Owen se rascó la barbilla frente al espejo que había, y después de un par de suspiros, tomó la navaja, y comenzó a rebajar un poco la barba que tenía. ¿Desde cuando no lo hacía? Quizás días. Semanas. Siempre era un buen momento, como decía él, para recuperar el estilo.
—¡Ya quedó!
Se aseó después de eso, y al momento salir de la ducha, tomó su ropa y se sentó frente al escritorio de su cuarto de hotel. Estaba demasiado enfrascado en encontrar una solución al problema que tenían ahora entre las manos él y su pequeño equipo de trabajo.
Tan sólo una semana antes, Owen junto con Johnson y Chase, dos miembros de la MI6, encontraron un hueco en la dimensión, bajo los pisos del Hotel Park Lane, en Londres. Dicho hueco resultó ser un pequeño portal a una dimensión distinta a todas las demás. Una dimensión denominada como la Isla Opuesta. Dentro de ella reinaba el caos, y las tinieblas mismas. El poco tiempo que estuvieron dentro les bastó para averiguar que el avión Atlantic 316 de aquella dimensión, por el cual Blackwood había culpado a los Pasajeros, se encontraba bajo las arenas de uno de sus montes. Eso quería decir que sus doscientos pasajeros debían estar en él, todavía, sumergidos en una especie de sueño que los mantenía fuera del mundo real.
Desde ese momento, Owen se habían planteado el plan de sacarlos de ahí y regresarlos a la normalidad. Poco pudieron hacer después de tal descubrimiento, ya que el portal que los había llevado hasta la Isla Opuesta en primer lugar no duraría lo suficiente para una hazaña de ese tamaño.
Johnson optó por obedecer sus ideas, ya que Owen era el que más experiencia tenía acorde a esas situaciones.
Sin embargo, ya habían pasado siete días, y todavía no tenía en claro qué hacer para poder resolver tal problema. Habían cortado la ramificación que los unía a la Isla, por lo cual, aquella dimensión estaba totalmente fuera del mapa.
¿Cómo volver a unir aquella dimensión con el Triángulo? Se podía ir de la Isla al mundo real, mediante un viaje por la Isla Opuesta, pero… el regreso sería lo interesante.
No había un modo viable de volver a unir lo que ya se había separado.
—¡Oye, Owen! —unos golpeteos a su puerta lo despertaron de sus pensamientos. Se trataba de Chase, el chico novato y tímido que los había seguido durante su Travesía para detener a Aurora—. ¿Sigues vivo? Tenemos dos días sin saber de ti.
—¡Estoy bien! —respondió él.
¿Dos días, ya? ¿Tanto tiempo se había pasado encerrado en aquella habitación sin nada que hacer, sólo pensar en los modos eficientes de unir la dimensión a la Isla, detener a Ben, matar a Aurora y rescatar a los Pasajeros del Atlantic 316? No lo había sentido.
Se levantó con rapidez y le abrió la puerta a su compañero.
—Qué amable —musitó Chase, al entrar—. ¿Has vivido como todo un vagabundo durante los últimos días?
Desde que habían descubierto el portal, decidieron quedarse en el Park Lane por si la anomalía proseguía. Sin embargo, éste se cerró a las pocas horas, cerrándoles el paso a la Isla Opuesta, por ende, al vuelo perdido a partir de ahí. La buena noticia era que Aurora había desaparecido. Sin duda alguna por parte de Owen, estaba en la Isla, o estuvo en la Isla, después de aquella batalla colosal del Puerto. Eso significaba que, por un lado había logrado cometer su prometido, y por otro, que en el mundo real, estarían a salvo.
—He estado pensando.
—Ya sabemos que eres el más listo de nosotros, lo que quiero decir es…
—Necesitamos hallar el modo de volver a abrir ese portal —prosiguió diciendo Owen—. De volver a conectar la Isla con esta dimensión.
—¿Y cómo vamos a hacer eso? ¿Alguna vez ha pasado algo similar?
Sí. No. Owen no estaba realmente seguro. De hecho, el único pensamiento que volvía a su cabeza era el de la dimensión a la que él pertenecía. Una dimensión que había quedado en el olvido, y terminó consumiéndose a sí misma por su culpa. Algo que, en repetidas ocasiones, se repetía para así aceptar el hecho de que no debía volver a la Isla. No podía ser más lo que alguna vez fue.
—¿Owen?
—No se me ocurre nada por el momento —respondió.
Los siguientes días fueron de lo más normal para Owen. El descanso que brindaba el hotel fue lo que necesitaba para poder aclarar sus ideas y poner en calma su mente. Hacer que la Isla y aquella dimensión volvieran a unirse era un problema, pero también el hecho de que el Atlantic 316 de ese universo estuviera perdido en la Isla Opuesta significaba que tenían que hacer algo.
Dos problemas. Cero soluciones.
A pesar de tener todo eso en mente, Owen no podía negar que aquellos días había descansado de verdad. El zarpazo que le había dejado Aurora en su pecho, así como las peleas en los pasillos de hotel, los disparos, los saltos, golpes e incluso caídas que había sufrido fueron yéndose poco a poco de su físico. Se sentía lleno de ganas, y de fuerzas, para encarar lo que siguiera.
Quedarse en Londres fue una buena idea de momento. Aunque en aquellas fechas los Pasajeros se encontraban en Egipto, de ahí a Ucrania, y luego de regreso a Inglaterra, Owen no se molestó en salir del hotel. No quería arriesgarse de más. Sin embargo, los horarios comenzarían a retomar su curso en cuanto los Pasajeros ingresaran al Triángulo el 11 de febrero. A partir de ahí dispondrían de cierta libertad, aunque en realidad tendrían que esperar hasta que el Owen, Johnson y Chase de aquellos tiempos siguieran a Aurora por el portal. Entonces ya sólo quedarían ellos y se retomaría su línea temporal correspondiente.
La víspera del once de febrero, Owen se reunió con Johnson y Chase en el lobby del hotel para darse el pequeño lujo de salir a cenar. Si mal no lo recordaba, aquella noche, en esos precisos momentos, James y los demás ya se encontraban en un vuelo directo a Fort Lauderdale. Por desgracia para ellos, no sabían que Blackwood los estaría esperando una vez allá. Sin embargo, no podían intervenir. El tiempo debía seguir su curso.