Tinieblas

Pesadilla IX

Nota del profesor Arron:

Si estás leyendo esto Morgan, quiere decir que lo lograste, has dominado a la espada y con ella llevaste a cabo una titánica tarea, de asesinar a Belphegor. Déjame decirte que esta arma que tienes atraerá a más demonios y ángeles hasta tí, su poder es muy grande, y puede ser percibido más fácilmente, en este sentido, la espada tiene doble filo. Por mí parte, eh abandonado la vida terrenal, ahora seré uno con el abismo y la oscuridad, estoy seguro que volveré a verte más pronto de lo que imaginás, aún tengo cosas por contarte, varios puntos que explicarte...

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Desde el horizonte, dónde el viento sopla y las montañas muestran su belleza, el joven se encontraba en posición de meditación, sosteniendo esa implacable arma, llamada Milenio, entre sus manos.

Kevin, solo concentrate y piensa en lo que buscamos —dice el Drácula— la prisión del demonio Abadón.

Lo sé —responde— pero no es sencillo, oigo demasiadas voces, algunas pidiendo clemencia, otras bramando por venganza, y muchas sedientas de sangre, con tanto desorden es difícil...

Sus palabras se detuvieron súbitamente, de pronto sintió un intenso poder acercándose a una velocidad inesperada, ya había sentido esa fuerza, era un ente conocido, invadido por la certidumbre murmura con terror "El ángel Gabriel"

Como si castigara a la tierra y a los árboles por meterse en su camino, arrasa con ellos en su aterrizaje, dejando un cráter, y levantando mucho polvo.

—Tienes unos de los instrumentos de Milenio —declara Gabriel, usando la espada de los siete tormentos para apuntar al joven —dámelo, o lo arrancaré de tus frías manos.

—¿Has dicho uno de los instrumentos? - pregunta el joven, confuso —¿Estás diciendo que hay más?

—No responderé a tus preguntas —contesta terminantemente el ángel, y en un arrebato de violencia ataca, tomando impulso y dejando caer esa inmensa hoja plateada sobre su contrincante.

Kevin cubre el golpe con su espada, lo que produce una gran onda expansiva.

Kevin, ataca —brama desde su interior.

El joven se arma de valor y decide combatir, retrocede y luego devuelve el ataque con una velocidad cegadora, pero Gabriel tampoco se quedaba atrás, y consigue defenderse de los ataques.

El combate consume casi todo el bosque en el cuál se encontraban, el verde pasto pareció desvanecerse, en un abrir y cerrar de ojos, la tierra estaba desnuda y árida, el choque de un ángel con un alma del infierno había convertido el lugar en un desierto.

Energía blanca y oscura era desplegada, parecía una tormenta de rayos de luz y truenos oscuros.

Después de varios choques ambos se detienen, agitados y cansados se miran llenos de odio. La forma del ángel comienza a cambiar, su ropa desaparece, sus músculos se vuelven más grandes, y comienzan a salirle pequeñas plumas blancas que cubren todo su cuerpo, su cara se transfigura, sus ojos se vuelven pequeños, su nariz plana y su boca se abre en dos en la parte inferior, sus dientes ahora son más pequeños pero se ven muy afilados, en su espalda germinan con rapidez cuatro alas, dos grandes en la parte superior (casi del tamaño de un brazo), y dos más pequeñas en la parte inferior, había abandonado la forma humana y ahora se asemeja a la de un insecto.

¿Que es eso? —piensa Kevin.

Es su verdadera forma - responde Drácula— los ángeles se ven realmente así, solo adoptan forma humana para bajar a la tierra y pasar desapercibidos, pero esa metamorfosis consume su poder, estando en su forma original son aún más fuertes.

Gabriel comienza a emitir extraños sonidos guturales, ver su labio inferior partido aletear era asqueroso. Ataca agitando sus cuatro alitas, hasta que son interrumpidos.

Doce impactos ocurren al unísono rodeando a los combatientes, levantando una gran nube de polvo, provocan que tanto Gabriel como Kevin, solo puedan ver siluetas. Una vez que el viento logra despejar su visión, sus ojos y sentidos quedan anonadados, once demonios los rodeaban.

El ente número doce, no llegaba a ser un demonio, pero tampoco se trataba de un ángel, su aspecto parecía oscuro y su mirada perdida, en su pecho tenía amarrada una cadena que sostenía una carga, con rapidez notaron que se trataba de la prisión de Abadon, que había sido robada del Vaticano.

Kevin y Gabriel observan a los adversarios que los rodeaban, ellos eran Abyzou, el demonio de los abortos, Belcebú, el señor de las moscas, Mammón, el demonio de la avaricia, Asmodeo, la representación de la lujuria, Amon, el creador de la irá, Cepon, el causante de los celos y la desconfianza, Gargan, el autor de los vicios, Ihrinwe, el señor de la sangre, Leonhard, quién comanda a las brujas, Adramelec, el del orgullo excesivo y Ukobach, quién es el guardián de la llama infernal.

Conozco a todos ellos —dice Drácula— excepto al que porta la caja de Abadon.

¿Crees que tengamos alguna oportunidad?

—Quizá, si Gabriel puede encargarse de algunos de ellos, podremos salir victoriosos, muchos de estos demonios no tienen la fuerza para sostener toda su reputación, aunque quién más me intriga es el poseedor de la caja, Kevin, no lo ataques hasta que yo te lo diga, no debemos subestimarlo.

El extraño personaje que acompaña a aquél desfile de demonios se acerca, caminando tranquilamente, hacia donde están.

El ángel brama sonidos extraños, similares a ronquidos, e inesperadamente ataca, con velocidad impulsa una estocada dirigida al corazón del nuevo rival, quien parecía tranquilo y confiado.

Cuando pocos metros los separaban, el extraño despliega su defensa, una inmensa ala brillante, de color blanco aparece del lado derecho de su espalda, y con ella cubre el ataque con gran facilidad.




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