era exagerado, al contrario, era lo suficiente bueno para pasear en el parque.
Con una sonrisa en su rostro, mientras, los largos cabellos castaños que no se quisieron amarrar en su coleta ondeaban sobre este, caminaba con una bolsa de regalo en su mano. Rosalina y Jeremy conversaban con ella, donde se mostraban emocionados por el motivo del viaje, mientras su pequeño hijo de seis años, reflejaba su claro disgusto en esto.
—Yo soy más bonito —masculló el pequeño niño, de cabello castaño claro y ojos verdes.
—Claro que eres bonito, Jared —concilió su mamá con dulzura—. Pero es una nena, las niñas tienden a ser tiernas.
—¡Yo soy más tierno! ¿Verdad, tía Moni?
Mónica lanzó una ligera carcajada.
—Bueno, eso lo sabremos cuando la conozcamos, ¿qué te parece? —zanjó la chica con buen humor.
El niño infló los mofletes, cruzó los brazos en son de protesta, no obstante, no podía negarse a la radiante sonrisa de Mónica. Era como el arma definitiva que necesitaba, nadie se negaba a la sonrisa de la castaña.
—Lo que a mí me sorprende, es que los padres de Lucille tuvieran fuerzas para tener un hijo a su edad —agregó Jeremy con cierta estupefacción. A lo cual, su esposa asintió en concordancia.
—¿Lucille no se los contó? —cuestionó confundida—. Ella fue producto de un embarazo adolescente, así que están en edad de tener otro hijo. —La pareja intercambió miradas. Al parecer la muchacha de cabello negro, omitió ese detalle para ellos—. ¡No puedo esperar para conocer a la pequeña Vicky! —exclamó Mónica con emoción—. Lu me dijo que parece una princesa de cuento.
El camino se mantuvo animado debido a la emoción de Mónica, junto a los celos del pequeño Jared. Mientras que Jeremy y Rosalina, se mantenían al margen, disfrutaban el espectáculo en silencio.
Llegaron a la casa. Unos cuantos golpes en la puerta y Lucille se encontraba ya a la espera de su llegada.
—¡Moni! Qué bueno que llegaron, el fotógrafo no deja de molestar y quiere que tomemos la foto ya —explicó, al hacerlos entrar. Cuando entraron a la sala, Mónica dejó el regalo en el sofá para correr hacia la madre y visualizar al nuevo miembro de la familia—. Llegaron —anunció Lucille hacia el fotógrafo—, en un momento estaremos listos.
—Sí eres una princesa de cuento —afirmó Mónica, mientras jugueteaba con la nena—. Cabello negro como la noche, piel blanca como la nieve y esos ojos azules profundos cual mar nocturno. Eres la Blanca Nieves de la vida real —continuó mientras la abrazaba.
—Señorita, mi tiempo vale dinero —comentó el fotógrafo con mal humor—. Regrese a la niña y acomódense como se los indiqué.
Lucille y Mónica intercambiaron miradas, sin embargo, no respondieron nada contra el hombre dispuesto a hacer su trabajo.
—Descuida, el próximo año no lo contrataré —susurró la chica de cabello negro, mientras se acomodaba a lado de Mónica—. Por cierto, buenas noticias: La preparatoria Aquamarine me aceptó como profesora de ciencias.
—Eso es genial, ¿también lo celebramos? —cuestionó Mónica, al sonreír para la fotografía.
En cuanto el flash se hizo presente y todos desertaron de sus puestos. El padre de Lucille se dirigió al trabajador, por su parte, los demás rodeaban a la pequeña, quien solo los observaba con esos ojos azules.
—Creo que Victoria merece más su primer momento de atención —expresó Lucille, al cargar a su hermana. La niña sonrió en cuanto reconoció esos ojos grises, Mónica se acercó a ella y correspondió esa sonrisa mientras se recargaba en el hombro de ella—. Estoy agradecida por esto —musitó con ligera alegría—, jamás pensé que conocería a chica más hermosa.
—Y vaya que lo es —correspondió Mónica.
Las historias no terminaban, solo tenían un nuevo giro que daba paso a otro argumento. Mónica y Lucille lo comprendían mejor que nadie, dispuestas a vivir su vida al máximo; esa criaturita sería su nueva protagonista.