El reloj dio las dos de la tarde y James entró a la sala de espera para tomar su vuelo que lo llevaría a Nueva York, según le había dicho la chica misteriosa al teléfono. No sabía nada de ella, ni de sus intenciones. Tampoco había recibido ningún mensaje por parte de la mujer llamada Dianne, quién le había escrito aquella misma mañana, hablando acerca del tatuaje que él había descubierto. Basándose en sus comentarios, James entendía que ella también tenía un tatuaje similar, y que el asombro y la curiosidad los sentía de la misma manera.
El correo que había recibido aquella mañana, donde su querida y misteriosa ayudante le había dejado su boleto de avión, tenía por nombre fantasicfour@gmail.com, cosa que no le daba la confianza suficiente de que aquella persona era alguien seria y de un rango de edad superior a los treinta años. Quizás era una practicante, o pasante que quisiera liberar sus horas para el colegio. ¿Por qué no recordaba exactamente de quién se trataba? ¿Y por qué extraña razón no sabía quién era él mismo?
Lo único que sabía con certeza era que él, James, se sentía fuera de lugar. Fuera de sitio, hasta de años. No sabía ni quién era. Ni qué hacía ahí. Como si hubiera nacido de nuevo, sin saber a donde dirigirse.
Después de sentarse en un sillón, esperando la hora para abordar el avión, James se dispuso a ver a cada pasajero que tuviera el mismo destino que él. Había todo tipo de personas: desde pequeñas familias, hasta empresarios que discutían por teléfono acerca de algunos tratos que debían hacer antes de tomar el avión.
¿Cómo sería la tal Dianne? ¿Cómo era posible que no la conociera? Sin embargo, ella al mandar los mensajes pareciera como si sí lo conociera a él. ¿Qué había pasado la noche anterior para James? Si en serio había estado en una fiesta, debió tomar mucho más de la cuenta como para no recordar absolutamente nada, y eso era bastante preocupante.
Internamente, James ya estaba preparando todo tipo de preguntas para interrogar a la extraña mujer que aparecería tarde o temprano. Pero ahora que lo pensaba, también tenía algunas preguntas para la chica que le había dado su boleto de avión. ¿Por qué no le había preguntado su nombre? ¿Edad, oficio, a qué se dedicaba y de dónde lo conocía? Todas aquellas preguntas iban formulándose en la cabeza de James conforme avanzaba el tiempo.
Miraba su reloj cada veinte segundos, esperando ansioso el momento para abordar el avión. Al menos ahí se sentiría un poco más cómodo, y no al alcance de la vista de todos.
Su teléfono comenzó a sonar en ese momento. Tenía por nombre el famoso Numero Desconocido, pero James sabía de quién se trataba, y la llamada estaba entrando justo a tiempo.
—¿Hola? —preguntó él.
—¿James? —sí, era la misma chica que le había proporcionado el boleto de avión aquella misma mañana—. Espero que sí estés en el aeropuerto…
—Mira, niña, no sé quién eres, ni siquiera sé tu nom…
—No quisiste saberlo al momento de contratarme —respondió la chica al otro lado de la línea—. Pero eso no es lo importante. De todos modos te estaré esperando en Nueva York para cuando llegues… ¿tienes los itinerarios para las juntas de esta semana?
—¿Juntas de…? ¿Qué?
—¡Te mandé los horarios a tu correo! Salas de conferencias, las…
—¿De qué demonios estás hablando? —le reclamó James, alzando un poco la voz y llamando la atención de algunas personas, que no se molestaron en seguir curioseando con la conversación que James estaba llevando a cabo. Era de lo más normal, antes de un vuelo así—. Mira niña… no sé ni quién soy yo, ¿sí? Estoy tomando este vuelo porque… bueno, vaya, el boleto tiene mi nombre, y los datos que estaban en el correo son correctos, creo…
—James, deja tus tonterías. Las juntas de mañana y el resto de la semana son importantes, ¿sí? Por algo Montse te envío a ti, y no a Cooper o a alguien más.
Cooper.
Por unos instantes, James sintió una ráfaga de recuerdos surcando su mente donde alguien un poco robusto se reía de algo que él mismo había dicho. Cooper. Era su amigo. Su amigo de ya varios años.
—¿Qué dijiste…?
—Te veré en Nueva York, James… por favor no pierdas el enfoque. Dependemos mucho de las inversiones que vamos a estar solicitando. ¿Puedes tener eso en mente?
Inversiones… trabajo. ¿Dónde trabajaba? ¿Y por qué sentía mucho orgullo en su interior de que lo hubieran elegido a él, y no a alguien más, para llevar a cabo dicha tarea?
—Disfruta el viaje, James… y que no se estrelle tu avión.
La chica colgó, sin embargo, la última frase que dijo volvió a llamar la atención de James. ¿Que no se estrellara su avión? ¿Acaso ya había pasado eso anteriormente?
Tenía un ligero recuerdo en su memoria. Algo que tenía que ver con el famoso avión que iba a cambiar la historia del turismo internacional, y el modo de viajar… Atlantic. La línea Atlantic tenía algo que ver, pero… ¿qué era?
El momento de abordar el avión había llegado, y James comenzó a avanzar hacia la zona de abordaje, mirando repetidamente hacia sus espaldas, buscando a alguien que pudiera mostrarse interesada en entablar una conversación con él.
Tomó su lugar en el avión, al lado de una ventanilla, y suspiró para sus adentros. Quizás esa tal Dianne no iba a llegar.
Entonces la vio.
Una mujer, más baja que él en estatura, apareció a unos metros de distancia, caminando por el pasillo del avión. Ella lo miró al instante, como si supiera de quién se trataba. Sin embargo, al principio, James no la vio como una extraña, sino como alguien que había formado parte de su pasado, un pasado que no podía recordar.
Estaba guapísima. Su cabello, ondulado, largo y color castaño oscuro, caía por sus hombros hasta la altura de su espalda, y traía unos pantalones negros que combinaban a la perfección con su blusa, de color azul oscuro. Traía un bolso de piel negra, colgando de su hombro, y al mismo tiempo, una mochila colgando por la espalda.