Después de salir del Templo, Dylan y Bill se dirigieron directamente a la penumbra de la jungla que rodeaba aquella parte del río. Amanecería en unas horas, y durante ese tiempo, tenían que preparar todo para su encuentro con el Capitán Willem var der Decken.
Dylan había escuchado de él en pocas ocasiones. En realidad, antes de llegar al Triángulo, no sabía que tal nombre existiera. El famoso, y legendario, Holandés Errante era uno de los grandes misterios del Triángulo de las Bermudas. Nadie sabía con certeza porqué. Sin embargo, la famosa leyenda tenía varias versiones, y todas terminaban en lo mismo: una supuesta leyenda fantasma del mar.
En cuanto el muchacho llegó a la Isla, todos aquellos mitos cobraron vida. Sí existía un leviatán, quizás también un kraken. Pero el Holandés fue lo que más llamó la atención del líder de la Isla. Un barco, supuestamente, maldito, donde su tripulación no podía tocar tierra y estaba destinada a navegar los mares hasta el día del Juicio Final. Muchos de sus marineros, al encontrarse con otras embarcaciones, dejaban mensajes para sus familias, quizás ya fallecidas años atrás.
Ese era el mito. Esa era la leyenda. ¿Qué tan cierta sería? No lo sabía, pero si tenía la oportunidad de hablar con el Capitán Willem, posiblemente tendría la respuesta. Y vaya que la necesitaba. Siendo el heredero del Triángulo, y una de las personas más curiosas del mundo, sería una gran recompensa finalmente descubrir la verdad detrás del mito.
—¡Finalmente llegan!
Se trataba de Cooper, quien los esperaba del otro lado de un arbusto. Se habían ocultado bien, por si la situación salía mal.
En cuanto Dylan recorrió el trayecto hasta el pequeño campamento, sostuvo una sonrisa delicada. Se sentía un poco cansado.
Del otro lado de los matorrales estaba Miranda, una mujer delgada con unos pantalones negros y una camiseta morada, con el cabello peinado en una sola coleta, manteniendo el fuego de la fogata, junto con Scott, otro de los Pasajeros del Atlantic 316 que habían logrado llegar al Triángulo; éste tenía unas grandes ojeras pero nada que no pudiera resistir. Luego estaba Han, el coreano, limpiando algunos cartuchos de los rifles que tenían a su disposición, junto con Brad, quien se quejaba de la poca comida que habían traído. Brad llevaba en el Triángulo casi el mismo tiempo que Dylan, y para haber sobrevivido a todo tipo de situaciones, no sentía tanta confianza con el grupo de Pasajeros que lo rodeaba. Sólo el coreano se había ganado un poco de su aprobación debido al manejo y uso de armas. Del otro lado del campamento se encontraban dos muchachos, quizás los más jóvenes del grupo. Un chico con el cabello un poco largo y despeinado, delgado y con la ropa sucia y con un par de agujeros en los pantalones. Max estaba al lado de Luna, la hermana de James, o Jim, una chica un poco más baja que él, con el cabello ondulado y café oscuro que le llegaba hasta la cintura. Ambos estaban algo apartados, platicando de lo que parecía ser la primera vez que Max había ido a una convención de cómics, y cómo sobrevivió en tal viaje.
—¿Qué consiguieron? —preguntó Miranda, dándose la vuelta.
—Una nave, amenazas por parte de Geoffrey, y salir de la Isla en unas horas. ¿Es suficiente?
—¡Un momento! —otra chica emergió de las sombras, quitándose las ramas de los arbustos de encima. Se trataba de Selina, que había salido junto con Liam a recorrer el perímetro y asegurarse de que todo estaba en orden—. ¿Salir de la Isla?
Liam salió detrás de ella. Era un muchacho delgado, y con el cabello castaño muy claro, que traía un par de mochilas en sus brazos.
—¿Quién crees que va a…? —comenzó a regañarlo Selina.
—No puedo permitir que…
—¡Ni siquiera lo pienses! —le espetó ella—. La Isla es tu responsabilidad, tu legado. Es tu trabajo.
—¡Y Ben amenaza mi trabajo! —Dylan logró abrirse paso hasta donde estaba Selina y la tomó de los hombros para que ella lo mirara directo a los ojos—. Ha muerto gente, Selina. James… Dianne… Ben está logrando sus cometidos, y no puedo quedarme aquí sin hacer nada.
—Ellos van a…
—¿Con qué líder? —interrumpió Cooper—. Perdóname por interrumpir, pero James era quién nos lideraba.
Dylan soltó a la chica, para apartarse un poco de ella, y no ruborizarse. No le gustaba plantearse la idea de ser líder. Desde que llegó a la Isla, años atrás, tenía ese problema.
—James murió —dijo Miranda—. Y opino lo mismo que Coop. Si Dylan no va, no sabremos qué hacer.
—Pero…
—Sólo echa un vistazo —añadió Scott—; una agente de la MI6, un hacktivista nerd que no puede hacer nada si no hay acceso a internet en la Isla…
—¡Oye, te escuché! —le reclamó Max.
—…un hombre oriental, no sé si es chino o coreano, que sabe usar bastante bien cualquier arma, tal capacidad me da miedo…
—¡Deberías! —se defendió Han.
—…un hombre de negocios, y alguien que es adicto a tomar fotos para su Instagram… ¡y no puede hacer nada porque perdió su teléfono en el aeropuerto de Fort Lauderdale!
Todos se quedaron en silencio. Scott tenía razón. Su grupo no podía aportar demasiado a la tarea de detener a Ben. Y aunque James y Dianne estuvieran vivos, ¿qué podían hacer un empresario de viajes y una señora de oficina para complementar al equipo? No mucho. Sin embargo, tener a Dylan, quién ya había vencido a Bill anteriormente, salvado la Isla, y también ser el guía de la Travesía, significaba la posibilidad de vencer a Ben y así poder salvar a las dimensiones.
—Tendrás que quedarte en la Isla —le dijo Dylan a Selina.
—No, no puedes…
—Te necesito aquí. Aún está el Usurpador suelto… no puedo darme el lujo de que me acompañes. La Isla te necesita aquí. El Triángulo te necesita aquí. Yo te necesito aquí.
Dylan volvía a tener sus brazos en los hombros de la chica, y mirándola a los ojos pudo convencerla de que esa sería su labor mientras él no estuviera.