Tinieblas

Pesadilla III

La oscuridad me impide divisar el color de las paredes, es una enorme sala, con escasa iluminación. De niño temía a la falta de luz, porque nunca pude ver lo que estaba en las sombras.

Eran en total seis personas de pie, se encontraban cabizbajos, envueltos en una túnica roja, el tamaño de esta era tal, que no podía distinguir sus caras o su sexo, eran rodeados por cuatro velas, así que la ausencia de iluminación era algo adrede.

En el medio de ellos, puedo notar un enorme círculo dibujado con sal, a este lo rodean símbolos muy extraños que no alcanzo a reconocer, desde el centro se dejan oír llantos y gritos que no dan tregua, una sombra lo cubre, pero es más que obvio que se trata de un bebé.

Estas personas repentinamente abandonan su quietud, sus manos se juntan y comienzan a recitar al unísono palabras que no puedo entender, es otro idioma, aún con mi poco conocimiento sobre la metería, creo que puede llegar a ser latín.

Los llantos y quejidos de esa criatura aumentan, ahora alcanzo a verla, es un niño, estoy seguro que no pasa los dos meses de vida, un mar de preguntas me inundan, no logro comprender lo que estoy viendo.

Algo rodea la atmósfera, lo siento, una fuerza maligna comienza a germinar, emana lentamente de aquel círculo, toma fuerza a través de sus palabras, junto con su vitalidad crece su hambre, desea sangre roja recorriendo su cuerpo.

Su esencia va tomando forma, se asemeja a la figura de una mujer, aunque lo humano le escapa totalmente a este ser, parece nefasto, presenta peligro crítico para cualquier forma de vida.

Tiene un rostro reluciente de color verdoso, su cabellera está despeinada, como si tuviera serpientes en lugar de pelos, una marea verde se desprende de su ser, como una nube tóxica que se esparce por todo el lugar, mezclándose con la oscuridad del recinto.

En sus globos oculares se refleja la figura de la criatura que no paraba de llorar, sus rodillas tocan el suelo, sus manos rodean al infante, en este punto puedo ver algo que, hasta ahora, no había notado, el piso estaba cubierto de sangre, pero no era reciente, ni siquiera todo el líquido rojo, que contemplo con horror, pertenece al mismo día, uniendo los cabos, se puede imaginar, que este lugar es sede de sacrificios humanos.

Las almas en pena comienzan a aullar, la respiración y el ritmo cardíaco de los presentes se ve alterada, es evidente con el sonido de sus voces, en base a eso, es posible llegar a la conclusión que nunca habían visto a este ser que ahora tiene en brazos a su próxima víctima.

Su nombre es Abyzou, ¿qué hará con ese infante?, momento ¿por qué sé su nombre? Ella me lo permite, es un demonio. Toma la cabeza de la criatura entre sus fauces y ahí, dando paso a una de las imágenes que me perseguirán por el resto de mi vida (o eso creo ahora) comienza a comérsela, le arranca parte por parte, y come hasta saciar su apetito voraz, dejando chorrear sangre y pequeños restos de sus órganos.

Con la boca repleta de sangre suelta un alarido desgarrador, que aturde y congela la sangre de los presentes que ahora guardan silencio, siento su miedo, porque también lo tengo, es como si también presenciara la escena. Sus garras toman seis vidas más, los presentes caen al suelo chorreando caudales de sangre de su cuello, un golpe letal y certero que baña el recinto con sangre.

Me está mirando ¿Por qué pone su vista en mi? La siento cada vez más cerca, sabe quién soy, de donde vengo, donde vivo, puede ver el miedo recorriendo mis entrañas. Murmura, una y otra vez, pero es ininteligible, hasta que su voz aumenta.

—Tengo a Carolina, tengo a Carolina, tengo a Carolina, tengo a Carolina, tengo a Carolina, tengo a Carolina...

Me dice repetidas veces mientras aumenta progresivamente el volumen de su voz hasta llegar a gritarlo.

—¡Tengo a Carolina! ¡Tengo a Carolina! ¡TENGO A CAROLINA!

Una vez más, despertar me salvó de esa horrenda pesadilla, mis emociones estuvieron más fuertes en esta ocasión, nunca eh sido de los asustadizos, pero realmente acabo de orinarme en los pantalones.

—Kevin tengo que recordarte que tienes que ir a la escuela —dice mi madre irrumpiendo en mi habitación— ¿Tenés idea de la hora que... Oh ¿te orinaste? Ve a la ducha.

Concluye de manera terminante mientras se despide de un portazo.

La ducha es el primero de mis objetivos, mientras dejo que el agua recorra mi cuerpo, puede llevarse todo lo que me dejó la noche, menos las imágenes que se repiten sin control en mi cabeza, y también ese nombre, Abyzou.

Envuelto en una toalla, con mi mirada puesta en el espejo, tomo el celular y mi búsqueda es "Abyzou" en pocas palabras es el demonio de los abortos, ya sean voluntarios o accidentales.

Esto explica el nombre de Carolina, era mi hermana, o mejor dicho, iba a ser mi hermana, pero un accidente de tránsito lo impidió cuando el embarazo llevaba siete meses. Mis padres aún no se recuperan psicológicamente de ese hecho, creo que ese fue el punto de inflexión en su relación, lo que llevó a qué estén como ahora.

Todo esto tiene una explicación lógica, no es momento de abandonar la razón.

Mi imagen en el espejo, empañado, me demuestra que las pesadillas no son reales, hasta que crees en ellas.

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Si llegaste hasta acá, sos un genio y vas a cumplir todo lo que te propongas, pero si abandonaste el texto a la mitad, nunca saldrás de la casa de tus padres.

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