Tinieblas [pasajeros #3]

Capítulo 21

El Baptidzo.

Aquella magnífica nave, construida quien sabe cuantos años atrás para su lanzamiento en un viaje inaugural aquél mismo día, el 7 de abril del año 2015, era más de lo Max había visto en los folletos que se repartieron a lo largo del continente. Un viaje a través del Atlántico, donde su primer parada sería Puerto Rico, y a partir de ahí, cruzaría el océano hasta llegar al Mar Mediterráneo, donde un puerto seguro y lleno de personajes, reporteros, familiares y críticos en el tema, los esperaba en suelo italiano. El barco era fascinante.

—¡Esto es fenomenal! —exclamó Max.

—¿Qué demonios acaba de pasar! —soltó Dianne, levantándose de golpe del suelo, y retrocediendo hasta llegar a una de las esquinas de la habitación doble—. ¿Qué es…? ¿Dónde…? ¿Cómo…?

—Luna, ¿qué está pasando? —inquirió James, con un tono muy asustado. 

El simple comentario bastó para que la chica volteara a verlo con lágrimas en los ojos. 

—Dijiste mi nombre…

—Yo… —James estaba un poco estupefacto. ¿De dónde la conocía? ¿Por qué aquella pequeña le era tan familiar? Sólo sentía su nombre en el interior de su cabeza. Sabía que se llamaba Luna. Pero por alguna extraña razón, se sentía sumamente comprometido, y responsable, de la vida de esa chica.

—Chicos, ¡esto es fantástico! —exclamó Max—. Tantas veces que veía los promocionales del Baptidzo, así como sus videos para publicidad, los viajes que haría y… ¡estamos a bordo! 

James intentó ignorar los comentarios de aquél extraño. Se dio la vuelta y fue directamente con Dianne para asegurarse de que estuviera bien.

—Recuerda que este barco se va a hundir —musitó Luna para que no la escucharan—; ¿acaso eso no te aterra?

—Terminaremos en el Triángulo —indicó el muchacho—, algo que debe suceder para que podamos regresar, ¿no? ¿Te das cuenta de lo que sucede?

—¿De qué?

—Caímos del Holandés para reunirnos con estos James y Dianne en esta dimensión, en este punto, en este tiempo… ¡La Pirámide sigue obrando! Nunca pensé que creería alguna salvajada como esa pero… Vaya… El Triángulo es real.

—A ver… —James se dio la vuelta y se enfrentó a los dos muchachos. Estaba un poco molesto y asustado a la vez—. ¿Quieren por favor decirme qué está pasando, quiénes son ustedes, qué hacemos a bordo del Baptidzo sin boleto y… para qué demonios viajamos hasta Nueva York si nuestro destino final sería aquí mismo, en Fort Lauderdale?

¿Cómo explicarle tal viaje? Era algo que duraría por horas, y aunque lograran relatar toda la Travesía, el problema radicaba en explicarle que ellos dos, James y Dianne, habían muerto unos días atrás, y que no se sabía con certeza si se trataba de otro universo, o algo más que no podían comprender. 

—Vamos a tener que dar un paseo —observó Luna.

 

 

El sol aún no se había ido del todo, y al parecer, la situación estaba mejorando bastante. Max y Luna decidieron tomar a James y a Dianne por separado y tomar un pequeño paseo por el Baptidzo. Max no recordaba con exactitud la hora a la que se hundiría la nave, pero suponía que las nubes y el escándalo en cubierta harían todo el trabajo. 

—Entonces… ¿el Triángulo de las Bermudas? —James y él estaban sentados en una mesa, al aire libre, con vista al mini golf y a la cubierta donde se encontraba la alberca, los toboganes e incluso un restaurante que gozaba de cierta popularidad.

—Sí —respondió Max—. Sé que suena bastante difícil de creer, pero… es lo que hemos vivido. 

—¿Y… Dianne y yo moríamos?

—Esa es la segunda cosa más difícil de creer… aunque, siendo honesto, yo tampoco entiendo cómo eso posible que ustedes estén aquí… 

—¿Y hay otras dimensiones?

—Bueno… James, ¿seguro que no quieres continuar esta conversación otro día? —se rió un poco el muchacho—. Mira… esto es bastante raro para mí. Ayer en la mañana, Luna y yo llegamos a esta dimensión… es mía, yo pertenezco aquí, pero no es el año en el que se supone que…

—¿Años? ¿Viajes en el tiempo?

—¡Tú sabes! ¡El Triángulo tiene la culpa, no me lo inventé yo!

—¡Es demasiado, Max! —masculló James, volviendo a alzar la voz y llamando la atención de muchas personas. 

Lo curioso fue que Max no se inmutó. De hecho se sorprendió. No recordaba haberle dicho su nombre, y eso significaba que James estaba sumergiéndose en la memoria que había tenido tiempo atrás, antes de morir. Aunque no había sido él, sino otro James. ¿O eran el mismo? ¿Qué rayos?

—No te estoy inventando nada —se excusó Max—; ¿acaso puedes probar lo contrario? A esta dimensión pertenecía el James que falleció hace unos días. Dime… ¿qué hacías tú hace unos días?

—Ese es el punto… no lo recuerdo. No recuerdo absolutamente nada. Como si hoy en la mañana hubiese nacido. ¡Es una tontería! 

—Baja la voz, James —Max comenzó a ver a los alrededores, mirando a las personas que estaban colocando su atención en ellos—, no tenemos porqué ser el centro de…

—Supongo que todo eso tiene que ver con el tatuaje que tengo en el pecho…

—¡Yo no sé en dónde has estado metido, hombre! —se alteró el chico.

James puso los ojos en blanco.

—Hablo de esto.

Desabrochó los botones de su camisa y dejó el pecho al descubierto, revelando un tatuaje en forma de triángulo. No había nada más. Aunque, al verlo con la claridad del poco sol que quedaba, Max no lo vio como un tatuaje, sino como una marca de nacimiento lo bastante visible. 

—¿Qué es?

—Pensé que podrías resolver mi duda —murmuró James—, al hablarme del Triángulo de las Bermudas y todo eso… ¿qué es? ¿Qué significa?

—No tengo ni la más remota idea.

La luz desapareció de golpe. La poca iluminación que aún quedaba desapareció, así como la aparición de múltiples nubes a lo largo de los cielos. Poco a poco, grandes gotas de agua comenzaron a golpear el Baptidzo.




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