Tinieblas [pasajeros #3]

Capítulo 24

Antes de que James, o Dianne, pudieran preguntar quién diablos era Willem van der Decken, un sonoro estruendo se escuchó no muy lejos de ahí, y el velero se tambaleó por completo. Una milésima de segundo después, parte de la pared crujió, y parte de la reja de la celda se quebró.

—¿Qué rayos fue eso? —bramó Max.

James se levantó y empujó con la mano lo que quedaba puerta. La celda se abrió por sí sola. El disparo de cañón había destrozado el picaporte de la puerta. 

—¿Algo más de lo que debamos enterarnos? —preguntó Dianne.

—Sí… hay un barco pirata afuera llamado el Holandés Errante —dijo Luna—, y junto con su tripulación están nuestros amigos.

—Bastante convincente —musitó James.

El acto del velero tambaleándose, así como de un crujido no muy lejos de la celda, se repitió. Willem van der Decken había gritado a sus hombres que se dirigieran a los cañones, era obvio que estaban atacando al velero. ¿Por qué? No sabían. Pero si el Holandés estaba ahí, sería una buena oportunidad para escapar. 

Inmediatamente, Max salió de la celda junto con los demás, y se movieron con lentitud a lo largo del pequeño pasillo por el cual Twigg los había arrastrado unas horas antes. En cuanto llegaron a las escaleras, se detuvieron en seco debido al estruendo de otro disparo de cañón. En esta ocasión, el disparo perforó por completo el casco del velero, y atravesó las escaleras, tronando más adelante lo que parecía ser el mástil principal de la embarcación.

—¡Dios mío! —gritó Dianne.

—¡Andando! —indicó Max.

Subió los primeros escalones, para saltar el quinto peldaño que estaba hecho pedazos por la bala de cañón que había pasado por ahí unos segundos antes, y al momento de llegar a la trampilla de salida, requirió de la ayuda de James para abrir su cerrojo. Finalmente, lograron abrirla.

—¿Qué hay allá arriba? —preguntó Luna—. ¿Crees que se estén matando?

—¡COMUNÍQUENME CON PATRICK HEEM DE INMEDIATO! —bramó una voz por encima de ellos—. ¡Disparen, maldita sea! ¡No dejen que unos…! 

Los gritos del hombre se perdieron entre un par de disparos de cañón, así como los alaridos de otros hombres que sin duda estaban siendo asesinados por los piratas del Capitán Willem. 

—Sí, sin duda. ¡Vámonos!

Max abrió la trampilla, y al momento de salir tuvo que agacharse, no sólo para ayudar a Luna a salir de los interiores del velero, sino también para cubrirse de los disparos que se efectuaban entre ambas embarcaciones.

Sí se trataba del Holandés Errante. Éste estaba a tan sólo unos metros del velero, sin embargo, unos cuatro o cinco hombres del Capitán Willem ya estaban a bordo del mismo, peleando contra los mercenarios que los habían capturado en primer lugar. A las lejanías podía verse a su capitán, gritando órdenes aquí y allá, alistando los cañones para volver a abrir fuego.

—¡Aquí viene! —gritó James.

Tres o cuatro disparos se efectuaron con rapidez y parte del velero voló en pedazos. Los estaban venciendo, y era cuestión de minutos, sino es que de segundos, para que la embarcación pereciera a mitad del océano. El mástil ya estaba quebrado, y las velas con múltiples agujeros se incendiaban por el fuego cruzado. 

James logró ayudar a Dianne a salir, y en el momento en el que se encontraron a cubierta, se lanzaron por los suelos para evitar un golpeteo entre uno de los piratas del Holandés, y uno de los hombres del mercenario Twigg. 

Después de algunos segundos, y de que el primero atravesara al segundo con un golpe limpio de espada, se volvieron a levantar para reunirse con Max y Luna, por debajo de lo que quedaba del mástil. 

—¿Ahora qué? —preguntó James—. Nos trajiste hasta acá, bien, lo acepto, no entiendo nada de mi vida, pero ¿qué hacemos aquí? ¿Qué sigue?

—¡Debemos abordar el Holandés y reunirnos con los demás Pasajeros! —le explicó Luna.

—¿Quieres pasar por este batallón de Hollywood para luego abordar el Holandés? —saltó Max—. ¡Casi nos matan quince veces! 

—Si debemos abordar ese barco, será mejor que lo hagamos ya antes de que éste se hunda —murmuró Dianne, presa del pánico, pero firme en sus palabras.

—Apoyo lo que dice ella —dijo James.

—Venga —añadió Luna.

—Sí, sí, ¿por qué no? —soltó Max, levantándose—. Ya sobrevivimos a la Isla, a un Torbellino, al hundimiento más famoso del Siglo XXI, ¡claro! ¡Añadamos algo más a nuestra lista de casi suicidios!

Luna lo tomó de la mano para poder seguir con el trayecto a través del velero en llamas. Seguían muy de cerca a James y a Dianne entre los restos de la embarcación. Había algunos hombres heridos entre los escombros, así como uno que otro cadáver que poco a poco iba perdiéndose en el desastre de aquella noche. 

Con cierta rapidez, llegaron a uno de los bordes del velero, justo por donde habían subido a él tras ser rescatados del mar. 

—Bien… —dijo James—. ¿Gritamos para llamar su atención, o qué? 

Antes de que Max pudiera responder, Twigg apareció entre algunos aparejos y saltó para tumbar a James. Ambos cayeron por la borda y se perdieron bajo las oscuras aguas del mar. 

Tanto Luna como Dianne soltaron un grito ahogado, y Max estuvo dispuesto a saltar tras su amigo, pero otro de los mercenarios lo tomó de los hombros y lo tiró al suelo, para luego lanzarse sobre él. 

Max nunca había sido bueno peleando. De hecho, toda su vida estuvo a la par de evitar peleas, conflictos o alguna otra contienda que pusiera en peligro su físico. No era alguien fuerte, ni siquiera atlético. Pero en esos momentos, ante la adversidad de los contrincantes, el peligro que corrían, y la seguridad, tanto de Luna como de Dianne, el muchacho soltó un puñetazo por primera vez en su vida. 

Lamentablemente, el golpe sólo impactó en el pecho del mercenario, quien atacó con otros dos o tres de los mismos para intentar dejar a Max sin conocimiento. Éste esquivó los dos primeros, y se levantó a rastras antes de poder soltar otro puñetazo. Sus golpes no iban bien dirigidos, y su adversario se quitaba del camino con tanta rapidez, que Max tuvo que pensar en algo más que pudiera vencerlo. 




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