Con diecisiete años, Sian Santiago miró en derredor, después de escuchar el último discurso que su tía abuela Angel acababa de dar, como cada año durante el solsticio de invierno, cuando era su cumpleaños, provocó las risas de todos los invitados, incluso de ella, a pesar de que el discurso siempre era parecido al de los años anteriores.
Sian miró en derredor y se encontró con su pequeño primo Dominik Salazar, el hermano menor de Portia y quien era el otro posible heredero del reinado de Angel Arce, la Reina Bruja actual. A pesar de la charla de años atrás con Angel y Aeron, las dudas persistían: ¿qué tal si se volvía tan loca como Kanty Arce y por hambre de poder mataba a su pequeño primo?
--¿Qué piensa, mi otra brujita? -preguntó Cédric, su padre, abrazándola.
--Nada. -respondió la jovencita, pero luego volteó hacia atrás.
Miró a la gente, algunos eran impropios y chismosos y sabía que ellos estaban hablando del tema que tanto la atormentaba.
» ¿Crees que me vuelva tan loca como Kanty Arce y llegue a atacar, o peor aún, matar a Dominik?
--Hija, tú eres otra bruja, muy diferente de Kanty Arce. -dijo Cédric-. Además, tú y Dominik tienen una gran red de protección.
--Gracias, papá. -dijo Sian, un poco más tranquila pero no tan convencida de lo que dijo su padre.
Sian sonrió y luego se puso de pie, necesitaba respirar aire fresco, pero no le dijo nada a nadie, ni siquiera a Thane Dunst, su primo, que siempre era capaz de rescatarla de sus demonios internos, con solo escucharla y darle consejos y explicándole puntos de vista diferente; aunque en el fondo sabía, que algunas veces, solo se trataba de su maldito Encanto de Ángel.
El aire gélido de la noche golpeó el rostro de Sian cuando salió a la terraza, brindándole un poco de alivio a todas las dudas existenciales que tenía ese día. Si Dominik no hubiera nacido como hechicero, las cosas serían más fáciles, al ser ella la única heredera de la Reina Bruja, y de ese modo no tendría que existir la posibilidad de una pelea por el poder.
—Demasiada inquietud en una persona tan joven. -dijo alguien tras ella.
Sian sintió un violento calosfrío recorrerle la espina de arriba abajo. La manga de su sudadera, como muchas otras de sus prendas (como -posible- Heredera de Angel), tenía un hilo oculto que jaló para liberar una daga que atrapó entre sus dedos, dicha daga, la sabía usar con maestría mortal, había tenido muchos maestros que la habían enseñado diferentes formas de atacar.
Entonces Sian volteó, preparada para cualquier posible ataque, su oponente podía no salir vivo de ese enfrentamiento, la habían enseñado a defender su vida hasta la última consecuencia; sin embargo, la daga cayó y el ruido del rebote fue agudo. Frente a ella, un joven cuyas alas blancas y enormes, además de tener pequeñas manchas rojas de sangre brillante, tenía dispersas plumas negras.
» Tienes que respirar, preciosa. -dijo él con una sonrisa encantadora.
Muy a su pesar, Sian obedeció, inhalando profundo, mientras el desconocido ángel de alas con plumas negras se acercaba con lentos pasos, y ella como la idiota que se sentía se quedó parada ahí mismo, como congelada, con los pies pegados; conforme disminuía la distancia entre ambos, los calosfríos aumentaban más y más, haciendo que estos bajaran y subieran y que terminaran como zumbidos contra sus orejas.
—¿Qué quieres de mí? -preguntó Sian, con apenas un hilo de voz.
Entonces lo único que él hizo, fue inclinar su cabeza con una media sonrisa, mucho más encantadora que otra que hubiera visto en cualquier ángel; sin más palabras él le extendió la mano y ella empezó a caminar a pasos lentos hacia él.
Zoé se movió incómoda, desde hacía unos minutos una sensación de déjà vu la había estado hostigando, con las manos entumecidas y los pies fríos, sintió un calosfrío erizarle cada vello del cuerpo y la comprensión la golpeó, con la intensidad de un rayo que partía un árbol por la mitad. Conocía a la perfección esa escalofriante sensación recorrerle la espina dorsal como filosos pedazos de vidrio que torturaban cada terminación nerviosa. Era una sensación que había tenido a los dieciocho años.
—Thomas… -murmuró Zoé, con voz muy baja, y muy a pesar de eso, el único que fue capaz de escucharla fue Cédric.
—¿Qué dijiste? -le preguntó el vampiro.
En silencio, incapaz de responder la pregunta de su marido, Zoé se pegó a él, y lo abrazó, esa sensación había traído las peores memorias de su vida, aunque algunas con el paso del tiempo se habían vuelto agridulces. Cédric, conocedor de su Brujita -siempre lo sería, sin importar lo mayor que fuera- la abrazó y acarició su cabello, enredando los dedos entre cada mechón.
—¿Y Sian? -preguntó Zoé repentinamente.
—Según yo, estaba con Thane. -contestó Scarlett, que compartía la mesa con ellos.
Cédric buscó a su sobrino, Thane, lo que fue fácil, él era demasiado alto entre los jóvenes que estaban en la pista, pero lo descubrió solo.
--¡Thane!
El muchacho miró en dirección de Cédric y sólo bastó una mirada para que el joven supiera de qué se trataba, el llamado y el repentino comportamiento serio del muchacho, hizo que todos los presentes se pusieran en estado de alerta.