Tinieblas

Pesadilla X

En su aislamiento, frío y vacío, su vista rebota contra las paredes de la celda en un ir y venir de sollozos y lamentos.

Kevin...

No estoy de humor para esto.

Sé que tienes un motivo por el cual luchar, solamente debes cavar hasta encontrarlo.

Lo único que sé es que por hacer lo correcto estoy encerrado en una prisión, que está por debajo del infierno, y no entiendo ni me interesa la historia romántica de Lynx, debió haber llevado su guerra contra los ángeles directamente, de ser así, yo no me habría involucrado en todo este asunto. Mi vida no era la mejor, ni familia la ideal... pero la extraño, quiero volver a casa con mami, ir a la escuela en la mañana, estudiar mientras veo de lejos a la chica que me gusta, y soñar con que me hable algún día, pensar hasta caer dormido y comer comida caliente... pero ese maldito me lo arrebató, en pocos días consumirá todo.

Cubriendo su rostro deja caer su espalda sobre el gélido suelo, y un mar de lágrimas invade su rostro, mientras que en su mente solo circulan las imágenes de aquella vida pérdida y sobre todo choca contra él, el recuerdo de la sonrisa de sus padres.

Muy bien Kevin, ¿Y eso qué te dice?

El niño detiene lentamente sus quejidos y en sus ojos se ilumina una inminente verdad, la que, como un faro, pudo haber iluminado todo el lugar, pero solo lo llenó de aplomo, el suficiente para que se recargara y su espalda abandonara el suelo.

—Debo pelear...

Dice hacia afuera, causando un fuerte eco.

—Está en mi luchar para recuperar mi vida... tengo un motivo, no soy solo una víctima de la situación ni tampoco un arma, soy el dueño de mi destino.

Fue entonces cuando la voz de Kevin se vio acompañada por otra, que también rompió sutilmente aquel silencio de tumba.

—Estaba esperando a oír esas palabras de tu boca.

Aunque al principio lo sorprendió, pudo reconocerla con facilidad.

—El profesor Arron —dice estupefacto.

La cara de este personaje, que creíamos fuera de plano, se materializa en una de esas paredes.

—Así es chico, y esperé hasta que te encuentres a ti mismo para hacer mi aparición, ya que me volví uno con todo para poder guiarlos, tanto a ti niño como a mi querido Morgan.

—¿Está enterado de lo ocurrido?

—Estoy siempre al tanto de todo. Y ahora mismo te explicaré qué es realmente este lugar y qué son los objetos de Milenio.

Mientras Arron hablaba tranquilamente, el joven se ve obligado a interrumpirlo al ser atacado por una fuerte tos, seguida de sangre. Observa aquel escupitajo rojo en su mano con pavor, sintió como su temperatura corporal aumentaba, y como el mareo lo hace apoyarse contra una fría pared con el fin de no perder el equilibrio.

Tu cuerpo se desgasta Kevin... —dice Drácula.

—Las defensas de tu cuerpo identifican a Drácula como una amenaza en tu sistema y lo atacan —explica el profesor— pero al hacerlo te lastiman y deterioran tu funcionamiento. Debemos darnos prisa, o pronto estarás muerto.

—Adelante —dice Kevin entre tos, jadeos y profundas respiraciones para intentar recuperarse.

—Empezaré por decirte que este lugar en el que estamos, llamado xechasmos, no fue construido como una prisión, sino como el punto de partida hacia los objetos de Milenio.

Kevin murmura estás últimas tres palabras mientras mentalmente intentaba atar sus propias conjeturas.

—Pero antes debes saber quiénes eran Eterno, el creador del infierno, y Milenio, El Obrador de las armas. Antes de que existiera el tiempo como lo conocemos, la luz del universo dió vida a los ángeles, y a los demonios, luego fueron concebidos la tierra, junto con los demás astros de la galaxia, y finalmente la humanidad, pero la naturaleza no formó sola a los paisajes, montañas y praderas, entonces los ángeles rogaron a la luz del universo por ello, y esta les concedió a los dos primeros constructores.

—Eterno y Milenio —dice Kevin con dificultad.

—Exactamente. Eterno fue el encargado de formar a las montañas y cascadas en cuanto a Milenio, le mostró a la humanidad el arte de las herramientas, con ellas pudieron cazar, pescar y arar la tierra. Con el tiempo los ángeles dejaron de ver a los humanos como hermanos en la creación, y empezaron a mirarlos como si fueran ganado, un manojo de animales a los que debían guíar, fue entonces cuando crearon sus reglas con la intención de hacerlas respetar a raja tabla, pero esto no les gustó a los demonios, quienes decidieron luchar por su libertad y esto ocasionó la primera gran guerra.

—Fue ahí cuándo crearon el infierno  —dice Kevin, ya sin tanto esfuerzo.

—El infierno fue creado una vez que finalizó la batalla, los ángeles ganaron y encerraron al rey de los demonios, Abadón, en una caja sellada, la cuál estuvo oculta en el Vaticano para su protección.

—Si, estuve ahí cuando se la llevaron, su guardián era un exorcista ciego.

—Era realmente ciego, su fe le impidió ver que el Vaticano estaba complotando hace décadas con Lynx, por eso solamente había un guardián.

—Ahora entiendo —responde pensativo— de igual manera, siempre me pareció sospechoso.

—Continuando con mi relato, la tarea fue encomendada a Eterno, mientras que su hermano Milenio no quiso participar en este proyecto, la furia y el caos de la guerra lo perturbaron, y guiados por ella, los humanos comenzaron a modificar esas herramientas con el fin de pelear y batir sus primeras batallas, él no lo soportó, y con su fuerza se propuso evitar que otro conflicto como ese se librara en la tierra, y ahí llevo acabo sus artefactos, los objetos de Milenio, los cuáles tienen el poder para repeler tanto a ángeles como demonios. Pero para que no caigan en manos de cualquiera, puso pruebas delante de cada uno de sus artefactos mortales... Pruebas que si estás listo, tendrás que atravesar.

—Estoy listo.

—Perfecto, Milenio dejó pistas para aquellos viajeros, fueron difíciles de descifrar, pero todo me llevó hasta aquí, ambos hermanos sabían que esa prisión llamada infierno no los detendría por siempre, así que esto fue lo último en lo que trabajaron juntos, después de terminar su tarea Milenio se desvaneció entre el polvo y la oscuridad, el obrador de las armas más brutales era también el único que podía destruirlas, temía que los ángeles lo descubrieran y lo obligaran a deshacerlas, pero no lo lograron, y desde entonces las armas están ahí, esperando el momento en el que alguien las blanda y las use en el calor de la batalla.




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