Ben soltó una carcajada mientras aplaudía. Estaba sentado en un sillón de piel, mirando un televisor de setenta pulgadas, mientras en el programa habían hecho un chiste muy malo que, por alguna extraña razón, provocó una risa grande en su joven espectador. Patrick estaba detrás de él, tomando una copa de champaña, y riendo por lo bajo debido a lo que acababan de ver.
—¡Son unos genios! —soltó Ben—. Amo esto. ¿Cómo dices que se llama?
—How I met your mother —dijo Patrick.
—Fascinante… aunque ya me sé el final. Desastroso. Único. Original. Me gusta.
Ben se levantó después de clickear un botón en el control remoto, congelando la imagen en el televisor, y caminó directamente hasta la nevera que tenía Patrick en la pared.
Habían pasado los últimos días platicando y acordando un poco respecto a los planes del muchacho. Algo único en verdad. Sin embargo, por cierto lado, Patrick se sentía un poco vulnerable.
Si no obedecía las órdenes de Ben, en cualquier segundo aparecería Aurora y le cortaría el cuello. Era su único pero con respecto a la situación. Por lo demás, todo marchaba perfectamente. Disponía de la protección de la misma mujer que podía quitarle la vida, y al mismo tiempo, de los refuerzos que Ben podría disponer en cualquier segundo. Aquello era lo más extraño que había vivido Patrick en su vida. Pero si eso lo llevaba a la Isla… entonces aceptaría. Aceptaría cualquier cosa. Incluso matar a algún ser querido.
En ese momento sonó su celular.
—¿Quién demonios habla a las cuatro de la mañana? —masculló Ben, sirviéndose un trago.
Patrick respondió. Era el número de uno de sus contactos que había colocado en el Triángulo de las Bermudas.
—¿Sí?
—¡Señor Heem! —bramó una voz desesperada al otro lado—. ¡Encontramos algo en el Triángulo!
—Qué bien, son buenas noticias.
—No, señor… primero aparecieron cuatro personas en las aguas. Horas después… un barco de tamaño inmenso.
Casi no podía escucharlo. Se escuchaban gritos, disparos, explosiones e incluso un poco de estática.
—Repite eso, no puedo oírte.
—¡Son los Pasajeros! —bramó el hombre—. ¡Nos están hundiendo!
Patrick bajó el teléfono y volteó a ver a Ben. El muchacho también había escuchado los alaridos de aquél pobre hombre.
—Pasajeros —musitó él—. ¡Aurora!
El aire se rasgó y la misma mujer responsable de tantos homicidios a lo largo del país apareció entre la nada.
—¿Llamaba? —masculló.
—Necesito que vayas al Triángulo —indicó Ben, caminando hacia ella, con la copa en su mano, y con extrema tranquilidad.
—Necesitaría efectuar más asesinatos para poder llegar a la Isla.
—El Triángulo de las Bermudas —corrigió Patrick—. La zona geográfica del mar… no el portal a la Isla.
Aurora entendió al instante. Miró primero a Ben, y luego sonrió con cierto orgullo.
—Tráeme a Twigg —dijo Patrick—. Es el único importante del grupo.
—Y a un Pasajero —apuntó Ben dando un trago—, creo que sería interesante torturar a uno de ellos para abrirle los ojos a los demás.
Aurora asintió con la cabeza, se dio la vuelta, y volvió a rasgar el aire para abrir un portal. Desapareciendo entre sus extrañas luces, la mujer entró al portal, y éste se cerró al instante.
—Interesante —dijo Ben.
—Llegaron a la dimensión —musitó Patrick—, pensé que no serían capaces de hacer eso.
—El Usurpador falló, sí —Ben no se inmutaba, seguía tranquilo—, pero tengo otros planes para él. Aurora puede encontrarlo sin problema alguno mediante la Isla Opuesta. Ahora esa dimensión oscura nos sirve mucho para conectarnos con otras dimensiones.
—Entiendo.
—Tengo otras sorpresas para nuestros invitados —explicó Ben—; no tendremos ningún obstáculo.
Un pequeño estruendo indicó que Aurora había vuelto. Los aires se abrieron, y la mujer apareció junto con Twigg, alguien bastante paralizado y estupefacto, y otra chica que Patrick jamás había visto en su vida.
—Listo.
Twigg se quedó en el suelo, lo bastante congelado como para reaccionar. Patrick lo ayudó a levantarse con rapidez.
Eran amigos desde hacia ya un tiempo, y aunque Twigg se dedicara a malos negocios, Patrick lo consideraba alguien de confianza. Lo menos que podía hacer por él en ese momento era darle algo de comer, y brindarle acojo en su penthouse.
—¿Quién es ella? —preguntó, haciendo casi caso omiso de la chica.
—Luna, Luna, Luna —Ben negó lentamente con la cabeza mientras se acercaba a ella y le sonreía—. ¿Qué demonios haces aquí? ¿Por qué no se quedaron en su pedazo de tierra? Ahí al menos morirían en segundos. Algo rápido. Todo lo que hago por ustedes y no lo aceptan.
Luna se estremeció de tan solo escuchar la voz de Ben, más no se levantó. Estaba totalmente sacudida por la situación. No podía creer que estaba ahí.
—Me llevaré a Twigg y hablaremos al amane…
—¡No! —lo detuvo Ben.
Eso tomó a Patrick por sorpresa. Ben no se había movido ni un solo metro. Se había desvanecido en el aire para luego aparecer frente a él.
—Necesito saber qué es lo que pasó —le dijo a Twigg.
Éste se estremeció aún más, pero soltó el hombro de Patrick, se mantuvo firme, y comenzó a hablar.
—Encontramos a cuatro personas en el mar. Dos muchachos, ella era una de ellos —señaló a Luna—; los otros dos ya eran mayores. Parecía que no entendían nada de lo que estaba pasando. Horas después apareció un barco.
—¿Un barco?
—Grande, no moderno… velas verdes, cañones, hombres dispuestos a pelear hasta la muerte pero sin morir…
—El Holandés Errante —musitó Ben para sí—. El muchacho trajo a los seres dimensionales a batallar contra mí.
—Los hombres del barco liquidaron a mis hombres —siguió contando Twigg—. Y después rescataron a sus amigos. Creo que uno de ellos se llamaba James. Así lo gritó la mujer que iba con él.