Tinieblas

Pesadilla IV

Muy por el contrario a lo que la gente cree, el infierno no es sólo llamás y calor. También es en un lugar frío, se oyen temblores y rechinar de dientes que me helarían la sangre, si yo tuviera un cuerpo.

No sé cuánto tiempo eh pasado recorriendo los once pisos de este infierno, días, años, décadas, siglos, milenios... No lo sé, porque es difícil medir la eternidad.

Fuí condenado a esta prisión, donde no habita la luz, por justas razones, yo merecía estar ahí, debí haber permanecido en ese lugar oscuro, repleto de tinieblas, sin embargo estoy aquí, hablando contigo.

Eres un habitante de la luz, vives bajo el calor de las estrellas y este brillo no puede entrar en mi mundo, pero lo hizo, ahora todos corren peligro.

—¿Quién eres? ¿Qué hacés aquí? ¿Qué estás diciendo?

Eran sólo algunas preguntas en la cabeza de este joven, al escuchar mi voz en su subconsciente.

—Todo tendrá respuesta a su debido tiempo —digo, para proseguir— la luz de tu mundo atravesó la oscuridad del mío.

—¿Vienes del infierno?

—De ahí mismo. Por un motivo que aún no descubro, las gigantescas puertas rojas alertaron a los once pisos con su rechinar y la luz nos dejó encandilados. Como hordas enfurecidas emprendieron la huida, intenté detenerlos, pero ellos eran demasiados para una pobre alma. El infierno quedó desierto y la entrada se cerró detrás de mí, fui el último en salir.

—¿Vienes a matarme?

—No, al contrario, juntos detendremos a las lúgubres calamidades que guardaban los once pisos del infierno.

—No logro entender nada de lo que dices.

El miedo aumentó aún más en estas palabras, pocas veces me topé con una persona tan aterrada.

—Tus pesadillas tenían significado, eran aquellas criaturas demoníacas tratando de llegar a ti, y te encontraron, están a pocos pasos de aquí, van a matarte lenta y dolorosamente junto con tus padres, a menos que dejes ayudarte.

No hubo respuesta de su parte, el miedo ya se transformó en parálisis.

—Las almas del infierno no tienen masa, para eso necesitan a los humanos, viven en los pensamientos de las personas y toman su carne, para usarla en sus terroríficos fines, cuando este se pudre, simplemente toman otro. Pero con personas puras, como tú, es diferente, no pueden ejercer su influencia, por eso necesitan matarlos. Necesito que me dejes poseer tu cuerpo para poder combatir a estas criaturas y enviarlas de nuevo al olvido.

—Esto es demasiado...

—No hay tiempo para asimilarlo —digo al escuchar los fuertes golpes en la puerta— puedes negarte si querés, no voy a obligarte, buscaré a otra alma blanca, pero si me marcho ahora todos aquí morirán Kevin.

—Está bien, hazlo

No fue, ni por lejos, una decisión tomada con valentía, el miedo lo empujó a esa elección. Nuestras almas ahora compartían el mismo cascarón, mi mente era también la suya, y mi escencia demoníaca inundaba su ser. Aquél infierno de cuál narré estaba ahora en su cabeza, mis lugubres maquinaciones también lo atormentarán.

—Eres un despiadado asesino —inquirió al ver parte de mi vida pasada, a través de nuestra fusión.

—Así es.

—eres aquella leyenda, que jamás creí real, ese con el nombre de Drácula.

—El mismo. Ahora no hay tiempo para explicaciones de mi vida pasada, solamente te explicaré la extraña sensación que estás sintiendo ahora, se llama energía oscura, es una fuerza que rodeará toda tu alma y te permitirá usar mis poderes.

—¿Tus poderes? ¿De qué manera?

—Mi energía se manifestará en lo que conoces como armas de fuego, pero no serán reales, estarán adheridas a mi alma, por eso tendrás una cantidad infinita de municiones, los disparos irán directamente a dónde apuntes con la mirada, y aunque jales el gatillo estarás disparando con la mente, te recomiendo apuntar al corazón o entre los globos oculares. La energía de mi escencia también te dará un aumento considerable en tu fuerza y la velocidad, podrás llegar en un segundo a tu sala, que es donde estas criaturas están por entrar.

Entre gritos de sus padres, diferentes personas irrumpían en el lugar, algunos se veían normales, otros estaban completamente demacrados, su piel se caía, su cabello era escaso, sus ojos habían perdido brillo y destilaban un fuerte olor a muerto.

El redimido y legendario vampiro se encontraba ahí, sus padres miraban a esa extraña persona sin reconocer a su hijo, un sobretodo negro cubría su espalda hasta los tobillos, un distinguido sombrero de copa cubría su cabeza, sus brazos se extendieron apuntando a estas personas inhumanas, tinieblas rodearon sus manos y formaron dos pistolas con las que el joven, de tan solo catorce años, abrió fuego.

Debido a la velocidad de los disparos, sus adversarios caín como moscas, decorando la sala con sangre y órganos vitales, lo cuál comenzó a aterrar al muchacho, haciendo qué la cantidad de disparos vaya disminuyendo.

—No te atemorices ahora —dijo Drácula— tienes que seguir, concéntrate.

De a poco, los disparos volvieron a estabilizarse, logró salir de la casa y disparar a todos aquellos que invadían su patio. Afuera pudo notar como algunas personas vestían extraños hábitos, de color rojo y negro, llevaban varas con diferentes ídolos satánicos, eran las sectas con las que también había soñado. Sin dejar que eso lo distraiga por mucho tiempo, observa que las criaturas se extendían tanto como la noche, hasta tuvo que abrir fuego a extrañas calamidades voladoras, parecidas a langostas, pero más grandes y aterradoras.

—Debieron haber sentido mi presencia —dice Drácula— hay más de mil personas aquí, consumidas por las almas del infierno, espero no haya algún demonio, sería un problema para ti.

Lejos de tranquilizar el temperamento perturbado del jóven, lo aterró aún más, cuándo intentó notarlo ya estaba rodeado.

—¡Kevin! ¡Kevin! —bramaba el alma en su interior mientras el chico perdía rápidamente el control de la situación.




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