Tinieblas [pasajeros #3]

Capítulo 20

Patrick seguía un poco asombrado, frente a la computadora, mientras otro relámpago alumbraba los cielos. Habían pasado ya algunos días desde que aquel extraño muchacho lo había visitado por primera vez, en su balcón, y había asesinado a su mayordomo de una manera un poco peculiar. Desde ese momento se había quedado con un sólo pensamiento. Su hermana Allori.

Durante tantos años sintió un enorme rencor hacia ella. Hubo un tiempo en el que nadie supo del paradero de su hermana. Por momentos, Patrick llegaba a pensar que se había ido con algún novio y jamás regresaría, lo cual lo llenaba de entusiasmo y alegría, ya que sin ella, él heredaría el imperio empresarial de sus padres. Sin embargo, en cuanto la noticia de que su mejor amiga, Dianne Brown, había muerto, Allori reapareció. 

El tiempo paso, y su hermana parecía estar moviéndose en las sombras debido a los secretos que guardaba, hasta que finalmente, un día decidió compartir aquellas vivencias con él. Patrick llegó a entender que Allori no había huido con un novio, sino que había estado sumergida en el dichoso, mítico y popular Triángulo de las Bermudas. Al principio no le creyó, pero conforme fue escuchando sus anécdotas y el entusiasmo de ella al contarlas, supo que lo que su hermana intentaba decirle era verdad. Y sentía las ganas de ir. 

Desgraciadamente, así como Allori había abierto su corazón al contarle sus experiencias y la existencia de una Isla que no debería existir, así también le cerró las puertas, indicándole que muy pocos eran capaces de entrar al misterioso mundo que encerraba el Triángulo de las Bermudas.

Hubo una pelea, los dos dejaron de hablarse, y ella volvió a desaparecer. ¿Había regresado a la Isla? No sabía, quizá sí, quizá no, pero el hecho de que no quisiera compartir el secreto de cómo llegar hicieron que Patrick sintiera demasiado recelo, así como rencor y molestias hacia su hermana. 

Más de una vez tomó un vuelo comercial que pasara por el mar de las Bermudas, o pagó una cantidad enorme de dinero para que algún marinero decidiera embarcarse a la zona conocida como “El Triángulo del Diablo”. Sin embargo, nada sucedió. Ninguna anomalía se presentó, y eso desesperaba más a Patrick. Al recordar las palabras de Allori que indicaban que “muy pocos eran capaces de entrar al misterioso mundo que encerraba el Triángulo”, Patrick descubrió que tal vez él era del gran porcentaje de personas que nunca podría entrar. Y eso lo sumió en una ira bastante grande en contra de su hermana. 

Ahora estaba lo suficientemente distraído como para pensar en ello. Observaba con mucha atención las imágenes que ahora circulaban en la red. Asesinatos que habían tenido lugar a lo largo de Estados Unidos. Ataques a gente que era dueña de empresas, tierras, compañías y quien sabe qué tanto más de gran prestigio. Cualquier otro hubiera contratado a todo un equipo de seguridad para evitar ser parte de la cacería, pero Patrick sabía quién había sido el autor, y porqué había llevado a cabo tales homicidios. 

Patrick estaba a salvo.

—¡Miren nada más quién es! —una voz de un muchacho lo sobresaltó de un segundo a otro—. ¡Patrick en persona! 

—Hola, Ben —musitó él.

Ben había aparecido bajo un fuego negro que emergió de la chimenea de su penthouse, y al juzgar por lo feliz que estaba, algo había hecho. Algo terrible, pero que al mismo tiempo era bueno para él.

—¿Cómo van nuestros queridos amigos pesqueros? —preguntó Ben con mucho entusiasmo, acercándose a su mesa y tomando una copa llena de una bebida de color azul oscura. Sin duda, era el trago de Patrick—. ¿Puedo?

—Sí, adelante.

—¡Gracias!

Ben terminó la copa de un solo trago, y después de eso, azotó la misma sobre el escritorio.

—¡Uh, perdón! —no era una disculpa sincera, pero al parecer, Ben disfrutaba bastante del momento—. Bien, como te decía… ¿cómo están nuestros…?

—Contraté a bastantes mercenarios que ahora patrullan los mares. El Triángulo de las Bermudas, el Mar del Diablo, las Pirámides de Egipto y una zona no habitable en la Antártida. 

—¡Perfecto, perfecto! —graznó Ben, sonriendo de oreja a oreja—. Por favor, en cuanto algo suceda házmelo saber, ¿quieres? No quiero sorpresas.

—¿Qué clase de sorpresas? —inquirió Patrick.

—Un grupo liderado por Dylan, el heredero del Triángulo, seguramente viene a detenerme. Pero no te preocupes, no pasaran de todos los filtros que puse. Mi querido Usurpador lo dejé con algunas indicaciones para deshacerse de aquellos inútiles… ahora, si logran quitarse de encima a ese renacuajo, tenemos a tus hombres.

—¿Y si los pasan? —farfulló Patrick de mal humor—. ¿A quién más tenemos? ¿A Aurora?

—Aurora se está divirtiendo, hombre, en el sur de Japón. Deja que cometa algunos asesinatos… no, tengo algo hermoso esperando por ellos. Tanto en Londres como en Fort Lauderdale. Sé que sus puntos de reunión serán con Owen… a quién también ya tengo vigilado. ¡Oh, por cierto! Tu querida hermana sigue por aquí.

Fue la gota que derramó el vaso. 

No le importaba Allori en lo más mínimo. Había pasado a ser de segundo plano después de desaparecerse. Sin embargo, aquella situación lo había llevado a exprimir su ira y enojo en contra de ella. Quería el Triángulo. Anhelaba la Isla que Ben le prometía. Y si su hermana se interponía nuevamente, con un disparo sería suficiente para quitarla del mapa.

—Ni siquiera es mi hermana —le cortó Patrick, con el semblante endurecido al mismo tiempo en el que se levantaba y soltaba un puñetazo a la mesa—. Mis padres la adoptaron cuando creyeron que no podían tener hijos. Heme aquí. El de las sombras, siempre.

Ben se sentó en el único sillón que estaba frente a él.

—Eso explica porqué demonios ella es la única con rasgos orientales… en fin, ¿no te molestaba diciendo que tú eras el adoptado?

Patrick no lo soportó más, metió la mano en el primer cajón de su escritorio y sacó una pistola.




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