Tinieblas

Epilógo

La tierra estaba seca, y era testigo de la batalla que no fue, ahí, el profesor Arron, caminaba apaciblemente hacia Kevin, quien no paraba de sangrar, y despedirse de su vida.

–Kevin, deja que yo también te de mis felicitaciones —le dice el profesor, poniendo una rodilla en tierra, y posando su mano sobre la herida— aunque más que felicitarte, debería agradecerte, tu hazaña nos salvó a todos.

El joven intenta articular algunas palabras, pero no lo consigue.

—Tranquilo, no te esfuerces, el dolor terminará pronto, pero no te aflijas, no dejaré que mueras aquí, tú vendrás conmigo, recorrerás los diferentes mundos, y también los secretos guardados a los ojos de la humanidad, nos espera un largo viaje, pero no estoy apurado, tenemos toda la eternidad para nosotros. Ahora trasenderás a otro plano, tú y Drácula, o como me gusta llamarlo, Morgan, sus almas se volverán una sola, y el tiempo dejará de ser un problema.

Un manto de tinieblas los cubre, pero ya no se veía como algo amenazante, cuando se desvanece, ambos desaparecen de la vista del abrumador sol del desierto.

¿A dónde habrán ido? ¿Cuales serán sus proximas aventuras? ¿volveremos a saber de ellos?

La respuesta a estas cuestiones se pierde en el vacio de la alegoria que no pudo ser, en el intento de crear una metáfora, en el absurdo de dilucidar si esto ocurrió, o fue sólo la pesadilla de un chico asustadizo.

 

 




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